viernes. 29.03.2024

¿Que no van a vivir como nosotros?

Es escenario poscrisis es el de la brecha. Que si brecha salarial, brecha digital, política, social, económica... Con todo, lo más desilusionante es que nos estamos resignando a pensar y opinar que los jóvenes actuales en edad de trabajar, ya no van a cobrar ni vivir como lo han hecho antes otras generaciones. Ni es justo ni aceptable. Nuestra historia se basa en las grandes decisiones que se han tomado a la hora de erradicar diferencias y proporcionar un bienestar general a los ciudadanos de toda clase y condición. ¿Lo hemos olvidado?

Respecto a los jóvenes, los mayores no dejamos de repetirlo: no van a vivir como nosotros. ¿Y...? A donde quiero llegar con la pregunta y los puntos suspensivos es si nos vamos a resignar; si no hay cambio posible; incluso perspectiva de que no se cumpla tal predicción que lleva a que la mayoría de quien se incorpora al mercado laboral cobre sueldos de miseria, mientras la vida es cara en todo lo demás. Nunca acepté aquella reflexión en voz alta pronunciada durante la crisis que mantenía la preferencia de trabajar mucho por poco, a estar parado. Luego, claro, se hacían fuertes los abusos, y en esas estamos. Un primer hecho esclarecedor lo encontramos en el Informe Mundial de la Riqueza 2017. Arroja el dato de que si se compara el número de ricos en España en 2016 (202.200 millonarios) con los que había en 2008 (127.100), el aumento resultante es de casi un 60%.

¿Cuánto ricos son los nuevos ricos españoles? Creo que desconcierte igualmente este otro dato, también de 2017: el patrimonio del 0,4% de la población supera en valor el 50% del PIB, mientras las rentas bajas suponen que 5,4 millones de contribuyentes, que se dice pronto, ingresan ya menos de 6.000 euros al año. Cuando queremos licenciar a la crisis económica, ¡no corramos tanto!, porque he aquí la crisis en toda su duradera crudeza. No se trata de demonizar a los que más tienen, ni mucho menos a los empresarios que tienen todos mis respetos. Pero el buen tren de equilibrio que circulaba en Europa antes de 2007 ha descarrilado. Opino que el peor mal que tiene ahora la Unión Europea no es el brexit. Son las grandes diferencias. De sopetón, hemos incorporado a nuestro vocabulario el término brecha. Antaño la conocíamos mayormente porque nos abrían la cabeza de una pedrada. Hoy se ha extendido a lo peor que nos rodea: brecha salarial entre hombres y mujeres; brecha digital entre los que tienen ordenador o no; o la brecha generacional que viene a suponer esta nueva circunstancia de que nuestros jóvenes ya no van a disfrutar ni vivir como lo hemos hecho antes otros.

El buen tren de equilibrio que circulaba en Europa antes del 2007 ha descarrilado

Más nos vale ponernos las pilas para ajustar al menos estos grandes desequilibrios que, a mi manera de verlo, se han disparado. Es explosiva la combinación entre que cada vez tengan más los de arriba, menos los de abajo, y al tiempo decrezca el bienestar social en forma de educación, sanidad o prestaciones de muy diversa índole. Es más: si solo se habla de brechas por aquí y brechas por allá, debería introducirse como el asunto prioritario en las agendas políticas de todos los países y de aquellas organizaciones internacionales que les representan (FMI). Los males en este siglo se acrecientan, con la pobreza y los refugiados, al comienzo de la lista. Es bonito recordar los años 80 y 90 y el progreso que supuso este periodo concreto en tantas cuestiones relevantes. No se trata de retroceder al pasado, auque sí reivindicar lo que hemos sido capaces de construir para bien en otros tiempos, y llegado este punto subrayo como ejemplo claro el cobrar un sueldo digno por el trabajo desempeñado.

Es explosiva la combinación entre tener más los de arriba, menos los de abajo, y decrezca el bienestar social

Si de verdad está despejando la gigantesca borrasca económica que ha supuesto la última gran crisis, estamos obligados a actuar en favor de los derechos de la juventud a disfrutar de un mundo justo. Las escasas oportunidades profesionales que se les ofrece y las malas condiciones laborales hablan por si solas de la necesidad de que la política, la economía y el afianzamiento de derechos reconduzcan el rumbo, porque actualmente no es el adecuado. Lo peor es la resignación, que conlleva no saber lo que se está larvando alrededor de diferencias, brechas, injusticias, excesos, avaricias y demás glotonerías económicas. Tenemos tendencia a olvidar, y pasar página está bien, definiendo antes a qué nos estamos refiriendo en concreto. No se están haciendo como es debido las grandes reflexiones poscrisis y, de ahí, adoptar iniciativas y medidas que supongan el regreso a los acuerdos comunes que beneficien a una inmensa mayoría de ciudadanos. Por supuesto que tenemos que pensar antes que nada en nuestros jóvenes, porque nunca ha sido una frase hecha tan acertada como la de que ellos y ellas representan la estabilidad futura para todos los demás.

¿Que no van a vivir como nosotros?
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