sábado. 27.04.2024

Eugenesia y socialismo en el Dr. Enrique Diego-Madrazo

Estemos o no de acuerdo con la eugenesia, sus diferentes tipos, y sus límites o limitaciones, las obras y convicciones de este intelectual finisecular, entre los siglos XIX y XX, que no buscaba otros réditos que una transformación de la sociedad, nos dejan una traza de toda una percepción de una sociedad y un mundo dependientes de la influencia de los conocimientos de la ciencia.

No comprendo la indiferencia; mejor diré: la repugnancia de las clases directoras a tratar la materia [la Eugenesia], como si prevalecieran los romanticismos ajenos a toda realidad. La poesía de la Arcadia feliz no está fuera de la inteligencia del hombre, puesto que está dentro de la naturaleza humana. Y de existir una gran previsión providencial sería siempre la del bellísimo proceso que inventó nuestra vida para gozarla en toda su extensión y con toda su intensidad.

Diego-Madrazo, E. (1932). "Estudios postescolares sobre la eugenesia". En Pedagogía y eugenesia (Cultivo de la especie humana) págs. 247-289. Madrid: Librería de los Sucesores de Hernando.

 

El ilustre pasiego Enrique Diego-Madrazo (Vega de Pas, 1850 - Santander, 1942) fue un cirujano famoso por sus métodos asépticos que introdujo en España después de haberlos aprendido en Francia y Alemania; pero también, un pedagogo por vocación: las modernas teorías pedagógicas de la Escuela Nueva, y la didáctica europea de la Medicina hicieron que la preocupación por la educación en general, y por la de las primeras etapas de los niños en particular, fuese el motivo central a lo largo de su vida.

A través de la ciencia, y siempre partiendo de ella, este científico y educador concluyó una arrolladora y vibrante actividad que se significó en el sentido de emprender cuantos empeños contribuyesen al servicio de la mayoría social. Fue un cirujano considerado fuera y dentro de España. El educador que creó las Escuelas Graduadas, Públicas y Laicas, también conocidas como Escuela Modelo, en Vega de Pas, su patria chica, siendo estas la plasmación de todo su ideario pedagógico y didáctico, después de haber conocido la situación de la educación en España. No en vano, tuvo que dimitir de su cátedra de Patología Quirúrgica en la Universidad de Barcelona por los escasos recursos que tenía para desarrollar su trabajo. Por eso, en sus escuelas pasiegas se avanzaron las ideas pedagógicas más destacadas del tiempo que le tocó vivir. También fue un ensayista prolífico, autor y empresario teatral, articulista, y escritor político y conferenciante.

A su labor médica y quirúrgica, quiso asignar asimismo el empujón, la iniciativa y el nervio de la difusión de su pensamiento eugenésico. Hoy se diría de él que fue un publicista, que intentó propagar unas ideas que él creía totalmente necesarias para la conservación y perpetuación de la especie, a la vez que sus escritos tenían una gran carga de denuncia y, al tiempo, moralizadora. Quizás por los temas o por el modo de tratarlos, y aún más por la sintaxis, el mensaje no deja de ofrecerse un tanto complicado y con aires de gravedad, lo cual no es cortapisa ni óbice para entrever fácilmente sus gustos literarios y su vena poética.

Pero es indudable e innegable que esa poesía le venía dada por algo muy interno y caracterial, originado por posturas y propuestas ideológicas que hacían que aquella le saliese del alma; sin embargo, no era una poesía formalista sino conceptual. Así, dice:

(...) En el arte entra la idea como fundamental parte, es su profundidad y trascendencia lo que le sublima; la forma no hará más que vestirla, y por grandes que sean el color y brillo que le déis, si el alma no existe ó ésta es fea, la obra resultará alejada del arte.

Diego-Madrazo, E. (1903). ¿El pueblo español ha muerto? Impresiones sobre el estado actual de la sociedad española págs. 69-70. Santander: Imprenta y encuadernación de Blanchard y Arce.

El perfil de Enrique Diego-Madrazo siempre fue su deber y obligación con la propagación y propaganda de los fundamentos y tesis científicas hacia la población en general: su idea fija por edificar un equilibrio y armonía sociales nuevos que se sobrepusiesen a las creencias, y formas de reflexión e ideas de la antigua y atrasada sociedad arcaica, bajo el poder y el estado de la Monarquía. Sin embargo, su propuesta sublime y principal fue la Eugenesia, de la que fue precursor en España, que con su atención de los fundamentos biológicos del legado y patrimonio hereditario a la mejora de los seres humanos pensaba y aseguraba que se podía descubrir y crear una sociedad nueva, más lógica, menos arbitraria y más coherente con los axiomas de la creación y naturaleza.

Así, aquello que iba a derivar con el tiempo traduciéndose en una fantasía, Diego-Madrazo va a intentar materializar basado en sus hipótesis científicas. Y a principios de la década de los treinta, concluida con satisfacción la etapa capital de su tiempo en este mundo, nos deja textos que siempre van a llevar el cuño de la Eugenesia. Por ejemplo, sus obras de teatro están repartidas en cinco volúmenes, y, en cada uno de ellos, generalmente cuatro obras, siendo editadas con el título Obras de teatro sobre el cultivo de la especie humana, a principio de los años veinte; y los escritos Cien años de cultura eugenésica, en 1930, y Ensayos sobre Eugenesia, en Pedagogía y Eugenesia, de 1932.

Estemos o no de acuerdo con la eugenesia, sus diferentes tipos, y sus límites o limitaciones, las obras y convicciones de este intelectual finisecular, entre los siglos XIX y XX, que no buscaba otros réditos que una transformación de la sociedad, nos dejan una traza de toda una percepción de una sociedad y un mundo dependientes de la influencia de los conocimientos de la ciencia.

Porque lo que Diego-Madrazo está formulando en ellos son todas sus utopías del primer socialismo, o protosocialismo, anterior a Marx en la historia, un socialismo imposible que más tarde sería una de las fuentes del materialismo histórico, con método científico. Don Enrique halló en la elección de la especie el modelo de una colectividad acorde, aislada y apartada de las ruinas, desdichas y estrecheces, de la rivalidad y comercialización de un orden capitalista dominado por los provechos de los burgueses.

La Arcadia feliz no era otra cosa que el mundo y la población eugénicos que vino a sacramentarse en la posición de fortaleza y en el alegato de un filósofo y un investigador que escudriñó en las brechas y hendiduras que tenía la organización social de la España del primer tercio del siglo XX en la que vivió, evidenciando como un profeta sus estragos y padecimientos e intentando y proyectando panaceas que asumía con la bondad y desinterés del cirujano que había sido durante más de tres décadas y de su mundo y habilidades personales, pero principalmente del impulso y alcance de una utopía que le mantuvo e incitó al autor dramaturgo en el postrer eslabón de su larga existencia.     

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