sábado. 27.04.2024

La lección de lo de Ferrovial que nos señala como país dividido

Ferrovial se marcha finalmente de España. Tanto desde el Gobierno como la propia empresa lo dirían de otra manera. Creo que estamos a tiempo de que no haya más casos. Para ello debe acabarse la desconfianza reinante entre Gobierno-Empresa-Empresarios, que encuentra defensores hacia lo hecho por Ferrovial. De paso, en los próximos cuatro años de legislatura convendría acometer lo que eternamente piden las empresas: agilidad real en los trámites ante las Administraciones, más seguridad jurídica en los proyectos que puedan acometer dentro y fuera de su país. A estos lastres, se ha sumado un sistema controlador, que da apariencia de país dividido.

A cualquier español le suena la frase de que su país es diferente. Cuestión distinta es que, por decisiones que se toman en el ámbito político, territorial, educativo, cultural, lingüístico, económico o social, dentro y fuera, se nos pueda también ver como país dividido. Cuando no estamos con lo de nación de naciones, o que el dinero público no es de nadie, o que las pensiones no son para los ancianos sino para que vivan bien sus familiares, llegamos al culebrón que ha supuesto (y seguirá) de la marcha fiscal de Ferrovial a Países Bajos, antes Holanda. Damos espectáculos que bien pueden abrir los telediarios extranjeros, porque con los de aquí hay que tener santa paciencia para tragarse mucho de lo que emiten, incluida la creciente manipulación de las noticias, hecho digno se ser estudiado en las Facultades de Periodismo.

Sea como fuere, y con todo lo que ha pasado durante los últimos cuatro años, especialmente el Covid, una legislatura como esta resulta muy dura para un gobierno, si se cierra con que una de sus grandes empresas IBEX se marcha, porque confía más en otros mercados internacionales que lo que le pueda deparar el territorio nacional donde nació. Guste o no escucharlo, aquí y ahora hay una confrontación abierta Gobierno-Empresas. Y no es nada bueno, para nadie.

No me gusta lo consumado por la constructora Ferrovial en su junta de accionistas, que ha disfrazado sus intenciones con el mejor marketing posible, aunque, al final, lo que es, es: se va. Pero también me han alucinado los furibundos ataques gubernamentales, como de tambores de guerra, que se han venido produciendo desde hace dos meses contra todo lo que suponía Ferrovial. Actuar así desde los ministerios ha calado, mucho y mal, en el entramado industrial y empresariado del país, llegándose incluso a hablar de recortes a la libertad económica.

“No me gusta lo consumado por Ferrovial. Pero me han alucinado los ataques gubernamentales, algo que ha calado en el empresariado”

En España, máxime dentro de la Unión Europea, no puede ser que todo sea Estado y que esté implicado o metido en todo el tejido, sea productivo, de empresas públicas y privadas, lo mismo que en el ámbito cultural y tecnológico, controlando desde las televisiones a las redes sociales. Estos sistemas políticos existen, algunos disfrazados de una falsa democracia, como sucede con Rusia, pero a través de la historia se ha demostrado que el intervencionismo del Gobierno en todo resulta nefasto, porque tufa a control, vigilancia, y tener que pedir permiso para lo que puedes o no hacer.

Pasan los años, y desde los diferentes gobiernos, seguimos sin hacer los deberes para lo que realmente necesitan nuestras empresas. Hablo de agilidad en los trámites burocráticos, no hundirse en el pozo que supone pedir una subvención, que las Administraciones paguen con mucha más rapidez y, en fin, seguridad jurídica en aquellas cuestiones que las empresas han de acometer de cara a su futuro. Por si todo lo anterior fuera poco, resulta que en España hay excesivas diferencias según la comunidad autónoma de la que se trate, en especial Cataluña y País Vasco.

Y si de aquí nos vamos a los fondos europeos, los famosos Next Generation, a estas alturas se pueden escribir libros enteros al respecto de lo mal que se están empleando en España. ¿Por qué? Pues porque no llegan ni se emplean realmente en lo que es prioritario: el tejido empresarial. Estas ayudas cobran aquí más forma de multitud de anuncios del Gobierno por televisión y resto de medios de comunicación, y de subvenciones, muchas subvenciones, para todo. Este es el panorama de presente y de futuro al que se enfrentan nuestras empresas, el campo o la ganadería, no precisamente de prosperidad y riqueza, y sí de esperar a ver lo que cae de Bruselas, como capital de la Unión Europea. Es lógico que la incertidumbre se extienda entre el empresariado, además de sentirse mal tratado, ya que en España se viene jugando otra baza muy imbécil de poner a la sociedad en contra de sus emprendedores, que finalmente logran éxito y riqueza.

Para un gobierno controlador, la buena y eficaz comunicación resulta fundamental. Subir los impuestos a la banca y a las energéticas, por ejemplo, me parece sensato. Pero en lo que no puedes incurrir es que los lobbies de estas grandes empresas te ganen la baza como digo de la comunicación, y sumen en la calle adeptos que comprendan el por qué se van de España. Me temo que Ferrovial pueda ser tan solo un inicio. Una historia rocambolesca no nos deja bien parados como país, ni hacia el resto de nuestros socios europeos, ni hacia los gigantescos foros políticos del poder económico, como son los G-7 o G-20.

Seguimos sin hacer los deberes para lo que realmente necesitan nuestras empresas, agilidad en los trámites burocráticos y seguridad jurídica

En esta legislatura, más que expandirnos hacia fuera, nos hemos ido metiendo cada vez más en nuestro propio cascaron. Somos nosotros mismos los que más lastramos el futuro. Todo el tema de la política interior, con Cataluña a la cabeza, y el corrimiento de empresas de un lugar a otro de la península que se está dando, nos hace demasiado daño. Aquí es donde de verdad debería intervenir el Gobierno. Fuera, ya no se habla tanto de España como el país idílico donde vivir y llevar a cabo vacaciones. Tener una chocante política exterior es también lo que tiene. En definitiva, ya había llegado a asumir lo de Spain is different. Pero lo nuevo, de que somos también un país dividido, jode sobremanera.

 

 

 

La lección de lo de Ferrovial que nos señala como país dividido
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