La globalización de la guerra

La geopolítica incluye que la guerra en Ucrania va a acelerar los cambios en cuanto a la globalización y su proceso de transformaciones, pese a que este camino ya estaba en marcha antes del COVID-19.

“Los tres principios (...):

1. Las acciones militares solo pueden dirigirse directamente contra combatientes y objetivos militares.

2. Se prohíben los medios que causen sufrimientos o daños superfluos, que no sean necesarios para la derrota del enemigo.

3. Se prohíben los medios pérfidos, que atentan contra el honor militar»

Alfred Verdross (1957), Derecho Internacional Público. Madrid: Aguilar.

No es nueva la globalización, aunque ahora presente diferentes facetas que en el pasado. Se ha internacionalizado la economía mundial, pero no para todos los países. Siempre ha sido normal, desde los fenicios, que sepamos, el comercio y el intercambio de productos, potenciados por los descubrimientos y los viajes durante el siglo XV y el siguiente. No debemos olvidar la importancia través del Atlántico y su nueva realidad geográfica. El acercamiento y enriquecimiento de las diferentes culturas han dado siempre sus frutos, y sin embargo nos matamos y destruimos.

Parecería que lo que sí está internacionalizada y globalizada es la guerra, el conflicto, por los límites de las fronteras, cuando la realidad es que es necesaria la carrera de armamentos que es lo que mueve el dinero y la buena salud de unos pocos, el crimen organizado no es ajeno a esta carrera como tampoco lo son las continuas violaciones de los derechos de los seres humanos. Las dinámicas del desastre amplían todas sus consecuencias y se retroalimentan bajo el recurrido manto de la globalización. Se ha hablado de la resonancia. Con ella se analizan y se desentrañan las redes, las urdimbres y las oleadas que alimentan y son escenario de los posibles conflictos que surgen.

La consumación de la llamada guerra fría supuso el acabamiento de la lucha bipolar Este-Oeste, considerando que los conflictos ya no son ideológicos. Ahora, las guerras muestran otras coordenadas: nuevos modos de financiación, nuevos actores, nuevas formas de contienda y nuevos escenarios. Caído el Muro de Berlín, el mundo dejó de figurarse el drama de la historia a partir del siglo XX como un enfrentamiento fatal entre distintas creencias y principios, como un combate de ideologías opuestas y antípodas.

Realmente, la situación hoy es mucho más compleja que lo que pudieren inspirar esas fórmulas. Ya se ha entrevisto que el definitivo significado de aquella disputa ideológica estribó en habilitar el terreno con vista a cambios de mayor distancia y más ámbito, por ejemplo, la independización de las poblaciones de África y Asia; sin tener tal influencia en las temperaturas sociales y políticas de los estertores del siglo XX, y menos aún en las del nacimiento de este siglo, y siendo muy discutible su envergadura ante la suma de problemas, como la desnutrición de la población creciente mundial.

En todo este conglomerado tan patético, no debemos olvidar que, además, las situaciones las creamos el género humano, conducido por sus dirigentes, sus egos y sus miedos y que, muchas veces, prácticamente la ideología está muy unida a los intereses, siendo desmesuradamente difícil desembrollar y determinar qué parte concuerda o comprende en el transcurso de lo que pasa o sucede, de los diferentes episodios y posibles accidentes fatales.

Sobre todo, cuando el miedo es la entraña que rige en cada decisión que se toma. El miedo de Occidente ante el comunismo, cuanto más se le identificó con el poder militar enorme de Rusia desde 1945; y, viceversa, el pánico y celo soviético frente al capitalismo, que creció proporcionalmente a la oposición ideológica entre ambos mundos y con el poder atómico que desarrollaron e implementaron los Estados Unidos.No sé si cortarme las venas o dejármelas largas

Es la disyuntiva de la chirigota, de la expresión fácil. Sin embargo, parece tener parecida importancia a si en este mundo globalizado hay menos guerras y muchos más conflictos, o al revés.

La misma chacota que espetó una niña de siete años ante un aforo de gente mayor que tomaba el sol en la plaza de un pueblo de Cantabria: ‘Unos mueren en las guerras para que otros puedan seguir viviendo…’. Y no se refería al bastardo uso del maltusianismo, sino a una verdad mucho más cercana a la realidad.

La geopolítica incluye que la guerra en Ucrania va a acelerar los cambios en cuanto a la globalización y su proceso de transformaciones, pese a que este camino ya estaba en marcha antes del COVID-19. Entonces, ya se hablaba de la desglobalización, del desaliento o abatimiento de esta, sobre todo cuando está bien llevada y construida, del debilitamiento de las redes globales que tienen valor. Parecería que la pandemia nos retrotrajo a la producción y mercado de la proximidad, a la diversificación de los suministros, siempre que pudiéramos mantener mayores cotas de stocks...

Todos esperamos que los diferentes gobiernos de las Naciones Unidas acierten a examinar cada situación en este mundo en guerra, que sus reuniones sean menos cortas y más efectivas, y tengan más cabida y autoridad los distintos entes y estructuras no gubernamentales que tienen mucho que decir por su experiencia.

 

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