sábado. 27.04.2024

La diplomacia del Dr. Sánchez

Francia ya no es la que era y Alemania ahí anda, mediatizada por su pasado y el abrazo asfixiante de Estado Unidos ¿Y España?  Pues depende. 

EL día 24 de Noviembre el presidente del gobierno se reunió con el primer ministro israelí B. Netanyahu y el jefe de la Autoridad Palestina M. Abbas. La reunión con este último pasó, como suele decirse, sin pena ni gloria, pero la que mantuvo con el primer ministro israelí produjo ese tipo de titulares que enloquecen a la prensa y además ha dado píe a un conflicto diplomático que, por ahora, no se sabe cómo acabará... Lo que dijo en presencia del señor Netanyahu y el primer ministro belga que lo acompañaba en el viaje, fue, sencillamente, una chiquillada propia de campus universitario. Después para rematar el error, Hamas le agradeció en una carta sus manifestaciones de dolor. Aquí, en este artículo no abundaremos en la dimensión política y geopolítica del conflicto, ya se ha escrito de sobra sobre él y sobre cuál sería la solución más ecuánime y menos mala para una paz duradera: dos Estados de hecho y en lo que respecta al Palestino que obtenga continuidad territorial y no un puñado de asentamientos cada vez más reducidos y diseminados por aquí y por allá… El presidente del gobierno español afirmó que  su gobierno podría reconocer, unilateralmente, al Estado Palestino si no se daban los pasos necesarios para la creación de los dos Estados; además reiteró el inaceptable costo humano que estaba causando la incursión en Gaza del ejército israelí.

Nada que objetar sobre esto último como realidad evidente; es nada más que una continuación a gran escala de la política de demolición de casas que ha seguido el gobierno israelí como represalia ante las operaciones de los militantes palestinos. Pero mucho que objetar sobre el desliz emocional que supone la afirmación de reconocimiento unilateral aunque vaya de farol y en el caso de que no fuese tampoco conduciría a nada, y la conveniencia de repetir, en caliente, ante las cámaras, el inaceptable costo humano que la operación en Gaza conlleva.

El arte de la diplomacia en el mundo de hoy, cuando las relaciones internacionales están tan intrincadas y, en apariencia , son tan transparentes, requiere de una habilidad y tacto que no es que sean fáciles de conseguir, sino lo que es más determinante, que puedan mantenerse como ejercicio de equilibrio y en provecho propio a largo plazo. En esto, como en los demás aspectos de la vida hay actores de primera, buenos actores de reparto y actores de reparto sin más. El Reino Unido siempre ha tenido una gran diplomacia basada en un principio de acción que definiera a mediados del siglo XIX el primer ministro Lord Palmerston: “El Reino Unido no tiene amigos o enemigos permanentes, sólo tiene intereses permanentes…” Estados Unidos, como potencia hegemónica durante buena parte del siglo XX y principios del XXI también, aunque complementada  con la ayuda inestimable de un montón de bases militares repartidas por el planeta y el uso del dólar como moneda de reserva mundial.

Francia ya no es la que era y Alemania ahí anda, mediatizada por su pasado y el abrazo asfixiante de Estado Unidos ¿Y España?  Pues depende; si nos ceñimos, a lo sucedido tras la contienda civil, durante el primer franquismo hasta la firma de los primeros acuerdos con Estados Unidos en el año 1953, fue una diplomacia de mera supervivencia, aislada como estaba por la inoperante autarquía. A partir de entonces y sobre todo a partir del Plan de Estabilización, o de apertura, del año 1959 hasta la entrada en el Mercado Común del año 1986 una diplomacia eficaz, firme, con objetivos claros, exceptuando algún episodio lamentable como el abandono del Sahara occidental a calzón quitado con las consecuencias que ha traído; una diplomacía dirigida, entre otros, por tres Grandes ministros: F. María Castiella de 1957 a 1969, Lopez Bravo de 1969 a 1973, Fernando Morán de 1982 a 1985.  A partir de la llegada del señor Aznar, fámulo diligente en la reunión de las Azores, todo ha sido un devenir errático, inconsistente, marcado por las veleidades de unos presidentes del gobierno y unos ministros de Exteriores que más parecían atender a la llamada de alguna consigna juvenil que aún tuvieran, que a los intereses reales de la nación. El climax de este extravío recae en la señora Gonzalez Laya que originó un conflicto con Argelia y Marruecos a la vez en Abril del 2021 al traer, suponía ella, de incógnito al lider del Polisario B. Ghali para ser internado en un hospital de la Rioja y el actual ministro de Exteriores, señor Albares, acólito entusiasta, que siguiendo órdenes de su jefe hace todo lo posible por humillar y desacreditar a la Nación ( el recurso del mediador internacional en las negociaciones entre el PSOE y JUNTS es el ejemplo más clamoroso)  o lo que de ella queda o pueda quedar. Así, en este plan, hasta  la semana pasada cuando el presidente del gobierno en un arrebato propio de asamblea universitaria ha abierto un  nuevo conflicto diplomático; un conflicto innecesario, propio de un lego, un pipiolo. Ha quedado expuesto él, su inefable Ministro de Exteriores y  quizás hayan quedado expuestas las relaciones comerciales entra ambos países que según cifras del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo ascendieron en el año 2022 a 2170 millones de euros en cuanto a las exportaciones y 1052 millones a las importaciones.

En cuanto al intercambio comercial con lo que queda del territorio palestino no hay que preocuparse, no sufrirá cambio alguno, pues como se sabe es inexistente; Israel destruye y España junto con la EU financia la reconstrucción. Para que seguir, queda toda la legislatura por delante y los fiascos se sucederán...  Un último apunte para redondear; monsieur de Talleyrand, ministro de Exteriores con Napoleón hasta que a este se le subió la gloria a la cabeza y comenzó a ser un grave problema para el país, que negoció y salvó a Francia en el Congreso de Víena tras la derrota de Waterloo, dejó dicho que: “Negocio y negociación van de la mano” y que siempre, o casi, “es mucho mejor verter tinta que sangre…” En el caso que nos ocupa la sangre no llegará al río, por supuesto; pero las palabras vertidas por el Dr. Sánchez adolecen de todo menos sutileza diplomática y beneficios para el país.

 

La diplomacia del Dr. Sánchez
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