martes. 19.03.2024

Camino del colegio

Llegabas a casa con las manos llenas de tiza, el pelo revuelto por los tirones de pelo de algún profe y yo en muchos momentos, el consabido castigo de copiar 750 veces…”No volveré a hablar en clase cuando el profesor explica la lección”.

Material escolar

Me hace mucha  gracia ver pasar a los chavales camino del colegio o del instituto, algunos son muy pequeñajos y entre la mochila gigante que a duras penas soportan y la mascarilla, casi ni se les ve.

Cuando aparecen a primera hora dormiducos todavía, recuerdo aquellos primeros días de cole de mi infancia; con qué ilusión forrábamos los libros y comprábamos aquellos materiales de estudio que dudo estén hoy en día a la venta.

En nuestros pupitres no podían faltar los lapiceros Cedro algunos con la tabla de multiplicar y otros con banderas de países

El estuche con regla, escuadra, cartabón y transportador; goma Milán, sacapuntas y si el estuche era de “súper lujo” compás y tiralíneas. Las pinturas Alpino o Festival, en cajas de 12 o 24 unidades, rotuladores Carioca, lápices a la cera Enricolor y para la caligrafía (que en mi caso sigue siendo horrorosa), la cartillas de Rubio donde había que unir la línea de puntos y ya en los niveles más avanzados escribir cosas tan bonitas como...”mi mama me mima” o “mama amasa la masa”. Recordad también que Rubio tenia cartillas con problemas de aritmética.

En nuestros pupitres no podían faltar los lapiceros Cedro algunos con la tabla de multiplicar y otros con banderas de países.

Para las clases de trabajos manuales, la asignatura se llamaba pretecnología, teníamos que llevar sierra de pelo, madera de ocume y realizar así preciosas obras de marquetería. Cuando se acercaba el día del padre o de la madre, elaborábamos aquellos cuadros o ceniceros con pinzas de la ropa barnizadas o mondadientes planos pegados con pegamento Imedio banda azul “el pegamento universal” que regalábamos en esos días señalados.

Libretas para los dictados, los deberes y los problemas de matemáticas (cuentas) y si se era pudiente, que en mi caso no, el famoso boli Bic de varios colores.

Salíamos al recreo y sobre todo jugábamos, yo a todo menos al futbol, no me gustaba entonces y sigue sin gustarme ahora

Llegabas a casa con las manos llenas de tiza, el pelo revuelto por los tirones de pelo de algún profe y yo en muchos momentos, el consabido castigo de copiar 750 veces…”No volveré a hablar en clase cuando el profesor explica la lección”, esas si las copias para el día siguiente ¡sin falta!

Clases de gimnasia con potro, plinto, espaldera y en mi colegio gracias a un gran “maestro” Julio Aja Sollet, teatro y clases muy divertidas que jamás olvidare, gracias D.Julio.

Todos estos recuerdos al ver a esos niñucos los pobres con las mochilas y la mascarilla, ¡pero si yo dejaba muchos libros en clase en aquel departamento metálico que tenían nuestras mesas; El Senda de lectura de editorial Santillana, el de Sociedad o el de Lengua de Anaya!

Al principio de curso la tabla con los horarios y asignaturas y cada trimestre a copiar lo que nuestros profesores llamaban: "plan de trabajo”, con los contenidos de cada materia.

Salíamos al recreo y sobre todo jugábamos, yo a todo menos al futbol, no me gustaba entonces y sigue sin gustarme ahora, desde luego no había Fortnite en aquella época.

El cole era de mañana y tarde y a las cinco salíamos corriendo, el bocata de Nocilla esperaba en casa.

Aún conservo todos lo boletines de notas desde primero hasta octavo de E.G.B., actitud, comprensión, comportamiento y aquellas frases tan temidas: "debe esforzarse más”, “su comportamiento es regular”, “habla mucho en clase”, etc.

Ellos no se dan cuenta pero enseguida se harán mayores y contarán historias como ésta, acordándose de lo que pesaban sus mochilas cuando las llevaban camino del colegio con la mascarilla puesta.

¿Qué mayor soy no?

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