domingo. 28.04.2024

La fe, el demonio y la Consejería de Obras Públicas

Las fuerzas no llegan. El demonio me acorrala y mi fe flaquea. Pero yo jamás me convertiré en un incrédulo. He decidido que, si es necesario, pido antes un exorcista.

“Señor, señor, dame fe”, imploro todas la noches, arrodillado junto a mi cama antes de ir a dormir, en la hora de mis oraciones. Porque ha aparecido un insidioso demonio que me tienta y me hace dudar: “¿Diez años de operaciones de corrupción, con un resultado de millones de euros robados en esa suculenta Consejería que es Obras Públicas, y nadie se había enterado de nada? ¿Nunca? ¿Y solo hay un implicado?”, me dice el demonio con una sonrisa burlona. Y me apostilla: “Y tú no te hagas el tonto, bien sabes o, al menos imaginas que lo normal es que la  corrupción se sostenga sobre una trama de gente que colabora y cierra la boca. Eso que llaman la omertá. Nunca por el hiperprotagonismo de un supervillano aislado. Que parece más propio de las películas de Marvel”.

Al anochecer, el demonio vuelve a susurrarme al oído que lea la prensa canallesca

Yo he creído desde niño en todo lo que me pidieron: los Reyes Magos, el Ratoncito Pérez, la Chica de la Curva y hasta el terraplanismo. También en esa digna declaración de honradez virginal que todo político clama para sí mismo, y que en algunos casos deviene en un triste sarcasmo.

La verdad es que por las mañanas me levanto eufórico y con mi fe renovada, creyendo a pies juntillas en lo que dice nuestro presidente. ¿Por qué iba a mentir él, que precisamente ha sido látigo de corrupciones ajenas, e incluso se ha postulado en televisión para explicarnos la solución definitiva para acabar con esa terrible lacra de la política?

Pero al anochecer, el demonio vuelve a susurrarme al oído que lea la prensa canallesca, según la cual las investigaciones policiales han descubierto cómo los actos de corrupción se producen exclusivamente durante dos períodos de gobierno del PRC en los que Revilla era presidente, mientras que con otros gobiernos desaparece.

“No es una prueba. Pueden ser azar”, le espeto al demonio, y consigo callarle por un tiempo. Pero el Maligno vuelve a la carga: “¿Por qué los tres grandes partidos de la Comunidad”, me dice, “los que tienen responsabilidades presentes o pasadas en el gobierno, han votado en contra de una comisión de investigación propuesta por otros partidos en el parlamento regional? ¿No es esta la oportunidad para que quienes han gobernado en Cantabria puedan evidenciar su honestidad?”.

Los cántabros somos un pueblo tan desconfiado… En mis desvelos nocturnos me atrevo a pensar que, si la corrupción ha sido abultada y extensa en el tiempo, no basta que un político sea inocente. La responsabilidad por el daño producido no se esfuma alegando ignorancia, y a otra cosa mariposa.  Aunque solo sea moralmente, en esta situación la incompetencia también es culpabilidad.

 “Señor, dame fuerzas”, pido cada noche. Y ay, las fuerzas no llegan. El demonio me acorrala y mi fe flaquea. Pero yo jamás me convertiré en un incrédulo. He decidido que, si es necesario, pido antes un exorcista.

La fe, el demonio y la Consejería de Obras Públicas
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