viernes. 26.04.2024

Amigos

Más allá del ambiente y de la pertenencia a una clase social determinada, lo que conforma una relación de amistad es una acentuada lógica que vincula afectos y sentires

– La señora Leo Hunter da muchos de estos almuerzos -continuó su nuevo conocido-; “fiestas del alma, efluvios de las mentes”, como observó, con sentimiento y originalidad, alguien que escribió un soneto a los almuerzos de la señora Leo Hunter.

– ¿Era alguien célebre por sus obras y talento? -preguntó el señor Pickwick.

– Lo era -dijo el hombre serio-: lo son todos los conocidos de la señora Leo Hunter; lo que ella ambiciona es no tener otras amistades.

– Es una ambición muy noble -dijo el señor Pickwick.

Los documentos póstumos del club Pickwick Cap. XV, Charles Dickens.

Más allá del ambiente y de la pertenencia a una clase social determinada, lo que conforma una relación de amistad es una acentuada lógica que vincula afectos y sentires. Ese sentimiento de consonancia o de identidad se deriva de una armonía en los fundamentos y maneras de actuar, en las sensibilidades y en los momentos y procesos en donde se decantan, es decir, en las actitudes. Y esa relación de conformidad de posturas y matices hace que los amigos atinen y encuentren en su propia explicación, sin olvidar que los amigos se traducen desde el origen en la comunicación e intercambio, de una evidencia que aligera cualquier posible preocupación o angustia. Los amigos aguzan la inteligencia.

Frente a lo anterior, encontramos no pocas aprensiones, prejuicios, que resultan de lo que creemos que debemos confiar del otro, una actuación y unas afecciones sin semejanza con las que proyectamos para nosotros mismos: evidentemente, esa antipatía hace que muchos grupos de amigos no sean más que una reunión -y peor, una amalgama- de amigos. Más aún, cuando el mayor lastre en estas relaciones cae en el camino más explosivo e inaudito, el equilibrio desaparece y las fuerzas de los márgenes inestables comienzan a minar al grupo como algo indiferente e insulso. Se dice que el término ‘amigo’ proviene del verbo latino ‘amare’. Siempre he creído que tiene más que ver con los de “me” y “cum”, “conmigo”, con ese estilo de vida, con esa filosofía de caminar juntos en lo bueno y en lo malo y, aun siendo diferentes, con esas sensibilidades, actitudes, vínculos y matices que decíamos al principio, porque si la vida se nutre de los grupos sociales, aún más de los amigos.

Lejos en el tiempo, en los siglos IV y III a. C., si los estoicos labraban la amistad en la polis, en el entendimiento cosmopolita, los epicúreos buscaban el bienestar en el perímetro reducido, en la amistad de dos amigos perfectamente escogidos. El hombre huye a gozar su conciencia, aislándose, siendo altruista viviendo para ellos:

Entre los bienes que la sabiduría aporta para la felicidad de la vida, ninguno mayor, ninguno más provechoso, ninguno más beatificante que la amistad.

Se escogen los amigos por amor del placer, pero por amor de los amigos se toman sobre sí los mayores trabajos.

(Epicuri fragmenta, 539 y 546)

Entonces, era un humanismo que no desconocía las inseguridades del ser humano, y las salvaba con una seguridad aún más resistente en las personas, en la vida. Siempre aprendiendo de los amigos. Tanto, que los caminos de ida y vuelta, las amistades que se emprenden y se reemprenden -nada en la vida ni en la amistad es inerte-, son enormemente capilares, se confunde, co-funde, hay cierta co-fusión, si los amigos se crean por las consonancias e identidades que antes decíamos -además de por la jerarquía de valores para actuar, las actitudes-, o es al revés, que los amigos son consonantes e idénticos en ese movimiento y energía de la amistad, como la que se supone en El festín de los dioses’ (1514), de Giovanni Bellini. O son las dos cosas al tiempo, más bien. Qué más da si lo que interesa es:

Dos decididos compañeros, cuando marchan juntos, son capaces de pensar y hacer muchas cosas.[Como Platón y Aristóteles en La escuela de Atenas, de Rafaello Sanzio]

(Diomedes, ref. Ética a Nicómaco, L. VIII, Aristóteles)

Cuatro décadas antes que Zenón y Epicuro -fundadores del estoicismo y epicureísmo, respectivamente- nacía el filósofo por antonomasia, Aristóteles, cuya gran proyección e influencia notable fueron no solo en filosofía; también en los campos del pensamiento social, de la ciencia o de la crítica literaria. Para él,

La concordia de los ciudadanos no carece de semejanza con la amistad, y la concordia es la que las leyes quieren establecer ante todo, así como ante todo quieren desterrar la discordia, que es la fatal enemiga de la sociedad. (…) Alabamos a los que aman a sus amigos, porque el cariño que se dispensa a los amigos nos parece uno de los más nobles sentimientos que nuestro corazón puede abrigar.

(Aristóteles: Ética a Nic., L. VIII,)

Termino este intento de honrar a mis amigos y de honrarme de ellos con otro texto que pertenece a una obra del anterior filósofo, menos extensa que la anterior, de tan solo dos libros, Magna moralia:

Cuando queremos contemplar nuestro rostro, lo vemos mirándonos en un espejo. De la misma manera, cuando queremos conocernos a nosotros mismos, nos miramos en el amigo, porque, como decimos, el amigo es otro yo.

(Magna moralia, II)

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