viernes. 26.04.2024

Invisibilizadas y con miedo

Verano de 2022. Parece que por fin vamos recuperando nuestras vidas después de cómo la pandemia las paralizó. La vida cultural vuelve a funcionar a toda máquina y millones de jóvenes españoles vuelven a bailar, divertirse, asistir a conciertos, festivales, disfrutar y… tener miedo.

Semana tras semana las noticias de mujeres sufriendo pinchazos por la noche llenan los titulares. Sientes miedo de ir a esa fiesta que llevabas toda la semana esperando, o a ese festival del que tantas ganas tenías por si tú eres la próxima en ser pinchada inesperadamente entre la multitud que se aglomerará en esos sitios. En algunos casos, piensas, los pinchazos son una forma de sumisión química para abusar de ti; en muchos otros (la inmensa mayoría), solo te pinchan para asustarte. Un hombre ha decidido que su entretenimiento esa noche es generar miedo. Su diversión es ayudar a crear terror entre las jóvenes. En su cabeza, que cunda el pánico entre toda una generación de mujeres es divertido. Puro terrorismo incel.

Este miedo, que no se va, que se hereda generación tras generación, hace que sigan siendo tan necesarias políticas de igualdad

Este no es más que un nuevo miedo al que nos hemos enfrentado. Que se suma a una larga lista de violencias, pequeñas y grandes, evidentes o invisibles (más bien invisibilizadas) que sufrimos las mujeres. Este miedo, que no se va, que se hereda generación tras generación, hace que sigan siendo tan necesarias políticas de igualdad, de educación feminista, de educación afectivo-sexual. Sobre todo, hace que sea necesario seguir reclamando desde todos los aspectos de nuestra sociedad la obligación de acabar, de una vez por todas, con la violencia machista estructural de la sociedad.

De nuevo, este 25 de Noviembre llenaremos otra vez las calles bajo la lluvia, y miles de mujeres gritaremos al unísono que “¡Basta ya de violencia contra las mujeres!”. Sin embargo, somos plenamente conscientes de que el año que viene volveremos a estar, una vez más, repitiendo nuestras movilizaciones, porque un año más, nada habrá cambiado. Para la desgracia de toda la sociedad.

Hoy mis palabras reclamando el fin de la injusticia no se quedan solamente en los oídos de amigas y conocidas que se sienten de la misma forma,  sino sobre estas líneas que escribo y que estás leyendo. Los acontecimientos de este pasado verano han sido una gota más en el vaso que ya se derrama desde hace tiempo. Pero gracias a la cooperación y al trabajo en equipo, junto con otras personas, hemos decidido coger al toro de Osborne por los cuernos y poner nuestro granito de arena para que la vida cultural y de ocio de las cántabras sea un espacio seguro y más igualitario. Y digo igualitario, sí, porque el hecho de que en este pasado verano de media en los festivales españoles más del 80% de los artistas participantes fueran varones, no es más que una forma de invisibilización del trabajo femenino en la música y, porqué no decirlo, un caso de más de desigualdad estructural. Lo normal no debería ser que un colectivo que conforma la mitad de la población tenga una representación casi anecdótica en la vida cultural de este país. Y mucho más, cuando en realidad, la mayoría de los festivales de España están sostenidos en gran parte gracias a dinero público.

Queremos ser un lugar donde todas las personas asistentes se sientan seguras

Por eso, en las últimas semanas hemos decidido dejarnos la piel en organizar desde cero un festival que une música, artes plásticas, artesanía y literatura, formado por mujeres y abierto a todo el mundo sin distinciones ni discriminación de ningún tipo. Este festival, que esperamos que haya nacido para quedarse es el Verduleras Fest, que, como bien dice la RAE, verdulera es aquella mujer “descarada, que alza la voz más de lo debido”. Esas seremos nosotras este 26 de noviembre en el mercado de Sarón, nos haremos oír. Queremos ser un lugar donde todas las personas asistentes se sientan seguras. Un lugar donde los grupos que estén en el escenario estén formados por mujeres, y promover que esto no siga siendo una excepción en un mundo musical dominado por hombres. Y todo esto gratuito para todos los asistentes que por allí se quieran acercar. Porque la cultura ha de ser feminista, por supuesto, pero también ha de servir de elemento democratizador y que no deje a nadie fuera por no poder permitírsela.

Invisibilizadas y con miedo
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