viernes. 26.04.2024

Despotismo, ruralidad y molinos de viento

Sin distancias que salvar hoy la Cantabria rural vuelve a los tiempos de Carlos III, todo por el pueblo pero sin el pueblo, todo por mantener la Cantabria rural pero sin tener en cuenta los sueños de los habitantes de los Valles.

Todo por el pueblo pero sin el pueblo, con esta máxima el despotismo ilustrado manejaba Europa en el siglo XVIII, desde Catalina la Grande en Rusia hasta José I en Portugal, los grandes monarcas europeos hacían un collage  en el que mezclaban los principios del absolutismo con los de la ilustración francesa. Una mezcla de ideas cuyo resumen final era una suerte de paternalismo por parte de la clase dirigente que negaba cualquier intervención del pueblo en la vida política. La aristocracia era la aristocracia y el pueblo el pueblo… entre medias  la nada.

Ese paternalismo despótico se repite en la actualidad, tiene su epicentro en Madrid y replica con gran magnitud en Peña Herbosa donde un gobierno regionalista asume con naturalidad su papel de ilustrados frente a su pueblo ignorante, un gobierno, con base rural que olvida de donde viene y dirige el destino de sus pueblos sin importarle lo más mínimo la opinión de los que en ellos vivimos.

Aquí el paisaje no es solo una foto, aquí el paisaje es vida

Sin distancias que salvar hoy la Cantabria rural vuelve a los tiempos de Carlos III, todo por el pueblo pero sin el pueblo, todo por mantener la Cantabria rural pero sin tener en cuenta los sueños de los habitantes de los Valles, todo por los cántabros pero decidido solo por los cántabros que sestean en despachos. Déspotas y presuntos ilustrados que hablan por su pueblo mientras  su pueblo pide a gritos ser escuchado.

Políticas que no entienden de sentimientos y que solo saben crecer a base de restar recursos, ideas felices que prometen solucionar el futuro de los Valles sin preguntar a sus moradores el destino que  quieren para su entorno, paternalismo insultante que desprecia la visión rural e impone la necesidad de otros al estilo de vida de unos, injusto reparto de la riqueza que siempre dejó de lado al campo y ahora se acuerda de sus recursos para, de nuevo, dejarlo con la cruz de la moneda.

Hasta los Valles hacen llegar el mantra de que el paisaje es secundario cuando la transición es necesaria intentando ridiculizar cualquier protesta que dé valor a este, pero aquí el paisaje no es solo una foto, aquí el paisaje es vida, es biodiversidad, es recurso, es economía, es futuro, es tradición, es identidad, es diferencia, es trabajo, es esperanza y además… es lo único que nos queda.

A nosotros, que por banda sonora tenemos al jilguero en primavera, al canto del miruello por San Juan y al trinar del colorín en el tardío; que de día escuchamos el relinchu del pitu real y de noche nos asusta el cárabo del bosque, a nosotros, que vivimos la  armonía de nuestro medio pretenden cambiarnos esta singular orquesta por el ronco ruido de un molino ¿de verdad no entienden que no es aceptable el trueque?

Gentes del despacho de Madrid, gentes del de Peña Herbosa, no lo entendisteis nunca ni lo entenderéis ahora, por eso aquí os esperamos, con la cabeza alta y los puños apretados

Me pone la piel de gallina ver a mis vecinos defender su monte, nietos de Corocota que aprietan los puños y defienden su esencia con dignidad y orgullo, gentes con raíces tan profundas que dejan pequeños los cimientos del mayor aerogenerador, ecologistas de verdad, de los que no necesitan aprender de los libros porque ya aprendieron de sus padres el valor de su entorno, conservacionistas auténticos que con su estilo de vida crearon un paisaje biodiverso envidia de medio mundo, personas unidas a la tierra a base de sudor y esfuerzo cuyos valores son imposibles de comprender en un despacho madrileño pero deberían de ser de sobra conocidos en uno de la calle Alta.

Ya perdimos todos los trenes en el pasado así que no podéis convencernos con ideas de futuro porque sabemos que ese futuro tampoco será para nosotros, sabemos que la luz de los molinos no iluminará nuestras escuelas, ni servirá para alimentar el trasporte público ni para que funcione el ordenador de la caja de ahorros. No, no servirá para eso y lo sabemos perfectamente porque todas esas cosas aquí ya se perdieron… solo nos queda paisaje, naturaleza, dignidad y orgullo y no estamos dispuestos a perder eso también.

Gentes del despacho de Madrid, gentes del de Peña Herbosa, no lo entendisteis nunca ni lo entenderéis ahora, por eso aquí os esperamos, con la cabeza alta y los puños apretados.

Despotismo, ruralidad y molinos de viento
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