viernes. 26.04.2024

Si el cantabrismo, el regionalismo cántabro y sus diversas formas de expresión, entre ellas la política, puede sobrevivir, ha de tener una dirección política adecuada, renovada, en su concepción y en las personas que lo puedan representar. Si el PRC no quiere convertirse en una UPCA rediviva, ha de conformarse como un verdadero partido político estructurado, no solo territorialmente, sino en secretarías sectoriales y con responsables no dependientes de los vaivenes de un líder anciano y agotado; ha de dar paso a un auténtico partido más allá de un “club de notables”. Pero, sobre todo, ha de recrearse como un gran partido de base cántabra, transversal y de progreso que no dependa de olas externas ni de equívocos internos producto de los antojos de su estrella. Y para esto, Revilla debe dar paso puesto que, desde 1983, cuando decía que prefería “retirarse a pescar a Polaciones”, ha absorbido toda actividad en el partido. Fue un equivoco considerar que el revillismo desaparecería con la muerte de Revilla porque el revillismo no da más de sí pero Revilla sigue vivo. Su personalidad egocéntrica, altiva, muy despreciativa con los que le han sido fiel, parece que no puede permitir dar paso a una organización que siente le pertenece a él. Ha causado sorpresa que en una de las ruedas de prensa inmediatas al batacazo electoral del pasado domingo, Revilla regañara a alguien del público en un tono autoritario que en los platós mediáticos oculta pero que conocen los que han estado cerca de su persona y, en lo que importa políticamente, se postulaba como el que va a encabezar la “evolución del partido en los próximos cuatro años”. Seguramente, en su fuero interno, estará pensando en volver a presidir Cantabria pero todo parece indicar que las urnas han determinado que para él ya no va a poder ser posible.

Revilla no ha construido las bases ni económicas, ni políticas ni identitarias de Cantabria, más allá de una mera carcasa sin contenido

No sería de extrañar que en el seno del PRC haya algún movimiento para hacerle “comprender” que debe dar paso a la verdadera mayoría de edad de un partido y de un proyecto de construcción de una Cantabria con decisión y fuerza, que su tiempo como “figura indiscutible” ya pasó. En esta coyuntura, sería importante que sectores como los representados por las juventudes del partido, que expusieron con valentía en la campaña el lema “sin identidad no hay entidad” y que aprovechó Revilla para reivindicar lo que el PRC no ha impulsado incluso desde la redacción inicial del estatuto -asumir más competencias para reforzar el autogobierno de Cantabria-, sean tenidas en consideración y puedan tener la posibilidad de asumir responsabilidades internas. Porque después de una etapa en el gobierno que se extiende desde 1995, siendo presidente desde 2003, salvo el mandato del derechista Ignacio Diego de 2011-2015, Revilla no ha construido las bases ni económicas, ni políticas ni identitarias de Cantabria, más allá de una mera carcasa sin contenido, por lo que, en principio, la ola reaccionaria -y pudiera ser que incluso anticántabra- haya llegado para quedarse. Revilla deja como legado a la derecha y extrema derecha, una Cantabria castrada en su base para evolucionar hacia un cantabrismo real e incisivo y, además, cercenada de movimientos sociales críticos.

En relación con este análisis, hay que comentar los resultados de Cantabristas. Primeramente, hay que resaltar que ha cosechado los mejores niveles de voto del cantabrismo al margen del PRC (no se incluye a la UPCA) a lo largo de la historia, pero sus casi 6.000 votos no son aún suficientes. No obstante, está conformado por una generación cantabrista de jóvenes concienciados políticamente, con convicciones realmente cantabristas no oportunistas y preparados en sus respectivos ámbitos técnicos y profesionales. Posiblemente, la generación y el plantel que merezca gobernar en un futuro no muy lejano.

Cantabristas es un proyecto a medio plazo que puede acortar su ciclo de oportunidad, defendiendo la línea más incisiva, sin reparos, del cantabrismo, no alejado de la realidad -la soberanía está en relación con la capacidad de decidir, no inevitablemente con una independencia que nadie está planteando-, con propuestas concretas como han realizado ya a la sociedad de Cantabria y su representación institucional en temas como el transporte comarcalizado, e inserto en los cánones de una izquierda feminista y ecologista. Podría pensarse que Cantabristas habría de confluir con la izquierda estatal para “federalizarla” y participar en algún tipo de respuesta estatal de carácter plurinacional en que la voz de Cantabria sea tenida en consideración, pero ahora esta propuesta ofrece muchas dudas, sobre todo tras la dilapidación de la izquierda estatal al margen del PSOE. Cantabristas podría absorber este espacio, ahora marginal en Cantabria, incorporando a los sectores más progresivos del PRC e, incluso, del PSOE y, sobre todo, a las nuevas generaciones de jóvenes votantes que se inician en la participación electoral. De la derecha poco podrá obtener, pero tampoco debe desestimarla sobremanera cuando hay sectores populares depauperados como base electoral de la extrema derecha.

La distancia entre héroe o villano es la misma que la que va en lo que está en juego: la construcción de un país con relevancia cualitativa

En un país conservador como es Cantabria, si se persiguen mayorías electorales, es importante contar con fuerzas como un PRC regenerado, que pueda, incluso, llegar a acuerdos con la derecha para comprometerla en la defensa de unos mínimos autonómicos y alejarla de los negacionismos de la extrema derecha. Al igual que es importante también contar con un PSOE comprometido, en el que sectores de su dirección afirman pretender asumir un “regionalismo de izquierda” que, posiblemente, han intentado representar con ese lema de campaña “Cantabria, siempre” y que ha podido reportarles mejores resultados que en el resto del Estado.

Todo esto, sin duda, habría de ser tratado con un acendrado análisis y con la asunción de las correspondientes responsabilidades y compromisos de actuación, y que Revilla asuma que debe desbloquear al actual PRC. En realidad, que sepa que la distancia entre héroe o villano es la misma que la que va en lo que está en juego: la construcción de un país con relevancia cualitativa, con un modelo de desarrollo socioeconómico autocentrado más allá de un turismo depredador, sólido en sus instituciones de autogobierno y orgulloso de una identidad cántabra inserta en la globalidad, socialmente más justo y defensor de su medio ambiente, o una “provincia”, mera colonia interior, de una España negra dirigida por minorías de rapiña desde un centro llamado Madrid.

El final de Revilla y el futuro del Cantabrismo (II)
Comentarios