viernes. 26.04.2024

La Consejería de Educación, Cultura y Deporte ha publicado este miércoles en el Boletín Oficial de Cantabria (BOC) el acuerdo del Consejo de Gobierno que declara como Bien de Interés Cultural Inmaterial ocho danzas tradicionales de distintas comarcas y valles de la Comunidad Autónoma.

En concreto, se ha declarado BIC Inmaterial a la danza de las lanzas, el baile del conde de Lara, la danza de San Pedro, los Picayos, el Pericote, Trepeleté, las danzas de palos y de arcos y las jotas montañesas.

El Ejecutivo ha aprobado estas declaraciones por "tratarse de bailes que forman parte relevante del acervo cultural de la Comunidad Autónoma".

Según el Gobierno, las danzas forman parte del patrimonio cultural inmaterial de Cantabria. "Poseen una personalidad históricamente definida, que va unida a los valles y comarcas de la Comunidad Autónoma, y cuentan tras de sí con una arraigada tradición".

Además, constituyen "el sólido nudo conjuntivo de diversas manifestaciones estéticas", entre las que se hallan la danza, el baile, el canto y la música, a la que se une un apreciable repertorio de instrumentos musicales.

Al mismo tiempo, ha destacado que las danzas tradicionales constituyen "una noble tradición que es inseparable de las costumbres y la sociabilidad que han determinado la personalidad cultural de Cantabria".

Danza de las lanzas y baile del conde de Lara

La danza de las Lanzas es original de Ruiloba y en ella participan veintiún hombres, incluido un pelotero que, con un bastón de mando, lidera el grupo y un rabonero o zaguero que marca con las castañuelas las fases del baile.

El baile del conde de Lara también se interpreta en Ruiloba y obedece a una recuperación más moderna que la danza de las lanzas. En el verano de 1919, coincidiendo con el centenario de la celebración de la Virgen de los Remedios, es cuando adopta la morfología actual. Como baile cortesano, los hombres tratan de atraerse el favor de las mujeres, a las cuales homenajean, lo cual explica las genuflexiones de los primeros.

Danza de San Pedro, de los picayos y el pericote

La danza de San Pedro, característica de la villa de Comillas, presenta analogías con el romance del conde de Lara. A pesar de ser más ruda en apariencia, persiste en la relevancia del cortejo. Es asimismo conocida como de San Pedruco.

La danza de los picayos, unida indisolublemente a la parte occidental de la región, es, probablemente, la más extendida, de carácter religioso, y conocida como el baile del santo o el baile al santo. Su ejecución tiene, a menudo, dos fases: una cantada en el interior del templo y otra llevada a cabo en el exterior, en la que se simultanean el canto y la danza. Las mujeres que participan visten con traje de romería y los hombres con pantalón blanco.

El Pericote, propio de la comarca de Liébana y Tresviso, es muy parecido al pericote que se baila en las tierras orientales de Asturias. La danza, interpretada mediante el sonido de las panderetas y las castañuelas, también puede acompañarse de tambor y gaita, en su caso.

Trepeleté, danza de palos, danza de arcos y jota montañesa

El trepeleté también es característico de Tresviso y Liébana. Los participantes, hombres y mujeres, van alternándose en la elección de la pareja, mientras suenan las tarrañuelas. Al igual que sucede con el pericote, se acompaña de estribillos muy simples que, ocasionalmente, presentan concomitancias con las canciones de corro.

En la danza de palos, con gran relieve en la mitad oriental de la región, las personas que bailan forman una unidad de ocho, o superior, siempre que sea múltiplo de cuatro. Ejecutan el baile mientras hacen chocar sus palillos, generando el denominado paloteo o palilleo. Se trata de danzas que aparecen documentadas desde el siglo XVI.

La danza de arcos coincide, en buena medida, con la danza de palos. Ambas danzas poseen una gran tradición en las comarcas orientales de Trasmiera y del Asón y, de alguna manera, son complementarias. Así esta segunda es propia del homenaje al santo en el atrio de la iglesia y del acompañamiento durante la procesión.

La jota montañesa cuenta con particularidades que evidencian una modalidad de baile con características propias. Mientras el cuerpo de los danzantes se desplaza levemente, se deja recaer la ejecución sobre los pies de los mismos, al tiempo que los brazos permanecen en alto haciendo sonar las castañuelas.

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