viernes. 26.04.2024

Volver, con la frente marchita...

Nos tuvimos que acostumbrar al teletrabajo a la fuerza. En 2019 ya éramos un país laboral vanguardia (desde luego) pero no tanto, y la posibilidad de que la gente trabajara en casa (o en un bar, que mientras se trabaje el sitio es lo de menos) apenas se apuntaba en los libros blancos esos que sirven para gastar presupuesto en pensar y dejar los pensamientos por escrito por si acaso, y en la imaginación de los más modernos, que son los que viajan, y a los que, por cierto, nunca preguntan para hacer los libros blancos.

He vuelto a la oficina a trabajar, después de año y medio, y con mi equipo haciéndolo en sus casas. Mi empresa ha puesto en marcha un plan de desescalada para mandos. Es verdad que solo tendrá que ser dos veces al mes, pero se me ha hecho raro, y no estoy seguro de que la experiencia laboral tenga algún aspecto práctico positivo. Más allá de que me he encontrado con gente a la que no veía desde el confinamiento (los del sindicato siguen iguales y haciendo lo mismo, no ha pasado este tiempo por ellos), y que el café de las máquinas de vending sabe y sienta igual de mal, la jornada no ha sido más productiva que si la hubiera cumplido, como hasta ahora, en el escritorio de mi salón. Al contrario, he llegado estresado por la prisa, me he organizado peor, he perdido más tiempo por las periferias de la actividad, me he aburrido, y el resultado del grupo ha sido el mismo que el del día anterior, o que el de cualquier otro día desde que estalló la pandemia y salimos de las instalaciones.

Nos tuvimos que acostumbrar al teletrabajo a la fuerza

Nos tuvimos que acostumbrar al teletrabajo a la fuerza. En 2019 ya éramos un país laboral vanguardia (desde luego) pero no tanto, y la posibilidad de que la gente trabajara en casa (o en un bar, que mientras se trabaje el sitio es lo de menos) apenas se apuntaba en los libros blancos esos que sirven para gastar presupuesto en pensar y dejar los pensamientos por escrito por si acaso, y en la imaginación de los más modernos, que son los que viajan, y a los que, por cierto, nunca preguntan para hacer los libros blancos. Es verdad que a las empresas no les quedó otra que organizarse a todo correr, muchas haciendo gala de esa chapuza nacional nuestra tan identitaria. También es verdad que los currantes, como tan a menudo, pusimos todo de nuestra parte para que los desajustes fueran los menos. Al fin y al cabo, la patronal tiene la sartén por el mango, y la culpa de lo que suele salir mal generalmente cae de nuestro lado cuando hay temblores. En el diccionario de la empresa, la idea de responsabilidad sólo aparece en la t de trabajador, nunca en la d de dueño.

Y ahora que cada vez hay que ponerse la mascarilla en menos sitios, y ya se pueden llenar de gente las mesas de las terrazas y las barras de los bares sin más precaución que la de no mancharse con la grasa de las tapas de morcilla y de chorizo frito, los empresarios han decidido volver a lo de antes porque lo de ahora no lo entienden, y mantenerlo además les debería costar dinero contante y sonante. La normativa sobre teletrabajo aprobada durante lo peor de la crisis sanitaria, otro modelo de previsión de los legisladores que no habían leído los libros blancos sobre el asunto, obliga a cubrir los gastos del teletrabajo. Y por ahí los amos del cotarro no pasan. Dicen que ahorramos mucho quedándonos en casa como para que tengan que compensarnos fruslerías como la electricidad, o la calefacción, o el aire acondicionado, o la conexión a internet, o incluso el uso de equipamientos propios. De lo que se ahorran ellos en alquileres y en mantenimientos no hablan. Ni de conciliación, cuidado de mayores, reducción del absentismo, mejora de la productividad...

La COVID ha sido un drama humano y económico que nos habrá de cambiar la vida

La COVID ha sido un drama humano y económico que nos habrá de cambiar la vida. Ningún futuro en ningún ámbito podrá construirse sin tener en cuenta lo que hemos sufrido, el esfuerzo que estamos haciendo por superarlo, lo que hemos perdido, a los que han quedado en el camino... Y parece que hay consenso en que esto tiene que ser así, que la normalidad de marzo de 2020 se quedó allí, y que lo que toque de ahora en adelante habrá de ser otra cosa, incluso para los que no quieran. Hasta para los empresarios, que no suelen ser capaces de hacer confluir la necesidad con la realidad, ni de abrir horizontes que mejoren las expectativas y el día a día de sus trabajadores, verdadera fuerza bruta de su ganancia y los que siempre perdemos en la pelea entre modernizarse para que las cosas sean más llevaderas y mantener modelos de gestión del siglo XIX. Hacernos volver a las oficinas cuando el teletrabajo ha demostrado sus muchas bondades es otra batalla perdida...

Volver, con la frente marchita...
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