viernes. 26.04.2024

Dejando atrás el Parlamento de Cantabria, y sus resoluciones en el aire, siguiendo por la calle Alta, con una leve inclinación vamos recorriendo la misma, casi de punta a punta, y  después de un buen trecho llegamos hasta la Plaza de Cuatro Caminos, no la de toros, sino la de la rotonda.  Por el camino no había demasiadas fuerzas para gritar consignas, y más parecía una marcha de silencio por tramos. Hasta que Angelines volvió a coger el megáfono y nos despertó de letargo en el íbamos cayendo. 

Pocas veces hemos hecho este trayecto, aunque alguna más en sentido contrario, pero siguiendo el camino de buscar justicia vamos del Parlamento a la sede del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria.

Esta plaza, o más bien rotonda de Cuatro Caminos, se podría llamar de seis calles y avenidas, ya que en ella confluye además de la Calle Alta, calle Vargas, y Camilo Alonso Vega, la avenida Valdecilla,  la calle Jerónimo Sainz de la Maza, así como la que tomaremos nosotros una vez pasado este núcleo de comunicaciones  tan importante en la distribución del tráfico por Santander, la avenida Pedro San Martín.

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En esta rotonda se encuentra un curioso monumento, algunos ven en él un mapa del mundo, otros una extraña esfera, muchos le llaman el monolito de Cuatro Caminos. Lleva más de seis décadas y pocos son los que saben que esa escultura, por lo visto, se erigió en conmemoración del centenario de la reconquista de Sevilla y es obra del arquitecto municipal Ramiro Sainz Martínez.

Hay lugares por los que pasamos tantas veces que son parte del paisaje, así nuestra marcha ha rodeado tal monumento en muchas ocasiones, pero íbamos demasiado preocupados como para leer sus inscripciones, y los que van en coche no es cosa de dejar de prestar atención al tráfico de la rotonda, que es bastante peligrosa 

Además, éramos conscientes del atasco que produce cortar esa vía de comunicación, y tratábamos de molestar lo menos posible, en esto siempre hemos tenido especial cuidado con los demás ciudadanos, que no tienen que soportar las penas de otros. Eso sí, a veces no queda más remedio para que te vean y para que sientan que pasas por ciertos lugares.

Subiendo la pequeña cuesta de la avenida Pedro San Martín, aunque con el cansancio toda cuesta, cuesta lo suyo, ya estamos en su número 10, la sede del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria, donde, en otros tiempos, estaba el convento de las Salesas, 

Antes de la propia existencia del actual Tribunal Superior de Justicia de Cantabria, existía la Audiencia Provincial de Santander, actualmente Audiencia Provincial de Cantabria, y tenía su sede en la calle Alta, por donde hemos venido. Esta institución era la máxima representación judicial en Cantabria, pero con dependencia orgánica de la Audiencia Territorial de Burgos. 

El  Tribunal Superior de Justicia de Cantabria se  instaló en el antiguo convento de las monjas Salesas como sede del alto tribunal de la Comunidad Autónoma, y también la Audiencia Provincial. Desde su creación, este tribunal ha tenido cuatro presidentes: Claudio Movilla, que lo fue desde su creación hasta enero de 1997; Francisco Javier Sánchez Pego, que accedió al cargo en marzo de ese mismo año y lo abandonó en septiembre de 2004, César Tolosa Tribiño, presidente desde diciembre de 2004, y José Luis López del Moral, que tomó posesión de su cargo el 9 de marzo de 2015.

Nosotros hemos tenido contacto directo con los dos últimos presientes del TSJC. Con Cesar Tolosa han sido muchas las reuniones en su despacho, y sin duda, mucho lo que de sus sabios consejos hemos aprendido. Fue por el año de Dios de 2005 cuando en una reunión con el mismo, le hacíamos ver la situación de injusticia que es, que los culpables no paguen las penas, y las familias inocentes estemos sufriendo las condenas. Él siempre ha sido un hombre amable, y de una fina y cuidada oratoria, gran jurista, actualmente es el presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo. 

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Algunos de los reunidos con allí teníamos la sentencia de derribo firmada por él mismo, era como si fuese nuestro verdugo, pero la habilidad de Cesar Tolosa para comentar la realidad desde su punto de vista jurídico es tal, que pronto era como si tú la vieras desde ese mismo lugar también.

Siempre mostró su comprensión, y nos decía que nosotros teníamos nuestro derecho a la libertad de expresión, que nosotros sí teníamos razones para quejarnos, ahora bien, otros, igual antes de mirar hacia los tribunales, tenían que hacerlo hacía las instituciones que representaban, ya que ellas son eran las condenadas en los procesos judiciales y no nuestras familias.

Cuando le hacíamos ver la necesidad de que se tomaran medidas que protegieran a los que no tienen culpa, las víctimas de las propias instituciones, él siempre nos decía “los jueces aplican normas, no legislan; si el legislador no nos da las herramientas adecuadas, los jueces poco podemos hacer”. Además estamos en ejecución de sentencias, algo que complica, y mucho, la situación, para hacer cambios profundos, por ello, tienen que ser el legislador el que se ponga a trabajar, y solucione los problemas creados a tantos ciudadanos, que nosotros comprendemos su situación, pero difícilmente podemos ayudarles, si no tenemos las normas, esas herramientas adecuadas para ello”.

El entonces presidente del TSJC, Cesar Tolosa,  nos indicó el camino, “la forma de hacer justicia es el acuerdo entre las partes”, nada impide al condenado, a las Administraciones, llegar a acuerdos con los que son las víctimas de sus comportamientos, de sus ilícitos. 

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Nada es más costoso que llevar décadas de pleitos gastando los recursos privados de los afectados y, sobre todo, los públicos, que se dilapidan en procesos eternos; es como si las horas de funcionarios, técnicos, asesores jurídicos, y de la maquinaria de la justicia, fueran gratis. Cuántas horas dedicadas a sentencias, autos, providencias…, en definitiva, resoluciones judiciales, que una y otra vez ven la luz, pero no dan la solución, y los problemas se enquistan, se enredan, se hacen eternos y siguen haciendo un profundo daño a nuestra sociedad.

A veces es más importante saber escuchar, y sobre todo cuando la situación que defiendes es sobradamente conocida, por ello, y sobre todo, nuestra incidencia en la necesidad de la protección de la justicia, de abrir nuevas vías, que no nos conduzcan a esfuerzos baldíos y sin sentido, sino a que las soluciones sean reales.

La falta de un conocimiento profundo del funcionamiento de la justicia, puede confundir unas palabras o incluso una posición de un magistrado, con lo que es una resolución de una Sala, de un organismo colegiado, con posiciones que pueden ser mucho menos flexibles. 

Durante un tiempo los afectados vieron cuatro jinetes del apocalipsis que les habían atropellado y herido profundamente, por una parte los ayuntamientos afectados por los derribos y verdadero germen del problema, por otras el Gobierno de Cantabria con su presidente, Miguel Ángel Revilla, a la cabeza, condenado subsidiariamente en las sentencias de derribo, y que sus actuaciones, a través de la Comisión Regional de Urbanismo, han dejado y aprobadas construcciones que luego han sido declaradas ilegales, haciendo un profundo daño a cientos de familias. 

El tercer jinete es el demandante, ARCA, está asociación, usando la acción popular de una manera desmesurada, contra todo lo que se construía en ciertos lugares, y no en otros, había cogido como rehenes a cientos de familias para aprobar normas urbanísticas, según confesiones de los dirigentes de ese grupo a los medios de comunicación. Para ellos “los fines justifican los medios”, y no les importan los daños colaterales para conseguirlos, ni dejar a cientos de familias a los pies de los caballos y totalmente desamparadas. 

Por último, y de gran importancia el que termina sentenciando las viviendas al derribo, la justicia. Para la justicia son muchos los reproches, y no se comprenden bastantes de sus actuaciones. En un principio, nadie entiende la su falta de actuación en la protección de los ciudadanos. 

Se puede entender una sentencia de derribo en un lugar determinado, dos e incluso tres, pero lo que no tienen sentido, y parece una auténtica locura, es que haya 16 sentencias de derribo en menos de dos años, en un ayuntamiento como el de Argoños, con 5.5 kilómetros cuadrados de extensión, esto es, el segundo más pequeño de Cantabria, que llegue a tener el 20% de su territorio urbano con sentencias de derribo, y que desde la justicia no se haya tomado ninguna medida cautelar, de protección a los compradores. Cuando esa misma Sala de los juzgados de lo contencioso-administrativo iban sumando sentencias, una tras otra, ¿no se daban cuenta de lo que pasaba?, ¿por qué dejaban que se siguiera construyendo ilegalmente?, ¿por qué no se tomó ninguna medida?, ¿dónde estaba la fiscalía?, ¿hacia dónde miraba la justicia cuando ocurría todo esto? 

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Con ser muy grave lo descrito, lo que es una aberración judicial, es que los perjudicados, las familias dueñas de las viviendas, ni pudieran defender sus legítimos derechos, ya que ni sabían que se estaban produciendo esos procesos judiciales, y cuando se enteraron, ya existía una sentencia de derribo sobre las mismas, esa indefensión es algo que nunca podremos comprender de la actuación de la Justicia. 

Que una familia viva en su casa, que esté pagando su hipoteca, y que un día se entere, por los medios de comunicación, de que sus viviendas tienen una sentencias de derribo. Esto lo cuentas y no te creen, te dicen que es mentira, que la justicia no puede funcionar tan mal. Pues esto es real, ha ocurrido aquí en Cantabria, ni y no hay nadie ni inhabilitado, ni  ha sido declarado culpable por estas actuaciones o por la falta de las mismas. Cuánto daño por funcionar mal las instituciones, los ayuntamientos, el Gobierno,  la justicia, y unos demandantes que no quisieron ver el daño que hacían con sus actuaciones.

Por otra parte, y sobre todo porque desde AMA se enseñó, mediante cientos y cientos de manifestaciones, el daño que se ha hecho y se nos está haciendo. La justicia fue más sensible con los afectados, así primero condenó a las Administraciones culpables, a los ayuntamientos afectados y al Gobierno, que hasta ser condenados por daños morales y patrimoniales no querían saber nada de las víctimas de sus actuaciones.

Es destacable la condena por daños morales, al Gobierno y ayuntamientos, antes de efectuarse el derribo de las viviendas por como dicen las sentencias, el daño estaba hecho, el miedo, la zozobra, el dolor a cientos familias estaba realizado. Ver los informes de los psiquiatras presentados en los procesos judiciales sobre la situación de las víctimas es bajar el infierno de Dante, es ver tanto dolor y sufrimiento, que parece mentira que unas instituciones públicas puedan hace tanto daño a los afectados. Ansiedad, miedo, depresión, estas son las patologías más leves, hay enfermedades mentales, e incluso algún suicidio. Este es parte del daño realizado por quienes no cumplieron con sus obligaciones, las institucionales y que después de más de dos décadas todavía no lo han reparado, y siguen echando balones de administración a administración, una auténtica vergüenza e injusticia.

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Ante el convento de las Salesas, ante el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria también ha sido muchas las veces que los afectados hemos ido a gritar la injusticia cometida, Sin duda, quien más veces han estado allí chillando sus verdades ha sido el Grupo del Jueves, durante años, un jueves tras otro, allí estaban nuestros amigos de este Grupo. Recuerdo que una vez venía de la Universidad de Cantabria para incorporarme a la concentración y, a los pocos minutos, una persona, preguntó por el presidente de AMA, ya que el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria quería hablar conmigo. La verdad es que me sorprendió mucho, era habitual que nosotros pidiéramos ver a los representantes de la justicia, pero al contrario no lo era lo habitual, por ello, camino al despacho le preguntaba al funcionario a que se debía esa llamada. Él se encogió de hombres y me dijo que no tenía ni idea. 

Al llegar al despacho del Presidente, su cara era de pocos amigos, yo le saludé cordialmente y él me devolvió el mismo con corrección pero con distancia. 

Enseguida me pregunto quién era el que hablaba por el megáfono, me sorprendió la pregunta, así que, antes de dar ningún nombre, le dije pregunté a qué se debía su interés. Me echó una mirada de esas, que dices, ¿qué le debo? A mí me estaba entrando temor a que hubiéramos hecho algo ilegal, o cometido algún tipo de infracción, pero no era capaz de saber cuál, ya que nosotros, como siempre, habíamos pedido todos los permisos pertinentes para nuestras concentraciones.

Se había levantado y andaba por el despacho como gato enjaulado, se sentó y me mandó sentar.

- Vamos a ver Antonio, yo soy una persona muy tolerante, siempre doy los permisos para que se puedan hacer las concentraciones que Uds. le piden a la Delegación del Gobierno, pero hay cosas que son insoportables. 

Mi cara cada vez era un poema del mayor asombro, pensaba para mí, aquí la hemos liado, pero, ¿por qué?

- Ese señor que tiene el megáfono, ¿para qué le dejan Uds. el mismo?

- Bueno, es uno de los portavoces de nuestra Asociación y un hombre que pide simplemente justicia

- Lo que pide y lo oigo perfectamente, y para ello no necesita megáfono.

- Perdone, no le entiendo

Yo no salía de mi asombro, cada vez entendía menos la llamada del presidente del TSJC.

- Si, Antonio, ese señor nos tiene locos a todos en este edificio

- ¿Por qué me dice eso?

- Porque es insufrible, su voz traspasa los gruesos muros de este edificio, y estoy recibiendo quejas de incluso las salas donde se realizan los procesos judiciales, desde donde me dicen que no pueden escuchar ni a los que están el mismo, ya que la fuerza de la voz de ese señor llena todo el edificio.

- Presidente, ¡no será para tanto!

En buena hora se me ocurrió decir esto. El presidente del TSJC se volvió a levantar, 

- Uds. no trabaja aquí, no escucha su voz ininterrumpidamente durante más de una hora de este señor, esto sí que es un verdadero castigo.

Se me escapó una leve sonrisa, primero porque al menos el tema era menor y no nos habíamos metido en ningún lío, y luego, porque de alguna manera era lo que se intentaba, que se enteraran del daño que nos estaban haciendo.

- No se sonría, que esto nos está poniendo de los nervios, ese hombre es una metralleta, sus chillidos son insoportables, y las quejas de los demás jueces y funcionarios ya han sido muchas, por lo cual tendré que tomar medidas.

- Bueno, presidente, él simplemente está ejerciendo su derecho a gritar la situación tan injusta que está viviendo.

- No, lo dudo, pero eso no puede interrumpir los juicios, que un día alguno de los acusados se nos va a negar a estar en los procesos, por considerar que les llevamos a una tortura.

Aquí, se rompió el hielo, y casi a coro nos salió una carcajada, 

- Bueno, igual he exagerado un poco, pero eso sí, solo un poco. Tengo que tomar medidas para proteger el trabajo en el Tribunal Superior de Justicia, ya que su labor es esencial y no se puede trabajar con este ruido externo, a veces ya tenemos bastante con el interno. Pero escuche, escuche, si casi no podemos hablar nosotros.

Era cierto, que la voz de nuestro amigo entraba por aquellos gruesos muros como el cuchillo en la mantequilla. 

- Usted dirá, nosotros no queremos molestar, pero si queremos que se nos oiga, y sobre todo que se den soluciones a los graves problemas que las instituciones nos han causado.

- Son varios las medidas que puedo tomar desde prohibir esas concentraciones, hasta pedir que se hagan a una distancia donde ese ruido sea soportable. Pero hombre de Dios ¿no tienen Uds, otro portavoz que tenga una voz menos fuerte?

- Presidente, creo que esto es un tema menor, nosotros nos comprometemos a solucionarlo, pero nos gustaría que el TSJC también se comprometa a tener mucha más sensibilidad con las justas peticiones de estas familias.

- De esto Ud. y yo hemos hablado mucho, una cosa son los deseos de este presidente y otra las actuaciones que libremente puede tomar una Sala, de la que yo ni soy parte.

- Con todo, trasladaré la inquietud de su colectivo, que créame, la conocen perfectamente, ya que a ese hombre le han escuchado con absoluta claridad, y no entro en los mensajes, que algunos pueden rozar la legalidad vigente, pero sé del respeto, de la asociación que Ud. preside con las instituciones, Uds. son muy dueños de manifestarse ante quienes lo crean conveniente, pero igual, piénselo, se están equivocando de sitio, pero esa es su decisión. Lo único que le pido es que podamos trabajar y que no tenga que tomar medidas para proteger al personal que aquí trabaja. 

- Soy simplemente alguien que cumple con las resoluciones que toma la Ejecutiva de AMA, en la que, a veces como Ud., ni estoy presente, y sobre todo de las decisiones que se tomen en las reuniones de los afectados, pero tenga por seguro que nuestra intención no es molestar a nadie, es pretendemos simplemente, lo que Ud. sabe perfectamente, que se haga justicia con nuestro colectivo.

Se levantó, me extendió su mano.

-  Gracias sé que su asociación, como ha hecho siempre, estará a la altura.

-  No hay de qué presidente, no dudamos de que la institución que Ud. preside también lo estará.

Con una sonrisa por su parte, me despidió…

El alivio fue grande cuando salía de la reunión, y no dejaba de ser gracioso, que dentro del dolor, de la injusticia, que a los que más se escuchara en el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria fuera a de las víctimas de sus sentencias.

En las marchas a Santander, en los trenes y en las rutas de los inocentes, el Grupo del Jueves, ante ese tribunal siempre tenía una cita. Algunas veces hemos soñado que de allí saldría la solución para nuestra situación, con todo, también ha habido reuniones de las que han salido cosas muy positivas.

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Una de las personas que mejor nos ha tratado y comprendido ha sido el presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo Rafael Losada. Nosotros siempre lo mirábamos con recelo, esa Sala nos ha dado importantes disgustos, autos de derribo que son auténticos puñales en el corazón de los afectados, y que para nuestro colectivo son incomprensibles a estas alturas. 

Rafael Losada, cuando se le conoce, es un hombre cercano, afable e incluso cariñoso, decir esto de un juez habla mucho y bien de él, tiene algo que se agradece y es que no es de los que te mira por encima del hombro, como pasa tantas veces donde la autoridad, y la judicial más, se cree en posesión de la verdad, y pone unas barreras con aquello de que no se les contamine, que lo que hacen muchas veces es sacarlos de la realidad, alejarles de ella.

Todo ello  tiene consecuencias en sus resoluciones, como decía un viejo profesor, “cuando una resolución judicial no es compresible a los ojos de la razón, se los tienen que mirar quienes la han producido, posiblemente están cometiendo un grave error”.

Por desgracia el colectivo de AMA tiene una cuantas que no soportan la razón judicial, es verdad que en Cantabria las instituciones, Gobierno y ayuntamientos, tampoco les han ayudado mucho, ni les dan las herramientas necesarias como, poner a su disposición los Planes Generales de Ordenación Urbana, para que tengan todos los elementos de juicio. Y hay que reconocerlo, la Sala de lo Contencioso-Administrativo de Cantabria puede tener muchos defectos, pero también ha sabido mantener el principio de proporcionalidad que le pedía en sus resoluciones del Tribunal Supremo. 

Todos sabemos que el problema está en que esas sentencias de derribo, en su gran mayoría, afectan a viviendas en suelo urbano consolidado y si se derriban se volverá a construir en mismo lugar, esto lo hemos manifestado los afectados desde hace décadas, y también importantes magistrados, y a esto hay que dar una respuesta que no derroche y dilapide los recursos de los ciudadanos, conjugando la legalidad vigente, la economía, lo que es razonable para todos y sobre todo los que es de justicia, dar a cada uno lo que le pertenece y reparando el daño causado. 

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De las reuniones con el Sr. Losada han salido cosas muy  positivas, entre ellas merece especial mención, una idea que le planteamos y para la que su consejo fue determinante. Había ya muchas sentencias que condenaban al Gobierno por los daños morales, y para no saturar la sala con demandas, y ahorrar recursos, tanto a los demandados, Gobierno de Cantabria y ayuntamientos, como a las víctimas de estos daños, le pedimos consejo respecto a si esto se podía hacer mediante un procedimiento administrativo.

Él fue muy claro, yo creo que es una buena iniciativa, que ayuda a todos, no le veo más problemas que ser capaces de convencer al Gobierno de las bondades de la misma. Hoy todos sabemos que gracias al acuerdo con el Consejero Javier Fernández se hicieron dos cosas muy positivas para todas las partes, una ese pago de los daños morales por medio de un expediente administrativo, que ahorró importantes recursos al Gobierno y afectados,  y luego vinieron los convenios como red o paraguas  para las víctimas de las sentencias de derribo.

No son pocos las veces que consideramos a los jueces como unas personas extrañas, nuestra experiencia ha sido que entre ellos, como en nuestra sociedad, hay de todo. A veces se nota aquellos más alejados de los ciudadanos de la realidad, pero la sensibilidad no siempre se aprende en los libros de derecho, y la legislación en una guía, a veces un límite, un camino, pero cuando un juez, un magistrado, una sala quiere abrir puertas a la razón y la justicia normalmente las encuentra.

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Fue en un momento muy duro, los auto nos caían uno detrás de otro, y el dolor se extendía por todas las familias, y en lugar de castigar a los culpables se hacía a las víctimas. Desde AMA entregamos este documento firmado por 677 personas. En él queríamos dejar, blanco sobre negro, cuál era nuestra situación y no nos mordimos, este caso, la pluma. Este manifiesto fue entregado al presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria, no fue un trago fácil, párrafo por párrafo se le fue leyendo, y su cara era un poema, pero nos dijo: “vamos a ver los que se puede hacer y, sobre todo, lamento este sufrimiento”. 

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Yo acuso…

… mediante esta carta abierta, a la Sala de lo Contencioso-Administrativo  del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria de maltratar durante muchos años a mi familia.

Les acuso de mermar su salud, de hacerles pasar zozobra y miedo, de no dejarles vivir como a los demás ciudadanos, siempre pendientes del derribo de su hogar.

Yo acuso a este Tribunal de falta de sensibilidad, de falta de piedad, de falta de humanidad con mi mujer, con mis hijos, con mis padres a los que visto llorar y sufrir amargamente durante años por sus resoluciones, de deteriorar su salud e incluso la de mis amigos, algunos de ellos desgraciadamente fallecidos, sin que sus señorías hayan impartido justicia.

Yo acuso a este Tribunal de quitarme lo que honradamente he ganado con mi trabajo, y el de mi familia durante muchos años de esfuerzos y penurias, para que ahora me digan que me corresponde una tercera parte de lo que estima el perito judicial. 

De quitarme hasta el suelo de mi casa para dárselo a los culpables, a los que han cometido los ilícitos.

Yo acuso a sus señorías de no tener el amparo de la justicia, de interpretar las leyes del Parlamento de Cantabria  contrariamente a su espíritu y a su exposición de motivos, ustedes pueden pedir ese amparo al Consejo General del Poder Judicial, mi familia está abandonada por la justicia, solo tiene a los amigos de AMA para gritar en grupo la injusticia que sufrimos.

Yo les acuso de no querer conocer el problema humano, los daños que sus actuaciones nos han producido. 

Pero sobre todo les acuso de hacernos pagar una dura y cruel pena, durante más de 20 años, sin que hayamos cometido delito alguno.

Yo acuso desde el dolor, desde la desesperación, desde la amargura de no entender qué hemos hecho nosotros para que la justicia no trate de esta forma. 

Por ello, señores magistrados de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria(,) desde el respeto, y el acatamiento, a sus resoluciones,  aunque nos duelen como puñales clavados en nuestro corazón, pero no puedo decir otra cosa, desde el agotamiento después de tanto tiempo pidiendo justicia, que yo les acuso de amargarnos y arruinarnos la vida.

Es cierto que hay otros cooperadores necesarios para hacer tanto daño, pero son usted a quien  la sociedad les ha otorgado la tarea de impartir justicia, señores magistrados, muchos amigos han fallecido, muchos más están actualmente enfermos, hay quien no puede vender su casa y tiene verdadera necesidad.

Usted   que   han   protegido   a   las   familias   en   los   desahucios,   con   cuestiones  prejudiciales,   con sensibilidad al daño que supone desalojar a una familia de su casa, sin embargo, a nosotros nos amenazan, nos expulsan, nos derriban con sus resoluciones, aunque hemos cumplido con todas nuestras obligaciones.

Señores magistrados, ustedes pueden aplicar leyes, normas, pero yo les acuso de no hacer justicia con nuestras familias. 

Yo les acuso de maltratar a nuestras familias.

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Sin duda muchos han sido los momentos tensos que hemos vivido, pero este fue de los más duros, el amigo Ciriaco me miraba con cara de preocupación. Al presidente le vimos tragar saliva con algunos párrafos, pero su reacción fue toda una lección de encaje, de respeto y de preocupación por la situación.

No solo recogió el escrito, sino que lo registró  y se comprometió  a transmitirlo a la Sala, y también a poner todos sus esfuerzos para que no se produjese un daño mayor a tantas familias.

Lo cierto es que el tiempo, cómo todos sabemos, no se para, y la injusticia, con el mismo, sigue aumentando, ya que, a pesar de tantos esfuerzos, todavía no tenemos esa solución que nos deben, es cierto que existe una red como los convenios, pero incluso cuando esto se ponen en duda, el último recurso siempre es la justicia, y ese artículo 108.3 de la Ley de jurisdicción contencioso-administrativo sobre la necesidad de proteger a tercero de buena fe. 

El tiempo pasa e incompresiblemente Gobierno y ayuntamientos siguen silbando y sin desarrollar los planeamientos urbanísticos para dar las soluciones que en los mismos se contemplan.  Por ello, seguimos pidiendo a la justicia paciencia, y que se investigue qué pasa con aquellos que no cumplen sus obligaciones y gastan los recursos públicos en Planes Generales de nunca acaban de ver la luz, y donde hay muchas dudas sobre los comportamientos de las autoridades.

La Marcha a Santander sigue enseñando las heridas de cientos de familias y, sin duda, donde es más significada esta exposición es ante la justicia, ante el Tribunal Superior de Justicias de Cantabria.

Hay que seguir la Marcha y aunque ahora ya es cuesta abajo, a nosotros, después de pasar por la sede de la justicia, nos quedan tantas dudas...
 

Capítulo 19. Las esperanzas puestas en Las Salesas
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