martes. 07.05.2024

Santoña es uno de los puertos pesqueros más importantes de Cantabria. Su actividad económica desde hace un siglo se ha sostenido, mayoritariamente, por las fábricas conserveras. El foco de reconocimiento siempre ha estado puesto en los marineros que salían a faenar. Nunca en las mujeres que convertían el bocarte en las anchoas que luego se consumen. De hecho, cuando los hombres piden trabajo en las empresas lo hacen para trabajar en el almacén o con la maquinaria. Un matriarcado que ha permitido sacar a adelante la industria conservera de la localidad y a sus familias.

Tanto cuando los hombres salían con los barcos, durante largos periodos de tiempo, como cuando no podían hacerlo, las mujeres se encargaban de cuidar a la familia; a la vez que pasaban largas horas en las fábricas, en duras condiciones, realizando un trabajo poco agradecido, para poder llevar dinero a casa. Suponían el seguro económico de toda la familia. Su trabajo pasaba de generación en generación entre las mujeres de la familia.

Los trabajos realizados casi en su totalidad por las mujeres siempre han estado poco reconocidos: las trabajadoras del hogar, las rederas, las ‘kellys’ o las sobadoras de anchoas. Todas estas labores comparten; el poco reconocimiento social y estar realizados, casi en exclusiva, por mujeres durante décadas. Algunos de estos oficios, viven un periodo difícil porque las nuevas generaciones no quieren seguir la tradición artesanal de este producto tan preciado.

anchoa
La anchoa es uno de los productos estrella de Cantabria

El trabajo de sobadora de anchoas no trata solo de enlatar el producto. Se trata de un minucioso trabajo artesanal basado en una gran habilidad manual, precisión para extraer la carne sin dañarla, paciencia, rapidez, eficacia y gusto; porque es un pescado pequeño y delicado.

Desde que llega a las lonjas hasta que las sobadoras la manipulan pueden pasar incluso hasta ocho meses. Primero el bocarte se sazona en barriles, una vez pasado el tiempo necesario, las mujeres lo limpian de uno en uno extrayendo la carne del pescado, separándolo de la piel y las espinas. Una vez limpias las enlatan. Esta tarea que parece fácil, en los primeros años la hacían de pie, años después y gracias a los avances laborales, lo realizan sentadas.

Un matriarcado que ha permitido sacar a adelante la industria conservera de la localidad y a sus familias

En los últimos años el trabajo de sobadora está descendiendo porque cada vez son menos las mujeres que continúan la tradición de sus madres, abuelas o bisabuelas. Y, a esto se añade: la guerra de los precios, la aparición de las marcas blancas o la búsqueda de mano de obra barata. Además, muchas anchoas llegan preparadas a Santoña, desde otros países, para ser enlatadas aquí y lucir su etiqueta.

El movimiento santoñismo, una comunidad nacida para promover la imagen de Santoña, realizó un crowfunding para poder publicar el libro ‘Sobadoras de anchoa. Historia de mujeres de Santoña’ escrito por Raúl Gil y fotografiado por Jon Astorquiza. Y que cuenta la historia de diferentes mujeres que han trabajado en las diferentes fábricas de Santoña una forma de homenajearlas tras tantos años de trabajo en la sombra.

MUSEO DE LA ANCHOA

El pasado 27 de octubre Conservas Ana María inauguro el Museo de la Anchoa, se trata de una muestra interactiva que recrea un barco encallado en el fondo marino y tiene como objetivo el divulgar la historia de la anchoa, desde que se pesca el bocarte hasta convertirlo en conserva. En el museo se podrán encontrar proyecciones audiovisuales, fotos antiguas y showcookings donde el visitante podrá elaborar un “octavillo” de anchoas, realizarlos ellos mismo y, por último, degustarlas. Además, los visitantes podrán disfrutar de una cafetería-tienda donde comprar y disfrutar de este manjar del Cantábrico. Una oportunidad de conocer la historia de uno de los productos claves de la región.

Sobadoras de anchoas, las ‘Kellys’ del Cantábrico
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