sábado. 27.04.2024

Geoparques, feoparques y parkings naturales

Vivimos en la Era del Envoltorio. Hasta el punto de que algunos consideran que si el embalaje es bonito, para qué poner nada dentro. Una filosofía en la que las autoridades de nuestra sufrida Comunidad son alumnos aventajados

¡Más turismo! Hay que atraer al turismo. Y para ello, lo único importante es el eslogan, la foto paradisíaca y los cintajos y sellos de excelencia con nombres de relumbrón. En la Costa Quebrada –qué bien suena– ya contamos con el no menos biensonante Parque Natural de las Dunas de Liencres, que además contiene  zonas declaradas ZEC (de especial conservación) y ZEPA (de protección de aves), a las que se intentó añadir el recientemente rechazado Geoparque de la UNESCO.

Para pescar hay que macizar. Lo que luego se encuentren quienes vengan atraídos por el señuelo es lo de menos. Ave de paso, escopetazo. Y a hacer caja.

Al menos dos, Portio y Arnía, tienen unos accesos impropios de un país civilizado, imposible para personas mayores o con dificultades físicas

El mérito del Parque Natural de las Dunas de Liencres es su originalidad, única entre los espacios protegidos del mundo. ¿Por qué?

Empecemos por el emisario submarino situado dentro de su perímetro, del que nadie habla. Cada vez que hay fuerte oleaje, los vertidos de residuos industriales del emisario llenan la superficie de la ría del Pas con conglomerados de espuma marrón,  y tiñen su superficie y la de las costas del parque de un color verde piscina, casi esmeralda. Seguro que alguno lo venderá como una playa caribeña. Pero no. En el baño, el agua es una sustancia turbia y blancuzca. El color habitual de la playa de Usgo, completamente contaminada por estar junto al origen de los vertidos. ¿Algún político ha propuesto alguna vez el cierre del emisario o al menos su control gubernamental? Qué va. Política del avestruz.

Hablemos de las playas del parque. Al menos dos, Portio y Arnía, tienen unos accesos impropios de un país civilizado, imposible para personas mayores o con dificultades físicas y en los que cualquier día alguien se romperá una pierna. En Portio desemboca un arroyo con aguas de un olor bastante más que dudoso, pero el arroyo que sale al mar junto a la playa de Cerrias de dudoso ya no tiene nada: ¿Parque Natural? Los aparcamientos de acceso a la mayoría de estas playas son tan insuficientes como surrealistas.

La gestión del aparcamiento en la playa de Valdearenas, que todos los veranos sufre un caos automovilístico realmente innovador para tratarse de un santuario de la Naturaleza, podría calificarse de inefable. Tampoco hay adjetivos para explicar que se mantenga la desmedida superficie de este aparcamiento, arrebatada a las dunas, que le ha hecho merecedor del sobrenombre de Parking Natural.

El problema de fondo es si queremos controlar el número de personas que acceden al parque para evitar su deterioro o se trata de que venga el mayor número posible de turistas

Esta situación y este caos se vienen denunciando cada verano desde tiempo inmemorial. Luego, con el otoño vuelven los proyectos para una reducción del aparcamiento, un parking externo, un espacio para autocaravanas y una lanzadera que acerque personas a la playa en lugar de coches. Al final, siempre hay excusas para que las conocidas y factibles soluciones no se apliquen.

El problema de fondo es si queremos controlar el número de personas que acceden al parque para evitar su deterioro, como sucede en los espacios protegidos del resto del planeta, o se trata de que venga el mayor número posible de turistas.

Un Geoparque de la UNESCO presupone 3 condiciones: la existencia de un espacio geológico adecuado, un interés por su conservación y divulgación, y un proyecto de desarrollo socioeconómico a escala local basado en sus valores.

Todo Geoparque –y el de Costa Quebrada reúne buenas condiciones para serlo– requiere una senda que lo recorra. Ante la desidia de las autoridades, el camino que discurre por el espectacular recorrido costero ha sido creado por la gente. Abandonado, sin desbroces de maleza ni adecuados carteles orientativos, la mano de la Administración solo se implica en ir cerrando los tramos que el retroceso de la costa hace inviables, impidiendo que al menos los visitantes puedan reconstruir el camino unos metros hacia el interior y contar con una senda ininterrumpida. Tanto en esta senda como en las aún más abandonadas del monte Picota, he encontrado turistas extranjeros asombrados por la desatención que presenciaban.

El deterioro del promontorio situado junto a la playa de Arnía debido al continuo tránsito de visitantes, con el beneplácito de todas las Administraciones responsables, deja bastante claro cuál es el interés de nuestros gobernantes en preservar el patrimonio geológico del Geoparque. Algo parecido sucede con la arista de Somocuevas.

Las urbanizaciones situadas junto a la costa, que arruinan su paisaje, son las cicatrices de un modelo socioeconómico no basado en un desarrollo y turismo sostenible, sino en la especulación, la ilegalidad urbanística  y la destrucción del patrimonio natural. El estigma de las sentencias de derribo, que perdura hoy en día por la desidia de los sucesivos gobiernos al no resolverlos, muestran bien a las claras cuál es aquí el modelo de “desarrollo socioeconómico local” que se espera de un Geoparque. Aquí, la pura maximización de beneficios, que conduce directamente a un turismo masificado y maltratado.

Quizá sea fácil aprovecharse de la ingenuidad de los visitantes con la imagen de un paraíso que podría serlo si reuniese las inversiones, controles y servicios que lo harían digno de ese nombre. Pero la ingenuidad no debe ser una cualidad común entre los inspectores de la UNESCO.

Más allá de las razones –o excusas dilatorias– que hayan justificado el rechazo del proyecto del geoparque, cualquier ojo experto puede apreciar la diferencia entre aquellas Administraciones que trabajan con responsabilidad e interés por el bien general y las de los amantes del paripé y la pandereta.

Lo sucedido es una buena oportunidad, como siempre desperdiciada, para ahondar en la distancia entre lo que somos y lo que deberíamos ser. Y en cómo recorrer ese camino.

Geoparques, feoparques y parkings naturales
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