domingo. 28.04.2024

Igualmente

Santander es un barco contra las rocas porque al timón no está la más capacitada. Ni mucho menos. Las mayorías absolutas no convalidan la incompetencia

Que si montada en un tractor, que si en un evento de moda en Madrid, que si paseando con un casco por obras ajenas, que si en unos premios taurinos rodeada de señoros. La alcaldesa de Santander está que no para haciendo promoción más de sí misma que de la ciudad. Un ejercicio muy de gestores sin propuestas (o pocas y deficientes) y de gentes sin ideas (o escasas y poco elaboradas). Por mucho que en ese diario local al servicio del régimen (el que sea, que el servilismo como principio no entiende de orillas) le regalen titulares resaltando la madurez de sus proyectos para el municipio. Yo he visto en Madrid plátanos expuestos a pie de calle, en agosto a 40 grados, que tienen mejor pinta, mejor color y huelen menos fuerte.

A base de la sencillez que da la incapacidad, Gema Igual está haciendo de Santander un balneario pasado de moda

La alcaldesa de Santander es un delirio de alcaldesa. Entre chocolatadas para los vecinos (una forma sencilla, y cutre, de afinar voluntades), bailes de sevillanas (parecido, pero más racial) y telereuniones (el guiño tecnológico de una agenda tirando a mediocre), Igual va pasando la legislatura. El día de la marmota en la ciudad, que a medida que pasa el tiempo tiene menos vida que el pueblo que se cree que gobierna. A base de la sencillez que da la incapacidad, Gema Igual está haciendo de Santander un balneario pasado de moda por el que van arrastrando los pies los de allí toda la vida que no tienen (o no pueden) a dónde huir.

En el barrio de mis padres, un ajuste de la calle para contentar a algún vecino partidario (actuar este muy de la derecha lugareña) ha dejado al resto sin una acera que evita el peligro de caminar por la calzada. Las de Camilo Alonso Vega no han visto una renovación desde que la División Azul volvió de Rusia. Las obras para hacer más moderno el Sardinero acaban en inundaciones en cuanto llueve. Y el Barrio Pesquero solamente merece atención cuando toca sacar de las redes votos cautivos. Así, casi al azar, por citar cuatro quejas que mis referentes (y sufridos) santanderinos mantienen desde hace demasiado tiempo. Para eso, la alcaldesa no tiene proyectos, ni verdes ni maduros. El mediopensionismo intelectual de Gema Igual mide la ciudad por carros de tierra, y eso solamente puede desembocar en la insuficiencia y el abandono.

Santander es un barco contra las rocas porque al timón no está la más capacitada. Ni mucho menos. Las mayorías absolutas no convalidan la incompetencia. Tampoco lo hacen ni la grandilocuencia (vacía de realidad, por otra parte) de una gestión por hacer,  ni el (falso) voluntarismo (vestido de conveniencia, en pago por favores debidos). Vaya donde vaya, haga lo que haga, la alcaldesa parece siempre la hija pequeña del dueño de los ultramarinos del pueblo enviada a dar un pésame a un velatorio. Siempre con una sonrisa, eso sí, aunque con la ropa inadecuada y a destiempo.

Soy una víbora, lo sé. Pero es que me dan pena Santander y mis convecinos. Desde que aquel que fue ministro un rato la dejó al frente de la ciudad, Igual ha hecho todo lo que no hay que hacer, y nada de lo obligado, para sacarle lustre y lanzarla al futuro. Esa cercanía popular y desenfadada con la piensa que cumple como alcaldesa es su único rédito. Nada distinto al que obtienen con igual desparpajo los regidores de Reinosa, Arnuero o Los Tojos. El problema es que Santander no es Reinosa, Arnuero o Los Tojos. Cada cual en su importancia (toda, por supuesto, para sus correspondientes vecinos), los alcaldes han de conocer la magnitud que deben darle a su trabajo. Igual no acierta ni por error delimitando la suya. Y así le va al municipio, irreconocible entre los escombros. Ojalá cuando lo deje (ojalá cuanto antes) acabe en un trabajo que le cunda subiendo a tractores, disfrutando de pasarelas, repartiendo galardones toreros o revisando planes de obra. Hoy por hoy, mientras sigue, inasequible al desaliento, se está cargando Santander, que se hunde sin remedio frente a las olas del tedio, la insustancia y lo de siempre (desde hace setenta años).

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