viernes. 26.04.2024

Nómadas, trashumancia y las vías pecuarias

Y es que por propia elección podemos ser libres, desprendernos de las cargas innecesarias que nos bloquean y hacer camino al andar, vislumbrando así y de esta manera nuevos horizontes 

En los comienzos de los tiempos el ser humano ha sido un nómada, hasta que llegó la era "del progreso" y "de la industrialización", que ya de una manera definitiva las personas se vincularon a las ciudades, las cuales muchas finalmente han acabado convertidas en inmensas metrópolis. Al "echar raíces" hemos querido poseer un terreno, construir una casa o adquirir un apartamento en el que poder vivir. Pero tras la crisis del 2008, mucha gente ha visto mermada su economía, por lo que ha decidido desprenderse de cargas para convertirse en nómadas que viven, literalmente, "con la casa a cuestas". Y es que el mito de la vida "on the road", no es nuevo, ya que ha estado muy presente en la cultura norteamericana desde los colonos a la "Generación Beat". Jack Kerouac (Jean-Louis Lebris de Kérouack), el novelista estadounidense del pasado siglo, y autor de la mítica novela "En la carretera" (1957), incitó en sus días a los jóvenes a vivir intensamente sus propias vidas "en la carretera".

Y es que por propia elección podemos ser libres, desprendernos de las cargas innecesarias que nos bloquean y hacer camino al andar, vislumbrando así y de esta manera nuevos horizontes y, en definitiva, nuevas perspectivas de por donde poder encauzar una vida con sentido y múltiples aventuras. Pues en el mismo momento en el que soltamos y vivimos en movimiento constante, aprendemos que el viaje actúa como símbolo de transformación y cambio.

Este es el gran beneficio de la forma de vida nómada que no es apta para todo el mundo y exige importantes sacrificios. Por ejemplo, la subida de los alquileres, el precio de la vivienda o la situación en el centro de las ciudades, alientan el éxodo hacia esta recuperada forma de vida que nos mantiene en el constante fluir. Ser nómada puede ser algo extremo, con esas altas dosis de adrenalina que alimenta a quien no tiene un rumbo fijo. Por eso hay que poseer orden y disciplina en esta nueva vida en libertad para no caer en abismos y precipicios peligrosos.

El nuevo nomadismo contemporáneo reúne a muchos jóvenes (y no tan jóvenes) que buscan una alternativa al sistema establecido. Y es que si una persona es capaz de reducir el espacio, desprenderse de aquello que no considera que es imprescindible, y al tiempo es capaz de aprovecharse de los beneficios que hoy en día ofrece el teletrabajo; en verdad esta persona puede realmente convertirse en nómada.

Por eso, y para quienes deseen vivir una vida de nómada (alternativa e itinerante), y al tiempo también quieran ser copartícipes en la difusión y expansión de una lengua y de una cultura que hoy está gravemente amenazada (como lo es el cántabru), nada mejor que ser un "embajador" o una "embajadora" de nuestra lengua allá por donde vayamos y estemos; siempre divulgando y siempre propagando nuestra cultura y nuestra identidad.

Por otro lado, si existe un modo de vida que aún hoy se encuentra íntimamente ligado a la tierra y en plena armonía con la Naturaleza, ese es la trashumancia. Esto podría resumir la filosofía de los comunales pastoriles que aseguran la sostenibilidad de los ecosistemas, y al tiempo, proporcionan alimentos de alta calidad en todo el mundo.

Pablo Domínguez, ecoantropólogo del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia, ha investigado durante décadas la vida de los comunales pastoriles del Mediterráneo, y explica que se trata de comunidades que "se gestionan mediante sistemas de gobernanza propia y se adaptan a los cambios sociales y ambientales".

Ese "gobernarse a sí mismos" es lo que podría hacer sumar nuevos alicientes al cántabru, una lengua que desea buscar nuevos caminos de expresión y expansión a través de una forma de vida que no está muy ligada, quizá aún, a la "modernidades y a sus cambios", pero que curiosamente es de vital importancia y trascendencia a la hora de asegurar la sostenibilidad del planeta Tierra.

Actualmente estos comunales ocupan aproximadamente un quinto del planeta, o si se prefiere, un espacio tan grande como lo pueda ser el continente africano. Por lo tanto, conservar su estilo de vida y su trabajo es esencial para la protección de la biodiversidad, ya que, como declara la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), "no sólo mantienen comunidades vibrantes y culturalmente únicas, sino que también están vinculados con muchas otras personas que dependen de sus actividades".

La trashumancia es un valor que los Gobiernos no deberían pasar por alto y olvidar (la noción de comunal tiene que entrar dentro de la legislación y no hacer lo contrario), pues sus valores, generalmente, no son reconocidos por los Gobiernos y las Administraciones públicas, salvo en casos excepcionales, como ocurre en el caso de Mongolia, donde la invisibilización de un trabajo tan necesario hizo que en 2019 este país (con una gran tradición pastoril) propusiera a la FAO la creación del Año Internacional de los Pastizales y Pastores (IYRP). Tras su aceptación, finalmente se ha proclamado 2026 como el año para concienciar sobre las comunidades pastoriles y los beneficios que aportan a la biodiversidad. Unos efectos verdaderamente positivos, pues según esta organización, "el pastoreo garantiza los medios de vida de millones de personas en el 75% de los países del mundo".

Sin embargo, su forma nómada de vivir contradice a la sociedad actual sedentaria que no comprende las diferentes dimensiones de su sistema de vida. Comunidades estas que son parte de nuestra historia, de nuestro pasado y también de nuestro presente que no podemos perder.

Y es que la función del pastoralismo es esencial para defender la productividad y el bienestar de los animales. Además, mediante la selección genética y los conocimientos ecológicos locales, los pastores pueden mejorar "continuamente la raza de sus animales, lo que les permite adaptarse a los cambios del medio ambiente, a las enfermedades y a los cambios en las preferencias de los mercados", explica la FAO.

No solo reducen la inseguridad alimentaria de sus comunidades, sino que incluso también las dependencias de los países de las importaciones. Y curiosamente a lo que se pudiera pensar, España es quizá el país de Europa en donde más presente está la trashumancia, por lo que las instituciones públicas deberían de tomar gran consideración y medida a su favor para no perder así un auténtico patrimonio vivo y singular de extraordinaria importancia.

Mientras este reconocimiento institucional llega, las personas y los colectivos se organizan con la intención clara de hacer posible que la economía local y rural de los territorios y los lugares en donde la trashumancia es aún una forma de vida y sustento no caiga en el olvido y la postergación, pues el servicio que hacen a la sociedad es incalculable al contribuir a la producción de alimentos de una forma sostenible y equilibrada, como la leche o la carne, además de que también ayudan a mantener y renovar las tierras, o incluso prevenir los incendios forestales; ya que sus animales eliminan el excedente de la biomasa incendiable que existe acumulada en los bosques.

Al hilo de todo lo anteriormente referenciado hay que decir que el pasado Domingo 10 de Julio de 2022 nació en España, y como rezan sus promotores: "() la primera Red Nacional de la Trashumancia con una idea muy clara: preservar, defender, apoyar, fomentar y divulgar al sector de la Trashumancia en España, así como todas las actividades relacionadas con esta". A continuación la página de enlace: https://www.concienciaeco.com/2022/07/08/nace-la-primera-red-nacional-de-la-trashumancia/

El que los lugares y los territorios en y por los que trashuman estas personas estén referenciados, aparte de en castellano, también en cántabru, es una manera original, bonita y muy simbólica de poder reconocer el formidable trabajo y la gran labor que realizan estas personas únicas y siempre especiales a las que siempre hay que apoyar y valorar; pues aparte de ello para muchas de ellas el cántabru es y siempre ha sido su primera lengua.

Por otro lado, las cañadas, los cordeles y las veredas por las que antiguamente transitaba la trashumancia, de una manera efectiva se podrían aprovechar para en ellas poner textos y referencias en cántabru.

Una ley aprobada el 23 de Marzo del año 1995 para la protección de las vías pecuarias de España y el libre tránsito de los rebaños por las cañadas, los cordeles y las veredas, bien merece el que se inscriban referencias en nuestra lengua a esta forma de vida que aún tan ligada está al cántabru. Sería una ocasión inmejorable para actuar sobre ellas poniendo de esta manera textos en cántabru y también en castellano.

Las cañadas reales han sido y son caminos que usan los pastores para trasladar estacionalmente al ganado desde hace miles de años. No fueron inventadas por el hombre, sino que más bien son las vías migratorias que usaban los herbívoros salvajes antes del Neolítico, y que después de su domesticación se siguen aún hoy usando, ya que el ganado sigue necesitando exactamente la misma forma de alimentarse.

Los extremos de las vías tienen climas distintos, cambiantes y diferentes. Uno de los extremos es un lugar de clima suave en Invierno, no demasiado riguroso, no cubierto de nieve, y con más o menos lluvia constante que mantiene el pasto verde durante la estación fría.

El otro extremo de las vías suele ser un lugar a gran altura, puertos de montaña en los que los cultivos son difíciles de realizar, y que durante el Invierno permanecen cubiertos de nieve, y durante el Verano se descubren poco a poco; gracias a lo cual se mantiene un clima húmedo, fresco y abundante de alimento.

Debido a su importancia e interés, tanto histórico como medioambiental, las vías pecuarias (no solo cántabras, sino también españolas) son un firme candidato a entrar en la lista del Patrimonio de la Humanidad.

Nómadas, trashumancia y las vías pecuarias
Comentarios