viernes. 26.04.2024

Hablar más con las máquinas que entre nosotros

Cada vez nos interrelacionamos menos entre nosotros, volcados como estamos en el toqueteo con las máquinas, principalmente el móvil. A través de los millones y millones de celulares repartidos por todo el mundo, hacemos casi todas las gestiones. Lo que por muchos es visto como un gigantesco avance tecnológico, por otros (entre los que me encuentro), se aprecia como una perdida de libertad dentro de la cual salen perdiendo claramente las relaciones personales. Van siendo sustituidas por el selfi, el wasap, el e-mail y, como no, una retahíla de indiscretas redes sociales.

Basta interesarte por un tema o un producto en algún buscador de Internet, para que, a partir de ahí, te inunden en tu correo electrónico con todo tipo de publicidad tendente a que des el paso buscado: comprar. Las tecnologías, sus avances, propician inmediatez, pero pagamos el altísimo precio de que cada vez tenemos menos intimidad con respecto a nuestras cosas particulares.

La pandemia nos ha dejado a la mayoría en fuera de juego, pero las grandes tecnológicas no han perdido el tiempo, y se han adaptado si cabe mejor, teniendo en cuenta que pasamos más tiempo en casa que anteriormente a la existencia del Covid-19. No hace falta rascarse mucho el seso para llegar a la conclusión de que en todo este proceso por el que estamos atravesando nos hemos echado más en manos de las tecnologías y de Internet. Al tiempo que se aprecia un cierto abandono de viejas costumbres, hemos entrado en una sociedad robotizada en la que nos comunicamos más con las máquinas o las redes sociales que con otras personas. 

Por si no fuera bastante, además somos una civilización ciclotímica. Cambiamos de opinión, carácter y preocupaciones, según el momento y quien nos influya. ¿Es que ya no son malas las noticias falsas? Pues sepan que se han asentado de tal manera que ya hay tantas verdades como mentiras que se cuentan en torno a un hecho o persona. Lo peor es que lo permitimos, e incluso somos cómplices propagando chismes que no tienen base alguna. Principalmente, se difunden a través de panfletillos digitales y de las redes sociales, muchas encantadas en creerse que son auténticos medios de comunicación, y esta es la primera gran falacia.

¿Es que ya no nos preocupan las noticias falsas? Lo permitimos e incluso somos cómplices propagando chismes de panfletillos digitales y redes

Las redes son ya tan poderosas que los líderes mundiales las utilizan para propagar sus mensajes, como hacía Donald Trump con sus peligrosas opiniones a través de Twitter, y aún queda mucho por estudiar lo que su mensaje a través de las grandes redes sociales embaucó para un levantamiento popular y el famoso asalto al Congreso norteamericano. Aquellos partidos que se manejan con soltura dentro de este mundo digital, bien pueden alardear de implantación y propagación de sus ideas.

La actualidad en España es como una gran montaña rusa. Sube, baja, da vueltas y se para. Hay muchos problemas aparcados, derivados del gran tuteo que hemos llegado a tener con las máquinas. Están las noticias falsas, creadas a propósito, y lo mismo por empresas que por Gobiernos. Tenemos también el acoso en redes o a través del móvil, tan preocupante en los centros educativos. Tampoco podemos obviar que los robots sustituyen cada vez más a los trabajadores en fábricas y oficinas. Por si fuera poco, culpa de la Covid, ahora llega masivamente el teletrabajo, que va a tener repercusiones en todos los ámbitos.

Hay muchos problemas aparcados. Están las noticias falsas, también el acoso en redes o el móvil, y los robots que sustituyen a los trabajadores

Y si ya entramos en las adicciones que nos crean, unido directamente a enfermedades de todo tipo, sé perfectamente que nadie va a replantearse dar marcha atrás a la hora de tener menos comodidades, apostando por mejor salud mental. Los auténticos promotores de estos inventos hace tiempo que ya se han frotado las manos con todo lo que han conseguido, y no me refiero a fortunas descomunales. Las personas estamos cada vez más controladas, más vigiladas, tenemos menos opciones de pensar y opinar, ya que en muchos casos se hace directamente por nosotros, bajo la excusa de facilitarnos las cosas. Nos dejan sin bancos, cada vez con menos servicios directos, de personas que nos atiendan, para que sean máquinas las que hagan la labor. Y no decimos nada. Y no hacemos nada. Asumir y estar colgados del móvil, que es de donde mayormente recibimos información, mandamos mensajes, entramos en Apps, y no paramos de comprar en plataformas o a la misma marca del teléfono, porque ya venden de todo. Dónde queden las relaciones interpersonales es la gran cuestión. Vamos cada vez más dirigidos a la soledad, pero con el móvil, la tablet o el ordenador. No nos engañemos: hay muchísima gente que está encantada con esta forma de vida. A mí, particularmente, me parece ir derechos a una sociedad desnaturalizada, donde todo lo que nos ofrecen es en formato digital. Asistimos a la gran mentira, al gran fraude, del siglo XXI.

Hablar más con las máquinas que entre nosotros
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