jueves. 25.04.2024

Navidad y Nadidad

Lo mejor de la Navidad es que acaba terminando. Lo mejor de la Nadidad es que no existe. Y lo mejor de Hierro es que dejó sonetos para el resto de las navidades.

La Navidad se hace interminable porque empieza a mediados de octubre. Queda lo más y acaso lo mejor: el sorteo inconfundible del 22-D y dos noches mágicas llamadas buena y mala, siendo que ambas se limitan a cumplir escrupulosamente su papel de actrices de reparto. Para algunos, Navidad es Nadidad. Aunque la Navidad exista, insista y resista, mientras que la Nadidad es una pobre recreación.

Pepe Hierro, que esta Navidad también estará ausente, dejó escrito que “después de todo, todo ha sido nada, a pesar de que un día lo fue todo”. La todidad tampoco existe por mucho que el férreo soneto de Hierro trate de acuñarla. El Premio Cervantes nacido en Madrid y recriado en Santander siempre apostó al todo o nada en la poesía. Con indiscutibles ganancias y periódico reparto de dividendos literarios.

La Nadidad brilla cuando se apaga la última luz de aquel árbol que no nos dejaba ver el bosque de la Navidad

La Nadidad se acuña. La Navidad se acuna. La Nadidad es esa nada que avizoró nuestro poeta de guardia. La Nadidad brilla cuando se apaga la última luz de aquel árbol que no nos dejaba ver el bosque de la Navidad. “Qué más da que la nada fuera nada si más nada será, después de todo, después de tanto todo para nada”.

Amaestrar los sustantivos todo y nada es privilegio del maestro de lo sustantivo: José Hierro Real. Tan prolífico como le permitió su mala salud de hierro. Tan veraz como real es su soneto. Esa montaña rusa del todo y la nada se titula “Vida” y el vate de inconfundible calvicie se lo dedicó a su nieta Paula Romero.

Si la Real Academia de la Lengua tuviese el juvenil arrebato que nadie espera, aceptaría nadidad y todidad con la mayor naturalidad. Pero los académicos extraviados en su propio laberinto de sillones de mayúsculas y minúsculas, prefieren celebrar la Navidad rodeados de libros que jamás les harán libres.

“Grito ¡Todo!, y el eco dice ¡Nada!. Grito ¡Nada!, y el eco dice ¡Todo!. Ahora sé que la nada lo era todo, y todo era ceniza de la nada”. Hierro aferrándose a su ingenio de férrea aleación sin posible alienación. La poesía como entremés inesperado de comidas de empresa y cenas familiares.

Lo mejor de la Navidad es que acaba terminando. Lo mejor de la Nadidad es que no existe. Y lo mejor de Hierro es que dejó sonetos para el resto de las navidades. Gracias, Pepe.

Navidad y Nadidad
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