jueves. 02.05.2024

Si de algo presume Cantabria es de sus más arraigadas tradiciones que, consolidadas como seña de identidad de la comunidad más verde de España, sobreviven en un mundo mayoritariamente tecnológico. Y es que todavía existen albarqueros de los de toda la vida, esos artesanos de la madera que diseñan y fabrican el calzado rústico más peculiar e identificativo de los pueblos cántabros. Artistas que no esconden su arte y lo pasean por las ferias de la región para acercar a todo el mundo una profesión que no debe ser olvidada.

La albarca cántabra, calzado rústico de madera de una pieza, permitía aislar el pie de la humedad del suelo y era utilizado principalmente entre los campesinos. Se trata de un oficio de antaño que requiere de un don y una maña especial, y por ello solo muy pocos han sido capaces de heredar este arte de sus padres y abuelos. Además, este calzado de madera tiene su propio argot, trasladado de generación en generación a lo largo de cientos de años. Solamente para nombrar las diferentes partes de la albarca se emplean hasta nueve vocablos que es importante saber. A la parte superior delantera se la conoce como pico; la curva frontal es el papo; la capilla es la zona delantera superior que cubre los dedos; y la boca se trata de la abertura de la albarca por donde se mete el pie. Mientras, se llama flequillo al rebaje que bordea la boca por la parte superior; la cavidad interior que ocupa el pie se conoce como casa; y el calcañar es la parte trasera. Además, los tres tacos inferiores para colocar los tarugos -suplemento de madera que se coloca en los pies de la albarca y que se va reponiendo cuando se desgastan- reciben el nombre de pies

Para convertir la madera en una obra de arte primero hay que darle a la pieza una forma parecida a la que será la albarca con la ayuda de un hacha, así como el diseño de la suela. Con esta herramienta hacen una especie de esbozo. Después, se pasa a azolar, que consiste en modelar con más detalle la albarca con una herramienta llamada azuela. A continuación es el turno de crear la casa, el hueco donde irá el pie, con los barrenos y la legra. Finalmente se iguala la superficie exterior para lo que los antiguos albarqueros utilizaban la resoria, una chuchilla de acero con dos asideros laterales y que algunos hacen de un dalle viejo. También utilizan un cuchillo que normalmente se hace de una navaja de afeitar. Para concluir se lija y se barniza. 

Tras este complejo proceso, llega el turno del diseño, la única parte donde tiene cabida la innovación. Flores, hojas, conchas, muescas y figuras geométricas, cada albarquero tiene sus modelos y sus señas propias, y la imaginación también juega un papel fundamental.

Las ferias que recorren Cantabria permiten llevar unos oficios que parecen ya olvidados por todos los rincones de la región y dar el valor que se merece a quienes con tan solo sus manos dan vida a un trozo de madera y devuelven a la comunidad a sus raíces.

Así se hacen las populares albarcas identificativas de los pueblos cántabros
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