viernes. 26.04.2024

Esperanza, verdad y entendimiento. Todo puede de nuevo volver a suceder

En verdad ser una persona consciente es muy fácil, y también muy simple. Todo lo que hay que hacer es pensar por si mismo, y también estar atento, meditar, observar y razonar. Pero si la persona es desposeída de una lengua origen (en la cual esta estudia, analiza, percibe, siente, etc) entonces es muy fácil, francamente, hacerle no independiente y autónomo, libre y emancipado.

Las fuerzas y los grupos organizados que aún mantienen atenazado al cántabru son el miedo y la ignorancia, pues sabemos que la instrucción y el conocimiento nos permiten tener valor, sabiduría y verdad; de manera que nunca más volvemos a ser esclavizados y atenazados por los “otros” sin nuestro consentimiento. En verdad, la experiencia produce sabiduría, por lo tanto, la lección es: vivamos nuestra propia grandeza y seamos nosotros mismos, porque la mayoría de las personas aún no saben quién es su yo verdadero, así como la razón y el motivo por la cual viven la experiencia humana llamada vida. Por eso, y por lo tanto, cuando tengamos el conocimiento y la sabiduría seremos libres, y entonces, ya nunca nadie podrá de nuevo volvernos a manipular.

No dejemos, por lo tanto, que nos esclavice el miedo, ni tampoco nos dejemos atrapar por la conciencia social dirigida, que hoy más que nunca carece de personalidad y genio. Seamos, en verdad, el soberano y la soberana de nuestra propia verdad y entendimiento, y seamos (principal y fundamentalmente) libres de vivir según nuestros propios designios y voluntades; pues cuando esto sucede ya nada jamás ni nunca podrá derribarnos y abatirnos. Ya que la comprensión del conocimiento mediante la experiencia, al final es lo que nos proporciona la verdad y la sabiduría, la ilustración y el conocimiento.

¿Y qué es la verdad? Aventurarnos a sobrepasar las fronteras de la conciencia social que previamente han sido preestablecidas y estandarizadas (normalmente por los estados y las religiones, las corporaciones y los grupos de poder); para así impedir el desarrollo de la capacidad de la autocrítica y el empoderamiento del ser humano: independencia, libre albedrío, autonomía, voluntad, etc. ¿Con qué fin? Con el fin de impedirnos que surja y se manifieste el estado de alegría y dicha, pues si este no se da, la persona, el grupo, el pueblo, la sociedad; permanece esclavizada para siempre en la ilusiónde la programación inducida y exhortada de la conciencia social aborregada y dirigida.

En verdad ser una persona consciente es muy fácil, y también muy simple. Todo lo que hay que hacer es pensar por si mismo, y también estar atento, meditar, observar y razonar. Pero si la persona es desposeída de una lengua origen (en la cual esta estudia, analiza, percibe, siente, etc.), entonces es muy fácil, francamente, hacerle no independiente y autónomo, libre y emancipado. ¿Por qué? Porque dependerá para su normal desenvolvimiento de la programación neurolingüística (que antes y previamente ha sido impulsada por una realidad anuladora), con el fin de invalidar y suprimir una realidad que suponga un contrapeso a su poder y autonomía.

Cuando una lengua es anulada y/o sometida por otra (como le sucede desde hace casi tres siglos al cántabru), la vencida entra en el campo de una esfera llamada transculturización. El diccionario de la _Real Academia de la Lengua Española_, define a este término como: _“Recepción o adopción por parte un pueblo o grupo social de formas culturales procedentes de otro pueblo, que sustituyen completa o parcialmente las propias”_. Por lo que se podría decir que la transculturación es un proceso gradual por el cual una cultura propia o singular adopta rasgos de otra, hasta finalmente culminar este proceso en una aculturación.

Generalmente se ha supuesto que la enseñanza o el intercambio de rasgos que van desde una cultura “más desarrollada”, a otra “menos desarrollada”, parecería que esto puede o pudiera ocurrir sin conflictos. Sin embargo, se observa (y la experiencia demuestra) que la mayoría de las transculturaciones son muy conflictivas (en especial para la cultura “receptora”); pues al final y a la larga una termina por anular y borrar (por completo o casi por completo) a la otra.

Por lo tanto, el mensaje sería: trabajemos inteligente y diligentemente en la cronología de nuestro tiempo lineal, a fin de poder así cambiar nuestra manera de pensar y de obrar, ya que cuando esto sucede, todas las puertas del entendimiento se abren permitiendo que surja y florezca una nueva realidad, afianzándose así y de esta manera nuestra mente; para ya nunca más convertirnos en una mediocridad sin rostro y sin identidad. Y es que cuando nos abarcamos a nosotros mismos a través del discernimiento, nos convertimos al final en la suma de muchas realidades pasadas y presentes.

No seamos por más tiempo la extensión o la escenificación de la necesidad de nadie, empleando para ello una lengua que no es la nuestra verdaderamente. Por el contrario, contemplemos lo que siempre ha estado frente a nosotros, porque en verdad hay suficiente espacio en nuestra mente para la observación y la aclaración, el análisis y la percepción. No nos sometamos, ni tampoco aceptemos la conformidad de una lengua que nosotros no elegimos, pues ¿quién puede decirnos como y de qué manera tenemos que vivir y obrar, sentir y trabajar por o para la aprobación de los demás, que a lo mejor ni tan siquiera van a estar a nuestro lado el día de nuestra muerte?

Cuando los estados modernos de finales del siglo XX y principios del siglo XXI, aún logran contactar con sociedades que todavía no han sido “maleadas” y “convenientemente encauzadas”, enseguida se observa en ellas como éstas entran en agudos e irreparables procesos de desconexión con su esencia más genuina y auténtica. Esto lo sabe y conoce la antropología desde hace ya muchos años.

La buena noticia es que no importa que haya transcurrido una o varias generaciones tras el fatídico proceso de “anulación”, pues el cerebro (una máquina en verdad prodigiosa, que alberga nuestras vivencias más antiguas y pasadas), una vez restituido y reestructurado en su cultura y en su lengua madre a través del aprendizaje, el cual acelera la evolución (el cerebro siempre activa el programa de su memoria); enseguida será capaz de tener más lucidez y autonomía, independencia y discernimiento. Y así podrá ser capaz de mirar con más raciocinio y sensatez un mundo con cada vez más ocasiones y posibilidades, que las únicamente ofrecidas por esa únicamente parte contrayente (y a veces no autorizada) para desposeer a otra lengua de sus verdaderas esencias y misterios.

 Por lo tanto, ¿a qué estamos esperando para crear nuestro momento y nuestra realidad? ¿Cómo sería nuestro día si supiéramos que lo que pensamos y decimos importa, y que, además, es el marco en el cual se estructura toda nuestra realidad? ¿Acaso no nos hemos parado nunca a pensar que pasaría si volviéramos de nuevo a reaprender y a utilizar la lengua de las personas que antaño nos han precedido hasta no hace muchos años? Veríamos como de nuevo todo un mundo de percepciones y sensaciones, impresiones y premoniciones, nociones e imágenes evocadoras vuelven a sucederse... como por arte de magia.

Proyectemos por lo tanto ahora, y en este mismo instante, nuestro más inmediato futuro, ya que todo lo que ha estado oculto hasta este mismo instante, ahora es de nuevo revelado y mostrado. Convirtámonos, por lo tanto, en una luz para los otros, que quizá, a lo mejor, con prontitud seguirán nuestra estela; pues la libertad de conocernos a nosotros mismos es una tarea ardua, y en verdad, afanosa. Ya que si el pensamiento está restringido, entonces la esperanza y el entendimiento serían el permiso de pensar fuera de los límites de la restricción y de lo establecido; ya que cuando esto sucede aparece lo extraordinario.

Esperanza, verdad y entendimiento. Todo puede de nuevo volver a suceder
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