El virulento virus se ha convertido en un implacable gendarme. Ordena y manda sobre nuestras alegrías, nos confina en la melancolía y nos inocula el miedo al presente y al futuro inmediato.
Lo mejor de la Navidad es que acaba terminando. Lo mejor de la Nadidad es que no existe. Y lo mejor de Hierro es que dejó sonetos para el resto de las navidades.