Sentado y ebrio de calor, postrado ante el sudor, huero y sin dolor me encontraba, o eso creía, mientras en la radio, en la tele o en el periódico las mismas hienas aullaban.
Unas secuelas que no se sabe todavía sin son pasajeras o permanentes, pues el virus sigue siendo un gran desconocido un año después de que comenzara a acechar al mundo