viernes. 19.04.2024

Patria, bandera y cartera

Ultraderechistas caducados y ladrones aggiornados, políticos conservadores y socialistas ex progresistas patrimonializan el concepto de España, que es de todos y entre todos nos debiera tocar definirlo, haciendo un mal servicio a esa teórica causa. Pero no deben confundirnos: resumiendo a Pablo Iglesias, la patria es la gente, por lo que es la gente la que debe acabar con este estado de cosas.

"Todo lo hice por España", recitó el ultraderechista Bernard, secretario general de Manos Limpias, cuando el juez ordenó su entrada en prisión incondicional al quedar al descubierto sus prácticas mafiosas. Y dijo verdad, porque este personaje, como tantos otros, lleva España en la cartera más que en el corazón. Por eso he elegido el calificativo de "ultraderechista" en lugar del sinónimo "fascista"; no por casualidad, sino porque hay algún matiz que diferencia estos términos. Ambos califican a personas e ideologías que desprecian la libertad de expresión, y mucho más la de acción política y social; regímenes autoritarios que hacen del suelo patrio una finca con la que negociar, para lo cual, antiguamente, había que tener al personal materialmente maniatado y totalmente amedrentado, no fueran a estropearles el chollo. Dado que para levantar y mantener el chiringuito en pie era necesario el apoyo de alguna parte de la población, lo suficientemente notable como para que pudiera darle algún grado de legitimidad, al tiempo que facilitara el control y represión de los individuos y grupos que optaban por la dignidad, se elaboró toda una parafernalia pseudoideológica basada en Patria, Dios y Bandera -lo que venían a llamar España- por un lado, y la identificación de la libertad con la libertad de mercado y de explotación de recursos materiales y humanos, por otro. España y cartera eran, pues, los dos leitmotivs de ultraderechistas y fascistas; el orden de prelación en sus discursos era el matiz entre el ultraderechista a secas y el fascista. Así, en los gobiernos tecnócratas del Opus Dei, presididos por nuestro sanguinario dictador, de aflautada voz y solitario testículo, aquellos santos varones, de impresionantes cuentas corrientes, tenían un calificativo despectivo, que vertían entre muecas de mofa y befa contra sus compañeros de gabinete más políticos, más ideológicos, más fascistas: "joseantonianos" les llamaban.

Pero basta ya de tanta ranciedumbre. Bernard hoy no es que no sea un joseantoniano, es que solo es, como su cofrade Pineda, de Ausbanc, un mafioso cutre sin categoría alguna, un fantoche tan antiguo como su superada ideología ultraderechista. Porque hoy no hace falta eliminar las libertades formales ni el sistema de partidos para seguir haciendo de la patria tu cartera. Tampoco es necesario extorsionar cual mafioso del siglo XX; solo es preciso ampliar un poco el alcance de miras, a Panamá, Suiza y muchos otros paraísos. Como lo amplían distintos miembros, amigos y amigas de la familia real, o ministros mentirosos, de esos que, tras verse descubiertos y compungirse en público, se retiran interiorizando un "que me quiten lo bailado", no sin antes haber asestado la estocada fatal a proyectos nacionales de futuro, generadores de empleo cualificado, como las energías renovables. Con la misma decisión lo ampliaron la mujer y el amigo del alma del principal muñidor político de la Gran Coalición, el "ex Felipe González", entregado en cuerpo y alma al objetivo de evitar el gobierno de su partido con Podemos, IU y Compromís, gobierno que a buen seguro traería la miopía a estos visionarios, impidiéndoles multiplicar sus negocios offshore que tantos beneficios aportan a la nación. Todo lo hace por España, una vez más.

Los papeles de Panamá están poniendo nombres a lo que todos sabíamos que pasaba. El morbo hace que no perdamos detalle, pero puede conseguir que perdamos el enfoque sobre lo fundamental

Los papeles de Panamá están poniendo nombres a lo que todos sabíamos que pasaba. El morbo hace que no perdamos detalle, pero puede conseguir que perdamos el enfoque sobre lo fundamental: por mucho que los grandes medios de comunicación se centren en ello, la ilegalidad, o no, de estos actos nada predica sobre su moralidad, pues las leyes están redactadas para dejar impune la avaricia y la sevicia de los poderosos económicos. Difícil que fuera de otra manera si son éstos los que las dictan a través del sistema formalmente democrático que poseemos, incapaz hasta la fecha de plasmar una mayoría parlamentaria representativa de los intereses objetivos de la mayoría social. Independientemente del grado de legalidad, hurtar recursos a hospitales, escuelas y otros servicios sociales es una inmoralidad. Acabo de decir una obviedad, pero no me la he callado conscientemente, para poder añadir una evidencia y, relacionándolas, inducir una conclusión: todos los españoles, y allegados, que en mayor o menor grado están apareciendo en los papeles de Panamá, se oponen frontalmente al gobierno de centro e izquierda al que, de modo natural, obliga el último resultado electoral; un peligro para la salud del país, nos dicen. ¡Otra vez la patria! ¿No nos induce esto a concluir la imperiosa necesidad de contar con ese gobierno "de y para" la gente?

Sin embargo, otro tipo de enemigos de ese necesario gobierno socialmente democrático no aparecerán en este espectáculo. Me refiero a lo que mi admirado profesor Vincenç Navarro asegura que no formará parte de la actual orgía de revelaciones: el papel de los grandes bancos en la operativa organizadora del entramado de empresas y cuentas opacas, cuando es más que evidente que ofrecen este servicio a sus clientes. Aventura Navarro, y yo estoy seguro de que acierta, que los grandes medios, propiedad de bancos y grupos financieros internacionales, no desvelarán sus prácticas corruptas; nos quedaremos sin el desenlace de la trama, como cuando de niños nos mandaban a la cama.

Unos y otros, ultraderechistas caducados y ladrones aggiornados, políticos conservadores y socialistas ex progresistas de los de las puertas giratorias, esas que te llevan en un santiamén de la calle del pez volador (primer domicilio de González en Madrid, cuando aún era Isidoro) al barrio Salamanca, evasores fiscales individuales y corporaciones bancarias y financieras internacionales, siguen patrimonializando lo de todos como se ha hecho siempre: confundiendo la patria con la cartera. Como la Iglesia Católica ha venido "inmatriculando", es decir apropiándose, de cuanto bien público estuviera insuficientemente inscrito, con el beneplácito de todos los gobiernos de la dictadura y de la democracia. Y para que el cortijo les dure mucho, enaltecen la unidad de la patria como valor supremo que utilizan de señuelo para atraer el apoyo popular e impedir fórmulas democráticas de solucionar los problemas y gobernar para la gente. Patrimonializan el concepto de España, que es de todos y entre todos nos debiera tocar definirlo, haciendo un mal servicio a esa teórica causa, pues el exceso en la presión centrípeta, en conjunción con la catadura de sus protagonistas, provoca intensas reacciones centrífugas; como el uso y abuso de la bandera rojigualda en pulseritas, polos y pegatinas por parte del PP y la ultraderecha disminuye su valor de símbolo de todos los españoles, a diferencia de lo que ocurre en la mayor parte de los países. Pero no deben confundirnos: resumiendo a Pablo Iglesias, la patria es la gente, por lo que es la gente la que debe acabar con este estado de cosas; para recuperar patria, bandera y cartera.

Patria, bandera y cartera
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