sábado. 27.04.2024

La necesidad

Los del primer mundo, los que habitamos en países con un desarrollo humano alto, no obstante experimentamos un fracaso del alma, cuyos efectos sobre nuestros modos de actuación, nuestra autoridad, poder y peso, y nuestro reconocimiento son incalculables e incontables.

Creo en el triunfo de la pasión, de la voluntad y del entusiasmo de aquellos que no solamente tienen grandes conocimientos, sino también un gran corazón.

Ilyá Ehrenburg, 1891-1967, escritor soviético

Dentro de dos meses se satisfarán los 85 años de la detonación de nuestra Guerra Civil. Y hay quien piensa que 85 años no son nada, que eso es ya agua pasada. Si esta guerra fue y sigue siendo vergonzante y vergonzosa, también fue una oportunidad para la visita de un cúmulo de intelectuales extranjeros a los que les atrajo el fulgor del fuego que abrasaba a la población civil, al pueblo que nunca hizo daño, a los abuelos, a los niños, artistas y maestros... Muchos de ellos coronaron un minucioso y atinado cultivo y trabajo de avance y aproximación, cómo también muchos otros vagaban por nuestra quemada piel de toro, intentando reconocer tal estrago en la triste expresión y mirada hacia ninguna parte de sus mártires, de los que habían sido convidados al festín de muerte sin merecerlo. Por el contrario, después de todo ese tiempo transcurrido -aumentándose cada día que pasa-, seguimos sin entenderla, más allá de los límites de los estudios históricos y políticos. Un sinsentido contra la ley y la joven democracia que se dieron nuestros padres.

Prácticamente hemos salido ayer de las consecuencias de nuestra guerra y subsiguiente dictadura. La década de los cuarenta volvió a la economía fundamentalmente agraria

Tampoco se libra nadie de la pesadilla de advertir, como una locura rápida pero que continuamente vuelve, y posiblemente sin reflexión, cómo huyen de nuestras destrezas y también influjos las probabilidades de realizar nuestra existencia, e inclusive desarrollar nuestros medios de vida sostenibles. Es decir, no se puede vivir cuando no se puede arrostrar o resistir, sin un punto de alivio o restablecimiento frente a las pendencias económicas y a los derrumbes inesperados e imprevistos; igualmente, tampoco se puede vivir sin poder conservar nuestras facultades de ahorro, nuestros activos -hoy y en un futuro más o menos inmediato- sin minar los soportes de nuestros recursos naturales.

Prácticamente hemos salido ayer de las consecuencias de nuestra guerra y subsiguiente dictadura. La década de los cuarenta volvió a la economía fundamentalmente agraria. Normal. Muchos países, Alemania entre ellos, también hicieron el mismo recorrido, pero supieron fortalecer el sector, acompañándolo asimismo de un enriquecimiento de los demás sectores económicos. Por otra parte, el estado del bienestar ha tenido diversas fluctuaciones desde entonces, y los estados espirituales y físicos de los ciudadanos no siempre les han servido para sentir una solución frente a la desesperación y la angustia. A cualquier conflicto le sigue de una manera determinante una rotura muy importante económicamente.

Los del primer mundo, los que habitamos en países con un desarrollo humano alto (IDH) -los 'civilizados'-, no obstante experimentamos un fracaso del alma, cuyos efectos sobre nuestros modos de actuación, nuestra autoridad, poder y peso, y nuestro reconocimiento son incalculables e incontables.

Investigando unas ideas y creencias obligadas, en lugar distinto a nosotros mismos, nos reunimos unos y otros en grupos que, lejos de ser dinámicos, adolecen de ser inactivos, bienmandados a la aquiescencia del estado, para atreverse a cruzar bruscamente -en conjunto, pero separados unos de otros- la entrada a un tiempo de cambio o, al contrario, para negar su huella en el camino.

Porque de esto se deriva que verdaderamente debe de ser beneficioso perder la capacidad de inventar caminos, de sentir otros senderos y de considerar otras opciones.

Las pruebas nos ilustran que en donde se carece o escasea el impulso e iniciativa personal, empieza a presentarse el autoritarismo y despotismo políticos

¡Dejar de pensar! Todos los días, aparecen estos en nuestro cerebro como Black Friday. Cada día es un viernes negro en nuestra locura consumista. Pocos de nuestros 'civilizados' actuales se comportan y conducen de manera contraria. Lo normal es preferir mantenerse de esta guisa, inutilizados para acompañar las aventuras de este mundo vertiginoso por su desequilibrio, para reconocerlas por la amplitud y facilidad de expansión que tienen y para descifrar su esencia por su laberinto y rebuscamiento intrínsecos; porque en una aldea global que ha dejado atrás y ha desaprovechado, el enfoque de la lógica, ¿dónde podemos encontrar las comprobaciones a los problemas matemáticos, la prueba del nueve, los axiomas, proposiciones y postulados de los teoremas que nos posibilitarían diseñar inicialmente, y confrontar y revisar posteriormente, sus proyectos mediante sus balances y cuentas?

Y no se trata de hechos aislados y punto. Todo viene dado por algo, como significábamos al principio en el binomio entre conflicto y deterioro económico y ecológico, en todos los niveles. Así, este esfuerzo y abatimiento -como los de Sísifo-, hace y provoca manadas de criaturas y de sujetos cuya esencia y estado mediocres e impersonales hunden y hacen naufragar sucesivamente al Estado de derecho, tan petulante con sus visionarias e ingenuas libertades.

Los hechos o sucesos políticos, y todavía más las manifestaciones económicas, se realizan y avanzan con complicación no exenta de confusión y con un acrecentamiento que desfiguran siempre con gran premura las relaciones humanas y los nexos entre los seres humanos y los objetos inanimados, primero incluso a que cada cual haya aprovechado para colocarse con respecto a los demás en cada transformación. Es la adaptación por decreto.

Efectivamente, y para acabar, las pruebas nos ilustran que en donde se carece o escasea el impulso e iniciativa personal, empieza a presentarse el autoritarismo y despotismo políticos y, sin embargo, se desvanecen además los sectores de la economía indicados, expresamente, para reportar la inmensa serie de los bienes de consumo y servicios que ayudan no solo a satisfacer las necesidades físicas, sino también los imperativos del alma, del ingenio: bienes y servicios que apremian y causan de una manera mejor que pueda interpretarse el arte inspirado e inspirador de los miembros de la comunidad. Esa es nuestra necesidad.

La necesidad
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