viernes. 26.04.2024

La fuerza de una sonrisa

Cierto que las vacunas junto a la precaución parecen las únicas medidas que están dando algún alivio, así a igual número de casos es mucho menor la presión sobre los centros sanitarios, ello ha hecho que los gobiernos se preocupen mucho más por la economía, que por nuestra salud.

Son tiempos donde sacarnos una sonrisa cuesta más que bajar el recibo de la luz, por si fuera poco, ahí están las mascarillas para tapar muchas veces las mismas, menos mal que también se puede sonreír con el brillo de la mirada.

El cansancio se nota en todos, esta sexta ola que en principio parecía que iba a ser más leve, aunque ya estamos viendo como volvemos a las restricciones, al miedo,  a no poder comer con unos amigos y, lo que es peor, en los hospitales poco a poco las camas están ocupadas por enfermos de COVID, se empiezan retrasar operaciones programadas, para dejar solo aquellas urgentes. Es como una pesadilla que se repite una y otra vez.

Cierto que las vacunas junto a la precaución parecen las únicas medidas que están dando algún alivio, así a igual número de casos es mucho menor la presión sobre los centros sanitarios, ello ha hecho que los gobiernos se preocupen mucho más por la economía, que por nuestra salud. Ahora lo importante es la vacunación de toda la población, y se da como algo inevitable la convivencia con el virus. Es como si Ómicron con su gran capacidad de propagación hubiera roto las barreras, ahora el objetivo no es parar el virus, sino que nos haga el menos daño posible, sobre todo a nuestros bolsillos.

La presión sobre la población cada vez es mayor, da la sensación que con cada ola viene una nueva recaída de todos, esto nos está produciendo unos daños que todavía no han sido suficientemente valorados. Nuestra fuerza mental, nuestra voluntad cada vez está más minada y caer en los brazos del pesimismo es fácil. Lo que está sucediendo con las enfermedades mentales es digno de tener mucho más protagonismo, sobre todo es necesario poner lmedios para reparar el daño que se nos está causando.

Cuando uno tiene una caída y se rompe un hueso, rápidamente, se ponen todos los medios para curar la fractura; sin embargo, cuando se nos "rompe" algo en nuestro interior, en nuestra mente, la incomprensión sigue siendo una constante. Uno se pregunta dónde está ese plan nacional de la salud mental, da la impresión que duerme en algún cajón, cuando lo cierto es que cuando más se necesita puede ser ahora. Nos informan una y otra vez, sobre la falta de profesionales. Sufrimos el olvido por parte de las instituciones, volvemos a las hermosas palabras que luego los hechos les sacan las vergüenzas.

Las noticias son un chorreo de negatividad, de número de afectados, de medidas restrictivas, de aquellos que se nos van para siempre, en esta atmósfera de pesimismo, encontrar a personas que te reciban con una sonrisa, es como encontrar una luz en la oscuridad.

Cada vez se necesita más ese mágico poder que tiene una sonrisa, que alivia tensiones, te hace sentir más cómodo; esta sonrisa y la amabilidad  cuando las recibes en ambientes delicados, cuando vas de los nervios o con un dolor de mil demonios, o con unos nervios que saltan solos, tiene mucho más valor.

A veces, solamente queremos un poco de compresión, una mirada amable que nos indique "tranquilo, no hay mal que cien años dure, ni..." aunque conozcamos la segunda parte de la frase. Eso sí, las sonrisas y la amabilidad no solo hay que pedirlas a los demás, también podemos repartirlas nosotros en estos tiempos donde tienes la impresión que todo se mide a peso y en su valor económico. Aprovechemos que todavía desde las autoridades no nos han puesto un impuesto a la sonrisa o a la amabilidad, también es cierto que no hay que darles ideas, no sea que en lugar de sonreír, se rían ellos de nosotros. La sonrisa es tremendamente democrática, la puede regalar cualquiera y su beneficio es para todos. A cualquiera de nosotros nos puede salir una, simplemente buscando entre nuestros recuerdos aquello que nos llegó al corazón y así te encuentras esbozando ya la misma.

Recibir a otra persona con esa sonrisa es enviarle un mensaje positivo, sin tener que pronunciar ni una sola palabra, es abrir el camino de la cordialidad, y en una sociedad donde parece que la alegría en ciertos ámbitos es sinónimo de poca seriedad o incluso peor, de inconsciencia, igual nos lo tenemos que hacer mirar.

Según vamos acumulando años y se supone que sabiduría, parece que tendemos a perder esa parte positiva de la alegría que transmitimos a los demás, como si la seriedad fuera un bien superior y fuente de eficacia. A veces, llevar la sonrisa permanente puede ser incómoda y hace perder valor a la misma, mas no seamos tacaños con ellas. 

Dicen los que saben de esto que regalar sonrisas es bueno para quien las da y para quien las recibe, porque nos proporciona una sensación de bienestar, reduce el estrés, segregamos serotonina, endorfinas, oxitocinas,... las llamadas hormonas de la felicidad e incluso reduce la presión arterial y el dolor.

Igual no es para tanto, no obstante con lo poco que nos cuesta y lo mucho que aporta, no debemos dejar de practicarla.  Además de no tener contraindicaciones, las sonrisas son contagiosas y en estos tiempos recibir un contagio positivo se agradece mucho más, así que recibe mi más amplia sonrisa.

La fuerza de una sonrisa
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