sábado. 20.04.2024

Que les den por el saco...

Toda la revolución al sistema que han traído ha sido la vieja estrategia partidista de los vetos al contrario y el cambalache de sillones. La falta de respeto a los votantes es de tal calado que la divergencia de intereses entre ellos y nosotros se ha convertido, directamente, en la desconexión más absoluta. Y ahí está mi elección. A falta de otra cosa, por mí que le den por el saco al sistema y a los que le mangoneaban.

Al tiempo de escribir esto ando metido en rollos de dentista. Me están haciendo una endodoncia en una muela. Por partes, como las series buenas de TV. Y con dolor, como los partos de trillizos. Hasta aquí me ha traído un empaste caído y dejarlo pasar más tiempo del debido. El caso es que entre amagos de desmayo y gritos desgarradores (como buen español, tengo mucho de folclórica dramática) estoy decidiendo mi voto para el 26 de junio. Ando dividido entre una foto de mi gata, medio folio lleno de insultos y los tickets de las últimas recargas del abono del metro. En diciembre voté con el corazón y la tripa revuelta, pero este show impúdico y arrabalero que nos han dado en los últimos seis meses los políticos de medio pelo que nos representan me ha curado. Igual que para ellos, esta vez también para mí será distinto.

En diciembre voté con el corazón y la tripa revuelta, pero este show impúdico y arrabalero que nos han dado en los últimos seis meses los políticos de medio pelo que nos representan me ha curado

En una escala de uno a diez, mi grado de respeto a la clase política ha caído por debajo del cero. Tampoco es que anduviera mucho más arriba el diciembre pasado. Ahora se han sumado a la media aritmética de mi hartazgo, además, los emergentes de la nueva política y el discurso del cambio. Toda la revolución al sistema que han traído ha sido la vieja estrategia partidista de los vetos al contrario y el cambalache de sillones. La mediocridad es contagiosa, y su retórica un cuento chino. La falta de respeto a los votantes es de tal calado que la divergencia de intereses entre ellos y nosotros se ha convertido, directamente, en la desconexión más absoluta. Y ahí está mi elección. A falta de otra cosa, por mí que le den por el saco al sistema y a los que le mangoneaban a su antojo digamos lo que digamos.

Hay quien dice que si no votas luego no puedes quejarte. Como si votando sí que pudieras y alguien fuera a hacerte caso. Tonterías que reducen la democracia a lo formal, y que explotan el miedo a la exclusión ciudadana si no se participa. En el mero hecho de meter una papeleta en una urna no está la cesión del derecho a decidir quién y cómo se delimita nuestro futuro. Esta idea de representación absoluta otorgada cada cuatro años sin revisión ni actualización está absolutamente superada. Pero solo nosotros nos hemos dado cuenta. Y así le pinta el pelo al sistema, que se sostiene por inercia y por nuestro puro cansancio. Ahí está el sentido de mi voto. Mi gata podría hacerlo mejor; los insultos definen mi estado de ánimo; y los tickets del metro reflejan la verdad de aguantar viviendo cada día. Así que a mí que me esperen.

Que les den por el saco...
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