sábado. 20.04.2024

¿Tenemos Gran Coalición?

El PP ve en Ciudadanos una derecha tan de derecha como ellos, pero emergente, con futuro, en ese sentido aún intachable. Y su líder les envía cantos de sirena. Solo hace falta el 'sí' de 46 diputados del PP a un gobierno en el que los diputados "razonables" se verían implicados. Eso, o 62 abstenciones; el resultado sería el mismo.

He de reconocer de entrada, para que no se me diga que fuerzo el relato de la actualidad con tal de mantener mis tesis -eso ya lo digo yo- que desde mucho antes de las pasadas elecciones percibía todo como si quien manda, sea quien (o lo que) sea, hubiera decidido de modo irrevocable qué es lo que pudiera ser y qué es lo que nos estuviera vetado. Y que no podría ser que aquí gobernara una pandilla de políticos insolentes, que miran de cara  a los ciudadanos y tienen la osadía de hablarles, sin perversiones del lenguaje, sobre el origen de sus problemas, sin ocultar, tras un manto eufemístico, la naturaleza avariciosa del mismo; que señalan además, con descaro, a los servidores de los sujetos de tal pecado como el objeto a batir en aras del interés general. En su arrogancia, se atrevieron incluso a ponerles nombre; "casta" les llamaron.

Esta percepción no derivaba solo de una intuición, sino que había señales explícitas de este impedimento que como tal, en su formulación negativa, expresando lo que no podía ser, solo se le oía a los candidatos en liza, al PP, a Ciudadanos y al PSOE básicamente, lo cual no dejaba de entrar en lo razonable. Pero mucho más significativa, para mí, fue la entrada en el discurso procasta de otros voceros de innegable influencia en nuestra sociedad. Así, se empezó a escuchar a Felipe González alabar las excelencias de un gobierno de gran coalición PP - PSOE, que evitara la llegada de los bárbaros a la Moncloa, asegurando así la supervivencia de las reformas laborales que realizaron entre ambos partidos, así como otras muchas contrarreformas llevadas a cabo durante la pesadilla que constituyó la última legislatura; todo ello a mayor gloria de la avaricia de quienes se han enriquecido a partir del sufrimiento generalizado que trajo esa gestión de la crisis. Felipe González -qué bien se calló durante sus primeros años de ex presidente, justo hasta que sintió la necesidad de arremeter contra la detención de Pinochet en Londres y su posible juicio en Madrid- no declamó solo, sino que le acompañaron en su recital otros voceros del alma cutre del PSOE, aquella a la que pertenecen los que, autosatisfechos por los innegables logros del pasado, nunca asimilaron bien que se les rebajara a la categoría de jarrones chinos, en expresión acuñada por su líder. No quisiera que nadie se ofendiera por no nombrarle, pero citaré solo al electricista y ex ministro del interior Corcuera -el de la ley de patada en la puerta, ¿se acuerdan?- y Leguina, ex presidente de Madrid, ambos ex socialistas, pero con carnet del PSOE, que arrastran sus frustraciones por los estudios de la TDTParty, como la  catoliquísima 13TV, tan católica como la COPE de cuando Jiménez Losantos.

La escenificación de las negociaciones pos electorales nos ha descubierto un auténtico tahúr en Pedro Sánchez. Ha ninguneado a la izquierda

Tanto o más significativa que las mencionadas tomas de posición a favor del gobierno del PP con el PSOE, fue la nítida y sostenida línea editorial en dicho sentido del diario El País y del consejero delegado de PRISA, Juan Luis Cebrián, otra gloria de la Transición que no tuvo la claridad de ideas necesaria para retirarse antes de enfangar el gran trabajo realizado.

Es cierto que la fórmula PP - PSOE ha sido defendida, por los sectores mencionados, con anterioridad al conocimiento de dos realidades: los resultados electorales, por un lado, y la aceleración del deterioro del PP debido al afloramiento de información acerca de su grado de corrupción, que aparece como generalizada, como algo estructural, por otro. Estas dos circunstancias hacen que se descarte esa concreta fórmula. Pero lo esencial no es, para los señores a los que se trata de servir, salvar partidos y siglas, sino intereses. De ese modo, en efecto, ya nadie habla del PP en el gobierno, salvo Rajoy y cuatro héroes que le acompañan. Sin embargo, Ciudadanos no representa intereses distintos a los que venía defendiendo el PP. De hecho, los líderes del Ibex35 no ocultan su simpatía por fórmulas compatibles con la presencia de Ciudadanos en el gobierno. Siendo así, deberíamos convenir que la versión actualizada del manido término de "gobierno de gran coalición" sería un gobierno PSOE - Ciudadanos, más allá de si salen o no los números que lo posibiliten.

La escenificación de las negociaciones pos electorales nos ha descubierto un auténtico tahúr en Pedro Sánchez (del Mississippi, añadiría Alfonso Guerra). Ha ninguneado a la izquierda, que no ha hecho otra cosa que ofrecerse a cara descubierta para posibilitar un gobierno progresista y para garantizar esa naturaleza participando en él, mojándose y arriesgándose a ser de nuevo engañada y traicionada, como le ocurrió a IU en Andalucía a manos de su presidenta. Cuando ya tenía prácticamente acordado un pacto de derechas con Ciudadanos, nuestro fullero envía a sus lugartenientes a reunirse con los partidos progresistas, a iniciativa del sorprendentemente oportuno político Alberto Garzón, mientras el tahúr se reunía con Rivera para, al día siguiente, anunciar un pacto de gobierno de derechas. Cree Sánchez, y quien le asesora, que esa actitud torticera pasa desapercibida a los ciudadanos, pero yo creo que se equivoca.

Igual hay que pensar con otros parámetros, igual conviene disolver ideas preconcebidas; como que los pactos solo se dan entre partidos

Sea como sea, ahora estamos todos, en general, pensando que en el fondo da igual porque no salen los números. Que PSOE y Ciudadanos solo suman 130 escaños, y se necesitan 176 para la mayoría absoluta. Y que el PP no votará a Sánchez de presidente. Y yo creo que todas estas cosas que pensamos son verdad, y en su virtud podría pensarse, y se piensa, que iríamos directos a la repetición de elecciones. Y sí, son verdad, pero igual no toda la verdad. Igual hay que pensar con otros parámetros, igual conviene disolver ideas preconcebidas; como que los pactos solo se dan entre partidos, que las siglas definen comportamientos monolíticos en los grupos parlamentarios. Algún lector va a decir ¡ya está el abuelete con sus batallitas! Voy a arriesgarme a la certeza de esa posibilidad y repetiré que la experiencia es un grado, y traeré aquí a colación el desmembramiento de la UCD en pleno ejercicio del poder. Los que vivimos la Transición recordamos cómo de la noche a la mañana el partido del poder por excelencia se disolvió como un azucarillo y no quedó nada de él. Me dicen amigos que eso no pasará con el PP, que tiene probada su cohesión en situaciones difíciles. Y es verdad que la tiene probada… en situaciones difíciles para los demás. Así, votó unánimemente la reforma laboral, que no les afectaba; solo afectaba a los trabajadores. También tuvo unanimidad, salvo honrosas excepciones como nuestro diputado cántabro Médel, para votar como un solo hombre la decisión de arrasar Irak con napalm. Pero esas votaciones no ponían en peligro a cada diputado individual, sino a otros. Ahora pensemos en la actual situación, con un PP absolutamente asfixiado por la corrupción, sin moral para tirar adelante, y ello con un presidente atorrante que ni siquiera ha tenido el valor de dejarse proponer como candidato a la presidencia del gobierno. Es una situación de NO FUTURE. Por otro lado, estos diputados ven en Ciudadanos una derecha tan de derecha como ellos, pero emergente, con futuro, una formación nueva, en ese sentido aún intachable. Y su líder les envía cantos de sirena. Solo hace falta el 'sí' de 46 diputados del PP a Sánchez, Rivera y a un gobierno -con todo lo que ello implica- en el que los diputados "razonables" se verían implicados, eso sí, con una imagen renovada y un futuro del que ahora carecen. Eso, o 62 abstenciones; el resultado sería el mismo: gobierno de gran coalición, el 2 o el 5 de marzo,  lo mismo da.

¿Tenemos o no tenemos gran coalición? Yo espero que no. Es más, confío en que no. Pero no está de más relativizar nuestros consolidados elementos de juicio, básicamente para no permanecer inermes ante la innovación permanente de los trileros de lo público.

¿Tenemos Gran Coalición?
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