domingo. 28.04.2024

Era una tarde fría de enero de 2014. El fútbol era muy diferente por aquel entonces. Leo Messi, Cristiano Ronaldo y Diego Costa se disputaban el pichichi en una liga que terminaría ganando el Atlético de Madrid en la primera gran noche mágica del Cholo, la red social de referencia era Twitter todavía, los chavales no grababan historias para Instagram en los penaltis y los jugadores podían celebrar los goles con total normalidad sin esperar al videoarbitraje.

Luis Enrique entrenaba al Celta de Vigo, Neymar acababa de aterrizar en España y todavía se interesaba más por el partido que por el post-partido -o eso creemos-, Mbappé tenía 16 años, Haaland tenía 14 y Lamine Yamal era prebenjamín. La mayoría de los aficionados españoles esperaban las eliminatorias de Champions, a un par de semanas vista, pero en Santander y en Cantabria teníamos un problema aun mayor.

No se juega. Dentro del vestuario del Racing de Santander lo tenían claro. Era el partido de sus vidas, pero eligieron la dignidad. El partido correspondiente a los cuartos de final de la Copa del Rey de la temporada 2013/14 debía comenzar a las 21:00 horas en Los Campos de Sport, y así fue. Aunque apenas duró diez segundos.

Paco Fernández entró al precario vestuario de El Sardinero, que tenía otros problemas mayores que pensar en ponerse guapo para los futbolistas, y colgó la alineación en la pizarra: Mario, Orfila, Francis, Javi Soria, Javi Barrio, Saúl, Rubén Durán, Granero, Andreu, Miguélez, Ayina. Los futbolistas realizaron los mismos rituales de siempre, se pusieron las medias en el mismo orden que siempre, con los dorsales de siempre -que por aquel entonces en Segunda "B" no eran fijos, del 1 al 11 para los titulares-, y saltaron a calentar como si nada pasara, cuando pasaba absolutamente todo.

En la plantilla de la Real Sociedad destacaban nombres como el de Iñigo Martínez, Antoine Griezmann, Sergio Canales, Claudio Bravo, el 'pirata' Granero o un jovencísimo Marco Sangalli, que hoy defiende la camiseta del Racing.

Mario Fernández se acercó al colegiado y le dijo que no, "que no jugamos". La plantilla del Racing ya había advertido que no lo iban a hacer tras meses de impagos y promesas rotas de una directiva que se negaba a dimitir y que, además, había cerrado las taquillas aquella jornada para evitar que Hacienda embargase la recaudación del encuentro. 

Presencia policial en el templo, gritos de "no se juega, no se juega", "fuera chorizos del Sardinero" o "esta camiseta sí la merecéis" y una temporada 2013/14 que finalizó con ascenso del conjunto cántabro en Los Campos de Sport ante el UE Llagostera.

L'Hospitalet, Leganés, Sevilla, Almería y Real Sociedad fue el camino en la Copa. La antigua Segunda "B", pasando por Tanos o Noja, Koné, la lambretta de Mariano, la irrupción de David Concha y el día donde eligieron la dignidad al partido de sus vidas. El primer paso para la construcción del Racing que hoy día conocemos, aunque el camino no haya sido sencillo, pero que evitó la desaparición del club y ha permitido que los niños y niñas cántabros puedan crecer con el equipo de su tierra una década después.

Ha cambiado mucho todo desde aquella tarde fría de jueves de 2014. El mundo seguramente no sea como esperábamos que fuese en 2024. Los coches todavía no vuelan, el odio que vivimos a diario hace pensar que hayamos retrocedido varias décadas en lugar de avanzar una y ahora los futbolistas son menos famosos que los youtubers. Saúl García sigue en el Racing, aunque ahora es un veterano. Mario Fernández puede enseñarles la foto del plante a los jóvenes porteros que hoy día entrena en La Albericia y hacerles entender qué son los valores con el ejemplo.

Todos hemos cambiado, todos hemos ganado y perdido muchas cosas. Un servidor estaba estudiando y ahora puede escribir estas letras nostálgicas trabajando en lo que siempre quiso trabajar. Hemos pasado una pandemia mundial, todos hemos perdido y ganado muchas cosas. Yo ya no puedo ver los partidos del Racing con mi abuelo, así que ahora son un poco más tristes, los goles suenan diferente y El Sardinero se ha puesto guapo para el baile pero, por mucho que hayan cambiado las cosas, y no necesariamente a mejor, sentimos el mismo orgullo que aquella fría tarde de jueves del 30 de enero de 2014.

O, incluso, más. Con eso no se juega.

 

No se juega
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