domingo. 28.04.2024

B. de Spinoza y el conflicto palestino-israelí

Tras ciento y seis años de aquella carta conocida para la historiografía como Declaración Balfour, todo parece que poco o en nada haya contribuido a resolver la cuestión que pretendía reparar

El  dos de Noviembre de 1917, Sir Arthur Balfour, ministro de Exteriores del Imperio Británico, envió una carta a Lionel Walter Rothschild, vástago de la rama inglesa de la familia Rothschild, en la que afirmaba lo siguiente: “El gobierno de su Majestad contempla con buenos ojos el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y pondrá sus mejores esfuerzos para facilitar la consecución de este objetivo; siendo entendido, sin ambages, que nada de lo que se haga perjudicará los derechos civico-religiosos de las comunidades no judías que que hoy se asientan en Palestina o los derechos políticos disfrutados por los judíos en cualquier otro país...”

Tras ciento y seis años de aquella carta conocida para la historiografía como Declaración Balfour, todo parece que poco o en nada haya contribuido a resolver la cuestión que pretendía reparar. Hoy la región, como ayer y anteayer es un polvorín. Hagamos un breve repaso por la historia para acotar el asunto.

El llamado Tratado Teológico-Político analiza y socava el derecho divino y eterno que el pueblo judío siente que posee hacia su antigua tierra de Israel o Palestina

La Declaración se enmarca dentro del cuadro general de la Primera Guerra Mundial y en lo que a la región se refiere a la lucha entre las potencias aliadas -principalmente Gran Bretaña y Francia- y el agónico Imperio Otomano. Acabada la guerra y derrotado el Imperio Otomano, Gran Bretaña recibió el mandato temporal de administrar Palestina según establecía el Tratado de Versailles de 1919.  Apenas iniciado el mandato Gran Bretaña comenzó a favorecer la inmigración de los judíos europeos hacia Palestina. Se calcula que entre el inicio y el año 1935 la población judía pasó de representar un 9% a un 27%  Llega el año 1947; la ONU en una resolución establece el plan de partición de Palestina en dos estados; los árabes no aceptan el plan. Al año siguiente, el 14 de Mayo se proclama el Estado de Israel e inmediatamente cinco países árabes (Egipto, Siria, Líbano, Jordania e Irak) le declaran la guerra. Acabada la guerra en Marzo de 1949, Israel tenía un territorio mayor que el otorgado por el Plan de 1947. Durante ese año alrededor de 800.000 palestinos se ven forzados a abandonar su  casa y tierras. En Julio de 1956 Nasser, contrariado por el rechazo de Estados Unidos a financiar la construcción de la presa de Aswan, nacionaliza el Canal de Suez. Británicos y Franceses que manejaban conjuntamente el Canal se oponen y con la ayuda de Israel lanzan una operación militar para recuperarlo. Nikita Krushchev lanza una furibunda advertencia y amenaza al Oeste con el uso de armamento nuclear. Eisenhower, más comedido, le aconseja que se relaje y al mismo tiempo reprende a Británicos, Franceses e Israelíes y les conmina a que abandonen suelo egipcio si no quieren verse expuestos a sanciones. La amenaza surte efecto; en Diciembre de ese mismo año las tres fuerzas ocupantes abandonan el Canal. El 17 de Mayo de 1967, Egipto solicita a la ONU la retirada de las fuerzas de pacificación desplegadas en la península del Sinaí desde el conflicto de 1956. Nasser da un paso más y envía 100.000 soldados a la zona. Israel siente que la amenaza es algo más que una sensación. El primer ministro israelí, Levy Eshkol, atendiendo a la ONU parece optar por la vía diplomática, pero el ejército con Moshé Dayan, ministro de Defensa, a la cabeza consideran que la amenaza es algo más que una sensación y optan por actuar de manera contundente y preventiva. El 5 de Junio la fuerza aérea israelí destruye en sucesivas oleadas 300 aviones egipcios y daña 17 de sus bases aéreas; además destruye 52 aviones sirios y 20 jordanos. Dada su supremacía aérea, Israel ocupa la península del Sinaí, Cisjordania y Gaza. Pero faltaba una pieza importantísima en la región, los altos del Golán, meseta situada a tan sólo 70 kilómetros de Damasco desde la cual podían controlarse las vías de acceso y lugar de importantes acuíferos como por ejemplo los que surten el mar de Galilea; asegurada la retaguardia se lanzan a por ella y la toman. Cuando el 10  de Junio se declara el alto el fuego, Israel había acrecentado su territorio en más de 68.000 kilómetros cuadrados.

Guerra del Yom-Kipur o Día del Perdón. El 6 de Octubre de 1973 cuando todo Israel meditaba, Egipto y Siria lanzan un ataque coordinado que pilló al ejército desprevenido. Egipto avanza hacia la península del Sinaí y Siria hacia los altos del Golán. El ejército israelí retrocede. Durante los tres primeros días del conflicto la situación era tal que por primera vez desde 1948 los líderes israelíes sintieron que el país no sobreviviría. La situación llegó a tal punto que Moshe Dayan, ministro de defensa, contempló el uso del arma nuclear. Golda Meir, primera ministra a la sazón, rechazó la idea de manera tajante. Israel sin capacidad para reponer el armamento perdido, recibe ayuda militar masiva e inmediata por parte de Estados Unidos para compensar la ayuda que facilitaba la Unión Soviética a Siria y Egipto. El ejército israelí respira, se recupera, cruza el Canal de Suez y se sitúa a 100 Km de El Cairo. Es en ése momento, el 22 de Octubre, cuando el Consejo de Seguridad de la ONU decreta un alto el fuego. Las consecuencias del conflicto a grandes rasgos fueron: embargo petrolífero decretado por los países del Golfo y crisis económica e inflacionaria generalizada; recuperación por parte de Egipto de la Península del Sinaí y del Canal; Siria, más perjudicada, no recibió los altos del Golán; acuerdos de Paz de Camp David entre Egipto e Israel y el asesinato posterior del presidente egipcio Anwar El-Sadat.

Hasta aquí los hitos principales del conficto árabe- israelí. Lo que ha venido después, a grandes rasgos, como la permanente inestabilidad en Líbano, el conformismo subvencionado de Jordania con el estatu quo salido de Camp David, la lenta y constante reducción del espacio vital de los palestinos, el conflicto en Siria desde hace doce años – la más renuente a aceptar el mencionado plan de Paz- son sólo consecuencias secundarias de aquel Octubre de 1973.

Pues bien, ¿qué papel tendría B. de Spinoza en todo este asunto? Pues uno bastante importante y lleno de discreción. Como es sabido el filósofo  B. de Spinoza nació en Amsterdam en 1632 en el seno de una familia judía proveniente de la península Ibérica. Sus raíces familiares estaban en Espinosa de los Monteros, localidad al Norte de la provincia de Burgos, en la comarca de Las Merindades. Por el decreto de expulsión de los judíos dictado por los Reyes Católicos en 1942, la familia se exilió a Portugal y de ahí pasó, más tarde, a Holanda. El filósofo no quiso seguir con el negocio familiar a la muerte del padre y poco después sería expulsado de la comunidad judía por no atenerse a las normas que la regían. Hasta su muerte en el año 1677 filosofó y escribió peligrosamente, jugándose la vida, pero sin desfallecer. Y en una de sus obras, el llamado Tratado Teológico-Político analiza y socava el derecho divino y eterno que el pueblo judío siente que posee hacia su antigua tierra de Israel o Palestina. En el capítulo III, por ejemplo, se dice: “La idea de los judíos como pueblo elegido no tiene ninguna significación metafísica o moral; tal elección no es necesariamente algo exclusivo de ellos. Por lo demás, si alguien insiste en defender que la elección de los judíos es una elección para siempre no pienso contradecirlo, siempre que admita que dicha elección, larga o corta, en tanto que es particular a los judíos, no atiende sino a las ventajas que le reporta su bienestar y al establecimiento de su Estado, puesto que sólo en esto se distinguen  unas de otras las naciones; pues en nada se diferencian respecto a la inteligencia y a la virtud verdaderas, no teniendo Dios sobre este punto ninguna clase de preferencias…”

Si la solución permanente al conflicto Palestino-Israelí pasa por el establecimiento de los dos Estados, pero dos Estados viables, con la necesaria continuidad territorial para el palestino, cabe esperar que de esta crisis salga un compromiso parecido.

B. de Spinoza y el conflicto palestino-israelí
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