viernes. 26.04.2024

Mundial, capitalismo e interpasividad

Las críticas se centran en la dictadura catarí y su represión contra las mujeres y el colectivo LGBT, los miles de trabajadores que han muerto y sufrido accidentes en la construcción de los estadios, el impacto ecológico indeterminado y las irregularidades en la elección del país árabe como sede.

El Mundial que se celebra estos días en Catar se ha topado con unas críticas poco habituales para este torneo, que suele contar con el beneplácito de espectadores y medios de comunicación. Las posturas se colocan en un gradiente que va desde el rechazo de Philipp Lahm o Shakira a Xavi Hernández o Guardiola como “embajadores” al servicio de Catar, pasando por la posición de Luis Enrique cuando defiende que él es entrenador y las explicaciones debemos pedírselas a la FIFA.

Las críticas se centran en la dictadura catarí y su represión contra las mujeres y el colectivo LGBT, los miles de trabajadores que han muerto y sufrido accidentes en la construcción de los estadios, el impacto ecológico indeterminado y las irregularidades en la elección del país árabe como sede. Hay quien alega que gracias a la celebración del evento se ha producido una apertura en sus leyes; parece más un peaje que el régimen catarí se dispone a pagar que convencimiento real.

La elección de Catar como sede del torneo tuvo lugar hace una década. En estos años ha dado tiempo a que los dirigentes de entonces de la FIFA y otras federaciones asociadas hayan caído en el ostracismo por delitos y escándalos relacionados con el tráfico de influencias. Incluso el FBI intervino y filtró información esperando sacar recompensa para su país en forma de próximo Mundial. Por otra parte, los mundiales celebrados esta década no han dejado de tener aspectos sonrojantes, con el ejército brasileño vaciando favelas en 2014, o el siguiente en la Rusia del hoy odiado Putin. Teniéndolo en cuenta, no parece tener mucho sentido que ahora nos rasguemos las vestiduras.

Hay quien alega que gracias a la celebración del evento se ha producido una apertura en sus leyes; parece más un peaje que el régimen catarí se dispone a pagar que convencimiento real

La FIFA como organización es sintomática del sistema económico y la organización social. Capitalismo y jerarquía son los responsables de que hoy se celebre el Mundial en Catar. El mundo es movido por élites financieras y políticas -capacidad de grandes decisiones- regionales que compiten descarnadamente y sin reglas en un mundo multipolar por las más altas cotas de dinero y poder. Dentro de ese marco se mueve la FIFA y el interés de Catar por organizar un torneo deportivo mundial.

La FIFA no es democrática ni ética; su dinámica de acción es el tráfico de influencias y los intereses económicos. Es más, atenta contra la libertad de expresión al amenazar con sanciones económicas a equipos que exhiban determinados mensajes políticos durante la celebración de partidos.

Este Mundial nos pone ante el espejo de lo que somos. Digo de lo que somos porque con la pasividad individual aceptamos colectivamente las reglas del juego promovidas por entidades como la FIFA o la familia real catarí. Es la tesis de la servidumbre voluntaria. Porque a pesar de todo, no dudemos que este mundial va a ser un éxito en términos económicos y de influencia. Según Robert Pfaller, la interpasividad se produce cuando un episodio -en este caso el Mundial- muestra las miserias del sistema pero no produce rechazo social, sino que lo perpetúa al situarnos subjetivamente en posiciones críticas pero emitiendo una conducta que promueve lo hegemónico.

Se produce una falla entre pensamiento y acción. Muchos espectadores compartirán en redes sociales la imagen del equipo alemán tapándose la boca como protesta ante la falta de libertad de expresión, dando a entender que se alienan con ese derecho e incluso con un programa político más amplio; sin embargo, verán partidos del torneo, con lo que serán un espectador más que contribuya al éxito de audiencia. Según Slavoj Zizek, “aun cuando no tomemos las cosas en serio, aun cuando mantengamos una distancia irónica, aun así lo hacemos”.

La FIFA no es democrática ni ética

Un grupo de clubes de fútbol españoles autogestionados por sus socios ha emitido un comunicado en el que exigen responsabilidades a la FIFA y llaman al boicot. Apoyan un movimiento internacional con más recorrido en otros países europeos. Resulta curioso que a pesar de las “críticas” aparecidas en medios de comunicación españoles como El País no se llame a la única acción eficaz en el plano material: no contribuir a la audiencia.

Lo entendemos mejor cuando sabemos que un miembro de la familia real catarí controla el 4,91% de las acciones del grupo PRISA. Como decía la canción de La Polla Records “en este mundo todo está bajo control”.

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