sábado. 27.04.2024

Cuando fuimos los mejores

Hace ahora dos años a muchos les tocó ser los mejores, sus quince minutos de gloria se alargaron una primavera en la que nos demostraron a todos que eran verdaderos héroes, gentes anónimas que siempre estuvieron ahí, que vencieron al miedo y que con su esfuerzo consiguieron que nuestra sociedad no colapsara. Nosotros, desde los balcones gritábamos esperando que nos oyeran porque nuestro agradecimiento era infinito, nuestros quince minutos de pánico eran más llevaderos porque el esfuerzo de todos esos don nadie que se ganaron nuestro respeto para siempre. 

Nunca fui muy fan de Loquillo pero tengo que reconocer que tiene seis o siete canciones que he cantado seis o siete mil veces ¿Quién no quiso ir a L.A.? ¿Quién no quiso ser una Rock and Roll Star? Son esas canciones de perdedores en las que el Loco habla de sueños rotos las que más me hacen mover la cabeza a su son. Esas canciones las borda el catalán. Loquillo sabe cómo nadie loar a la mala suerte y poner banda sonora a los sentimientos de los que nunca consiguieron sus metas.

Una canción en la que las musas le sonrieron desde su título es “Cuando fuimos los mejores”

Una canción en la que las musas le sonrieron desde su título es “Cuando fuimos los mejores”. Esas cuatro palabras son todo poesía. Concentran nostalgia y rabia, aúnan desilusión y orgullo, representan a la perfección la parodia en la que se convierten los quince minutos de gloria que la sociedad actual guarda para cada uno de nosotros. “Cuando fuimos los mejores Las camareras nos mostraban la mejor se sus sonrisas en copas llenas de arrogancia” ¿Quién no recuerda alguna de esas sonrisas? ¿Quién no fue una vez el mejor al menos durante quince minutos?

Hace ahora dos años a muchos les tocó ser los mejores, sus quince minutos de gloria se alargaron una primavera en la que nos demostraron a todos que eran verdaderos héroes, gentes anónimas que siempre estuvieron ahí, que vencieron al miedo y que con su esfuerzo consiguieron que nuestra sociedad no colapsara. Nosotros, desde los balcones gritábamos esperando que nos oyeran porque nuestro agradecimiento era infinito, nuestros quince minutos de pánico eran más llevaderos porque el esfuerzo de todos esos don nadie que se ganaron nuestro respeto para siempre. 

Recuerdo las sonrisas emocionadas que dedicábamos a la cajera del supermercado después de arrasar el estante de la lejía, recuerdo el temblor de piernas de la pobre reponedora rodeada de gente echándola el aliento en el cogote. ¡Que Dios te lo pague, hijuca! ¡Vosotras sois las imprescindibles!

Qué silencio al ver pasar una ambulancia, qué aplausos a la limpiadora de urgencias, cuántos vivas a las enfermeras, qué gusto saber que alguien vencerá su miedo para ajustarte el respirador, qué orgullo esos doctores con sus  batas tejidas con bolsas de basura. Qué oportunidad para el medio rural: ¡los urbanitas vendrán y volveremos a ver niños en nuestras calles! Aquí estamos más seguros, aquí las noticias suceden lejos, ¡las puertas están abiertas!

¡Tenemos que volver a producir! ¡Tenemos que invertir en ciencia! ¡De esta saldremos más fuertes! ¡De esta saldremos mejores!

Poco a poco la famélica legión a la que todos aplaudimos vuelve a su realidad de parias de la tierra, la cajera continua trabajando domingos a precio de martes, los médicos suspiran porque su contrato esta vez sea de un mes y no de quince días, las ambulancias circulan sin ITV mientras su conductor busca en infojobs como completar su sueldo, los bancos huyen de los pueblos, el cereal duplica su precio porque en el país del sol importamos las pipas de Rusia y la ciencia… La ciencia sigue sin importarle nada a nadie.

No saldremos mejores porque nunca fuimos buenos

saldremos mejores porque nunca fuimos buenos. Somos hijos del capitalismo y para el capitalismo. El mejor es el que más tiene no el que más merece. Si aquella primavera aplaudimos el sacrificio fue por puro egoísmo, si creímos en la ciencia fue por pura congoja, si valoramos a los de abajo fue porque sabíamos que sin ellos nosotros no seguiríamos arriba. 

Si alguna vez existió una migaja de sinceridad en nuestro aplauso ahora toca demostrarlo, recuperemos la libertad. Pero no esa libertad que alguien convierte en atroz lema de campaña, sino la libertad real, la que nos convierte en palancas de cambio y no en engranajes de un sistema. Apretemos los puños y alcemos la voz por el precariado, aislemos de una vez  a los que basan su discurso en el odio a los más débiles, exijamos a nuestros gobernantes que inviertan en ciencia y no en parques acuáticos, devolvamos la dignidad a los que fueron los mejores. Solo así saldremos más fuertes, solo así conservaremos la libertad que tanto amamos.

Cuando fuimos los mejores
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