sábado. 27.04.2024

Torra, artículo cuarto: ayunar después de harto

Nadie comprende a Quim fuera de su reducido mundo indepe. Pero, ¿por qué habrían de entenderle? Cobra, vive, influye y deglute comida y sueños ajenos como presidente que nadie eligió.

Torra, por fin, hizo un ejercicio solidario. Fue a Montserrat y se encomendó al ayuno. Un médico, en el segundo día de tormento, le tomó la tensión al presidente, no fuera a ser que las constantes vitales declarasen malas noticias tras tamaño ejercicio de compromiso fisiológico. Quim Torra, al que un montón de malintencionados articulistas llevan largo tiempo poniendo frente al espejo de la chistorra por la supuesta cacofonía con el famoso embutido, decidió dejar de embaularse cualquier sólido y se aletargó en el desconocido mundo de la dieta radical. Lo primero lo desconocía, lo segundo no.

Él, que tanto ha escrito de las bestias salvajes, se retiró el bocado por unas horas

Sabido es que la fatiga del hambre merma la capacidad de discernir y sitúa al ser humano en las puertas de la sinrazón, a no ser que éste sea el estado natural del individuo ayunante, en cuyo caso el trámite de la falta de bocado es más suave. Debe ser por ello que el líder de la Generalitat salió del mismo tan desbocado como de costumbre. Él, que tanto ha escrito de las bestias salvajes, se retiró el bocado por unas horas.

Parece ser que el honorable se aplicó para sí el artículo cuarto de cualquier sujeto paciente de una dieta de postal: ayunar después de harto. Y encontró en su habitual galope independentista ese resarcirse que sólo los iluminados hallan tras un tremendo compromiso. Pero ahora quizá venga lo peor: el apretón. Porque, si tras el llamamiento que hizo a apretar (“apreteu”), el que termina apretando es él, cualquiera se coloca a su lado para convencerle de que la calle no es el mejor escenario para depende qué fines.

Nadie comprende a Quim fuera de su reducido mundo indepe. La malicia está instalada en la prensa española: esos arietes con pluma del mismo diablo que sugieren que, tras las 48 horas de sufrimiento al límite, llegan tiempos de langostas y cava. Pero, ¿por qué habrían de entenderle? Cobra, vive, influye y deglute comida y sueños ajenos como presidente que nadie eligió. Ay de aquéllos que han quedado en el carrer de ‘broken dreams’ y llevan meses, años, de ayuno forzado e involuntario. Y ya con una sola necesidad: Papá Noel manda papeo, que esto está muy feo.

Torra, artículo cuarto: ayunar después de harto
Comentarios