viernes. 26.04.2024

Sí es violencia, sí

Lo tenemos claro. Basta con preguntar en la calle. No es necesario hacer una encuesta. Tampoco ser Chicho Ibáñez Serrador ni retrotraernos a 1972 para preguntar por formas de violencia contra la mujer, tal y como acostumbraba el famoso programa de televisión ‘Un, dos, tres… responda otra vez’: asesinato, agresión física, violación, abuso sexual, gritos, amenazas, insulto… Quizá ya habría sonado la campana tras los 45 segundos reglamentarios. El resultado, obviedades. Siempre llegamos a los mismos lugares comunes.

Nos dejamos en el camino lo difícil, lo oscuro, lo oculto entre la normalidad. Lo que está en la calle, en el día a día tanto del hombre como de la mujer, forma parte de esa ‘normalidad’. ¿La aceptamos por ser ‘normal’? Damos un paso más, damos una nueva oportunidad, más formas de violencia contra la mujer ‘por 25 pesetas’: humillación, desprecio, chantaje emocional, culpa, desprecio, indiferencia…

La violencia explícita te anula, pero ‘la otra’ te incapacita, te inutiliza

Ya van trece respuestas acertadas, el botín se hace cada vez más grande, la violencia se amplía con un segundo vistazo. Sin embargo, seguimos dejándonos esas miradas de reojo continuadas a ambos lados de tantas y tantas calles oscuras cualquier día de la semana. El miedo a no saber qué habrá detrás de la puerta del garaje antes de coger el coche para ir a trabajar a primera hora de la mañana. La tensión de recordar ese mantra de no andar demasiado cerca de la pared de cualquier calle, por cualquier ciudad, no vayamos a dar más facilidades a quien puede esperarnos tras la puerta de cada uno de los locales o portales que vamos dejando atrás.

Sin hablar de los micromachismos, esos pequeños gestos, actitudes, comentarios y prejuicios que se manifiestan en lo cotidiano contribuyendo a la inequidad y colocando a la mujer en una posición inferior al hombre en ámbitos sociales, laborales, jurídicos y familiares. Esa ‘nueva normalidad’ del siglo XXI que ha sustituido a la ‘normalidad’ a la que antes hacía referencia.

La violencia explícita te anula, pero ‘la otra’ te incapacita, te inutiliza. Te pone en desventaja en el día a día frente a quienes tienen la suerte de no sufrirla. Un freno de mano visible e invisible presente en todos los ámbitos de la sociedad.

Y todo ello sin hacer clic. Sin utilizar el pulgar, el símbolo de la evolución humana que dos millones de años después se ha convertido en un nuevo arma social. Con un solo dedo hoy se puede poner en jaque a toda una sociedad. A través de una pantalla, grande o pequeña, de ordenador o de móvil. Aquella puerta tras la que no sabes qué encontrarás se ha sustituido por esa App de red social que actúa de la misma forma. El refugio del hogar puede ser otra boca del lobo, aún más sigilosamente abierta, si dejamos entrar al mundo virtual.

El pasado año, el mayor aumento en mujeres víctimas de violencia de género en España se dio en menores de 18 años

El pasado año, el mayor aumento en mujeres víctimas de violencia de género en España se dio en menores de 18 años, un 28,6% más respecto a 2020. Y no solo porque este segmento de población sea el mayor usuario de redes sociales. También lo es de un tipo de música que se ha popularizado, sobre todo entre este colectivo. Se suma con sus letras y bailes a un contenido cada vez más sexista y, porqué no decirlo, explícitamente machista en muchos casos. Y qué decir de la facilidad de acceso a la pornografía desde edades tempranas…

La herramienta no tiene la culpa, de igual forma que el cuchillo no es culpable de asesinato. A un niño le das un cuchillo porque antes le has enseñado a utilizarlo. Enseñemos desde pequeños a manejar ese cuchillo a nuestra sociedad, a pequeños y también a mayores.

Como diría la azafata del ‘Un, dos, tres…’, han sido demasiadas respuestas acertadas, a 25 pesetas cada una, tenemos aún una sociedad que tiene mucho que aprender y a la que todavía tenemos mucho que enseñar.

Sí es violencia, sí
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