jueves. 02.05.2024

Son ladrones, sin discusión

La rapiña del trabajo creativo de los demás es tan frecuente y tan descarada que ha pasado a ser normal darla por hecho y sólo tener miedo a que suceda, sin más remedio que resignarse

Cuando el año pasado estaba enfrascado en mi Trabajo Fin de Grado, una de las dos cosas que más preocupaba era que algún cabrón con pintas me lo copiara después de entregarlo. Entero o en partes, que la indecencia sería la misma. Y aunque mi obra fuera sólo la de un estudiante que termina su carrera. Dejará de haber vagos por las facultades de Derecho que tienen que acabar la suya. Cualquiera podrá pensar que mi recelo era una tontería, pero después de más de 6 meses dedicando muchas horas diarias todos los días a buscar, leer, estudiar, comprender y relacionar para redactar un buen trabajo, la posibilidad de que un desgraciado lo hiciera suyo no era cosa a pasar por alto.

La idea de propiedad aplicada a la creación artística de cualquier clase, si no tiene una definición material, parece que puede ser de todos, todo el tiempo y gratis

Ahora, con el título colgado en la pared, se me ha suavizado mucho el temor al plagio, pero la posibilidad sigue siendo auténtica. Es cierto que si pasara nunca me enteraría, y de enterarme no podría hacer nada. La rapiña del trabajo creativo de los demás es tan frecuente y tan descarada que ha pasado a ser normal darla por hecho y sólo tener miedo a que suceda, sin más remedio que resignarse, que es justamente lo que provoca el desaliento y la desidia a la hora de esforzarse en una pescadilla que se muerde la cola y devalúa los resultados del pensamiento y la imaginación.

Estoy muy sensibilizado con el robo de la propiedad intelectual. Mis amigos de Objetivo Family Films lo sufren un día si y otro también con todos sus trabajos. Y me enfado tanto como ellos cada vez que me cuentan que tal entidad o cual institución ha proyectado uno de sus documentales sin permiso ni pagando el canon de emisión. Con publicidad y alevosía, además. Las explicaciones suelen ser muy peregrinas, si es que se las dan, y casi siempre apelan al desconocimiento de que por mucho que algo esté en una plataforma de internet no se puede usar como a cualquiera se le ocurra.

La idea de propiedad aplicada a la creación artística de cualquier clase, si no tiene una definición material, parece que puede ser de todos, todo el tiempo y gratis. Copiar música, descargar libros, apropiarse de textos, emitir audiovisuales en público, todo sin permiso y por las bravas, se defiende porque no se valora el esfuerzo ajeno, porque se escoge la vagancia imaginativa, tan de estos tiempos que vivimos, y porque el mundo está lleno de mediocres que no acertarían siendo ingeniosos ni por equivocación. No hay cultura de respetar lo que otros logran con la imaginación, porque se piensa que la capacidad de convertir ideas en obras plásticas no lleva más desgaste que el del tiempo, que es algo que además todo el mundo tiene. Por eso, coger prestado ese logro de otros sin permiso no se considera ilícito, y también por eso se hace tanto.

El don de la creatividad es, en todos los sentidos, mucho más escaso de lo que la gente cree

Y luego está la convicción colectiva de que crear no cuesta dinero, como si lo que sale de una dinámica creativa lo produjera el viento. Los frutos del talento, del que no disfruta todo el mundo, conllevan un coste que quien asume está legitimado a recuperar con la monetización de su obra. Los artistas no viven del aire, y sus invenciones tienen un valor intrínseco derivado de su generación, que por cierto no se parece en nada al de sus imitaciones. Lo que pinta mi sobrino no es un Pollock, ni los vídeos para Tiktok de mi sobrina son películas de Almodóvar. Es todo muy bonito, por supuesto, pero no es lo mismo. El don de la creatividad es, en todos los sentidos, mucho más escaso de lo que la gente cree.

En resumen, que si la defensa de la creación artística tuviera más atención institucional y más preocupación social, seguramente podríamos considerarnos una sociedad mucho más culta y avanzada. Porque protegiendo lo que surge del talento protegemos la calidad de lo que nos diferencia creativamente como país, y lo que nos hace más grandes y diversos entre nosotros mismos. Apropiarse del ingenio de otros es una canallada, y quienes lo hacen son unos ladrones que nos empobrecen moral e intelectualmente. Así que ya saben: respeten y tengan la valentía de crear por sí mismos. Que si no llegan, no pasa nada. Para eso ya están los que tienen ingenio.

(PD. Va por Magda, que sufre lo indecible cuando le roban un trabajo, y no se lo merece)

Son ladrones, sin discusión
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