sábado. 20.04.2024

Viraje a un escenario de pudientes y, con el resto, incertidumbre

Poder comprar productos de primera necesidad, principalmente alimentos, es lo que establece la diferencia entre las sociedades ricas y las necesitadas. En todas partes, la pobreza estrecha más el cerco. Quienes definieron este siglo como de gran despegue económico se lucieron. Está resultando todo lo contrario en muchas y variadas facetas. Aunque lo peor está siendo el incremento de las diferencias sociales. Porque crece la lista de las muchas cuestiones a las que solo pueden acceder los pudientes. Lo bueno que supimos construir respecto a un estado general de bienestar, para todos, ha entrado en un impás marcado por la incertidumbre.

Decido escribir este artículo metido en un supermercado, haciendo la compra. Recibo en el móvil una inesperada llamada, que retomé más tarde, para dar las pertinentes explicaciones de cortesía, ya que en la primera ocasión me mostré seco. “Perdona, pero es que me has pillado jurando en hebreo por el desorbitado precio de unas judías verdes, y el colmo es que una puta cebolla dulce me ha salido por 1,14 €, ¡dónde vamos a ir a parar!”, le doy como excusa real a mi interlocutor. El coste de la vida en España está imposible, pero no para todos, lo que, a pasos agigantados, está generando una sociedad desigual e injusta.  

La añoranza siempre se asemeja a la perdida de alguien o algo querido. A mí me ocurre con lo que llegamos a conseguir en los años 90 del siglo pasado, no hace tanto. Tras la caída del Muro de Berlín, y la aparición de Internet, con unos dirigentes mundiales efectivos y abiertos a nuevos y pacíficos escenarios, se hablaba ilusionantemente de la sociedad del bienestar, del conocimiento, y de buscar, por fin, un nuevo escenario global que no indignara, por las muchas diferencias que hay (acceso a los alimentos) entre países como, por ejemplo, Canadá (Norte de América) o Yibuti (en el Cuerno de África). Todo se ha ido al garete, e incluso Europa no vive su mejor momento que digamos. 

Dentro de la Unión está España, camino de los 48 millones de habitantes. Hace mucho tiempo que la natalidad no sale de la UVI en que se encuentra. Por si fuera poco, un estudio realizado en 2021 arrojó que entre nosotros tenemos a 13 millones de ciudadanos en riesgo de pobreza, y casi el 45 % llega difícilmente a fin de mes. El mismo informe alertó de que un 34,4 de los hogares no puede afrontar gastos imprevistos (gasolina, calefacción, precio desorbitado de ciertos alimentos), y que aumentan las personas pobres que tienen un empleo, al igual que estudios medios y universitarios. Como país, no damos esta sensación, porque somos un pueblo muy de apariencias, pero la profesión va por dentro. En este punto, quiero enfatizar, una vez más, que el sueldo medio que cobran nuestros jóvenes en sus puestos de trabajo es insuficiente a todas luces, y que hay un Gobierno que ampara esta situación, que cada vez es más sangrante.  Con la miseria que cobran, ¿cómo van a independizarse?, ¿pagar un alquiler, la comida, luz, agua, gas, gasolina…? ¡Imposible!

Entre nosotros tenemos 13 millones de ciudadanos en riesgo de pobreza, no damos esta sensación porque somos un pueblo muy de apariencias

Aunque la realidad es tozuda. Si en el 2021 nos encontramos con el feo panorama descrito, en el finiquitado 2022, esos malos datos han empeorado. Y lo dice el Instituto Nacional de Estadística. Que el aumento de esta pobreza es mayor en Extremadura, Andalucía y Ceuta. Que los datos menos malos se dan en Navarra, País Vasco, Aragón, Madrid y La Rioja. Y que el resto, como Cantabria, con un 21,1 de pobreza, se encuentran en un término medio, aunque nada halagüeño. 

La inflación y los precios al alza de casi todo genera una situación en la que unos pocos pueden afrontar lo que sea, pero, la mayoría, no. Habría que empezar por los alimentos. Su precio sigue disparado, un 15,3% más caros que hace un año, e inmersos en las mayores subidas que se han dado en 34 años, según la Organización de Consumidores, que mucho saben y tienen casos y denuncias al respecto. La leche y el aceite han subido en torno a un 30% interanual, los huevos un 27, las patatas un 21,5, la carne un 14, el pan un 15, la fruta un 12 y las hortalizas y legumbres un 10. Malo es que hayamos llegado a estos porcentajes, pero no es asumible que las subidas sigan en ascenso. En cuestión de economía, tras el Covid, la Guerra de Ucrania y el panorama actual de China, estamos en la tormenta perfecta. Si las materias primas están al alza, los productos elevan su precio. Muchos sectores dicen estar asfixiados por las constantes subidas en los costes. Ha ocurrido incluso con el roscón de Reyes: 19 euros en 2021 a 24 en 2022 (5 euros más). Puede que las ventas no se hayan resentido con motivo de esta última festividad navideña, pero no es así. Dentro de muchos gremios, sin ir más lejos este de la panadería, se vive ya a diario un cambio de hábito en la compra, porque la clientela adquiere lo imprescindible. A esto hay que llamarlo lo que es: retroceso.

Es cuestión de esperar acontecimientos respecto a aquello que crea desigualdad, como energías asequibles a trabajadores y pensionistas

2023 va a ser un año observatorio. No es cuestión de subirse al carro de las malas previsiones, y sí de esperar acontecimientos respecto a todo aquello que crea desigualdad, como es la adquisición de alimentos y la utilización de las energías a precios asequibles a los sueldos de los trabajadores españoles y los pensionistas. Ahora esto no se da, mientras las compañías energéticas han cerrado ejercicio con unos beneficios increíbles, pese a que se quejan por todo. Al tiempo, creo que el poder debe dar ejemplo de austeridad, de muy impecable uso de los recursos públicos. Vivimos inmersos en una situación económica que se pueden permitir los pudientes, pero la inmensa mayoría de ciudadanos no se encuentra precisamente en esta situación. Repito que hay que atajar todo esto, porque la pobreza se extiende, aumentan cada vez más las ayudas del Gobierno que son meros parches, y los ciudadanos no podemos encogernos de hombros a diario con lo que nos cuesta todo aquello que necesitamos para vivir. La supresión o reducción del IVA durante los primeros seis meses de este nuevo año sobre determinados alimentos básicos nos sitúa en el auténtico escenario que estamos viviendo, y no hay que desdeñar la medida adoptada por el Gobierno, siempre y cuando se aprecie una estabilización general de precios, y he aquí la cuestión a dilucidar en los tiempos que nos vienen por delante. Como se señala de habitual por parte de los medios cuando surge una noticia de gran interés general, seguiremos informando. Otra cosa será que la inflación se estabilice, baje o suba. Demasiada incertidumbre para los que menos tienen.

Viraje a un escenario de pudientes y, con el resto, incertidumbre
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