viernes. 03.05.2024

Les paramos (de momento)

El color de nuestro tiempo, después de años de avance cívico y de crecimiento social, no se ha perdido en las brumas en blanco y negro y el olor a pólvora que siempre acompañan a las derechas

The Guardian, uno de los diarios más respetados del Reino Unido, ha dado en una de sus portadas después de nuestras votaciones del 23J con la imagen de terror que recorría España antes de saberse el resultado electoral. Sobre una bandera nacional, compusieron la sombra acechante de un águila en pleno vuelo, como aquella del Caudillo y los 40 años para el país de oscuridad y oprobio. Los británicos han sabido entender lo que este país se jugaba, y el peligro manifiesto y muy real del retorno al pasado que supondría que hubieran ganado, al alimón, la inconsistencia intelectual de Feijóo y la chulería tabernaria de Abascal.

La mayoría de la ciudadanía ha sabido entenderlo y cerrarle la puerta a cualquier opción de retrasarnos a 1940

Nos ha estado de poco que franquistas nostálgicos y fascistas incultos se hayan hecho con el gobierno y, con ello, puesto en solfa derechos, libertades y el porvenir mismo. La movilización masiva de la conciencia progresista, puede que incluso de alguna de la conservadora pero culta, ha conseguido que los anhelos de la vieja derecha y de la ultraderecha de recuperar un poder que nunca dejaron de pensar que es suyo, hayan quedado en nada posible. No son tiempos de veleidades políticas alrededor de los discursos del odio, de la exclusión, del machismo, de la negación de las minorías, de la xenofobia, el racismo y la homofobia militantes. La mayoría de la ciudadanía ha sabido entenderlo y cerrarle la puerta a cualquier opción de retrasarnos a 1940. El color de nuestro tiempo, después de años de avance cívico y de crecimiento social, no se ha perdido en las brumas en blanco y negro y el olor a pólvora que siempre acompañan a las derechas.

España ha dicho que no quiere experimentos reaccionarios que le devuelvan al pasado. La memoria histórica, esa de la que reniegan los que exigen pasar página a las barbaridades de la dictadura franquista como si no hubiera existido, y que han construido un relato de la reconciliación nacional a base del trágala de los que perdieron la guerra, que sus parientes antepasados provocaron con un golpe de estado, ha impulsado, en conjunto, la victoria de la cordura, la razón y la perspectiva de futuro. Nada de eso es posible cuando mandan las derechas. Su ideario, en el que no hay espacio para la igualdad, ni para la solidaridad ni para la justicia, es el de la desgracia misma para la convivencia en paz y en libertad. Que es lo que han dicho las elecciones que queremos: un país ancho y diverso en la senda de la prosperidad y el desarrollo.

Pero no caben despistes. Ni en la denuncia constante de lo que suponen las políticas de las derechas para los más vulnerables, de lo que sobran ejemplos en las instituciones que dirigen después de las elecciones locales de mayo, ni en evitar, con toda la fuerza que dan la razón y ser muchos más, que conquisten un solo palmo de nuevo poder. El gobierno que se forme en los próximos meses, plenamente legitimado por un resultado inequívoco a favor de la pluralidad, el consenso y el progreso, tiene la obligación de dar cobertura a este anhelo ciudadano expresado en las urnas. Las derechas nunca se rinden, solamente se agazapan esperando una oportunidad. No se la demos.

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