jueves. 28.03.2024

París - Mali

Ahora más que nunca, el rearme de Europa debe ser más moral y social que militar. Las ideas del ojo por ojo no pueden prosperar, porque nos jugamos la raíz de nuestras esencias que tan magníficamente representa la República Francesa.  La libertad, la igualdad y la fraternidad terminarán rindiendo al terrorismo, como antes ya ha ocurrido. Pero no se puede estar guerreando permanentemente, ni abrir nuevos frentes que sumar a los polvorines de Irak, Afganistán, Siria, Líbano, Mali, Israel o Palestina.

El París-Dakar era un rally en estado puro, pero el París-Mali es un estado de puro terror. Hay otros escenarios tenebrosos que incitan la ira terrorista en Irak, Afganistán, Siria, Líbano, el citado Mali, Israel o Palestina. Este siglo iba a ser para los sesudos muchas cosas, pero nadie acertó a señalarlo como un tiempo en el que se iba a hacer tan fuerte el terrorismo. La mayoría de los países, incluidos los que financian las bombas y adiestran asesinos, combinan desolación con desconcierto. Tras un nuevo atentado brutal, está lo que hace y emite la televisión (algunas se lo tienen que hacer mirar), las reacciones de los líderes políticos y las opiniones diversas que, gracias a dios, nos permite la libertad de expresión que no existe en los lugares donde campan los terroristas de ISIS. Esta libertad (¿recuerdan el atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo?) ha permitido al prestigioso escritor francés Michel Houellebecq expresar lo que piensa. Y lo ha hecho con extrema dureza hacia Hollande, presidente de Francia, y Valls, primer ministro. Ha venido a decir que Francia necesita ahora un líder como lo fue Churchill en Inglaterra y la Segunda Guerra Mundial. La última novela de Houellebecq se titula “Sumisión”, y la trama va de un musulmán que llega a ser presidente de La France. Es fácil escribir lo que ha escrito Houellebecq, e incurrir en un fuera de juego claro, especialmente por vincular a Churchill con la caza y captura de terroristas en la parisina zona de Saint-Denis.

Sé que es difícil esgrimir el término que voy a citar a continuación, cuando este atentado y sus bombas y disparos se han llevado a 130 muertos, hay más de 300 heridos y casi un centenar de ellos graves. Esa expresión es serenidad. El 13 de noviembre pasado, y días posteriores, París respiró todo menos serenidad, es verdad. Francia es un ejemplo de país en todos los sentidos y no puede retroceder un ápice en el contexto en que es maestro del mundo en derechos que se expresan a través de la Liberté, égalité y fraternité (libertad, igualdad y fraternidad). Una democracia, y eso nos diferencia de los terroristas y sus animaladas, se refuerza en la medida en que es golpeada tan brutalmente como en el caso de la francesa. Sí a mejorar la seguridad, especialmente con la colaboración de una Unión Europea que urge reforzarse y acomodarse a los tiempos, dando además una solución al problema actual de los refugiados. No a ejercer el ojo por ojo, a movilizar más ejércitos, y trasladar una inquietud permanente entre culturas. Miro con respeto y preocupación a la  amplia comunidad musulmana que forma parte de Francia y del resto del viejo continente.

No quiero pecar de ingenuo al afirmar que hay que apartar siempre el terrorismo del debate electoralista. Los terroristas buscan matar, destruir, desquiciar, quebrar y también que confrontemos unos con otros, a ver quien propone la burrada más grande. En España lo sabemos muy bien. Es la unión de toda la sociedad la que termina combatiendo y erradicando el terror. La sociedad civil, y no digamos la francesa, debe hablar un mismo lenguaje, sin grietas ni fricciones. Francia tiene a su Le Pen, y no hay que descuidar un discurso tan radical que llega incluso a pedir la pena de muerte por decapitación para los yihadistas. Ahora más que nunca, el rearme de Europa debe ser más moral que militar. La astucia debe sustituir al ruido, porque los derechos y la justicia que aseguran y protegen las democracias deben prevalecer por encima de la xenofobia, el racismo, la persecución y la exclusión.

En España estamos a punto de celebrar los 37 años de nuestra Constitución, y una gran parte de los españoles hemos crecido compartiendo nacionalidad con  sentir europeo. Esto es lo auténticamente importante, lo que tiene que prevalecer, y lo que debe seguir por muchos años haciendo participe a las generaciones futuras de este proyecto común, solidario y plural llamado Europa. Francia y sus socios están ahora heridos y dolidos. Lo sé, y lo siento así también. El terrorismo yihadista y en concreto de ISIS caerá. Fracasará como cayeron antes otras bandas y sus bandidos. Algunos se empeñan en subrayar que ahora es todo diferente, pero ellos no han sufrido en sus carnes ni guerras mundiales ni tampoco que sientas de cerca bombas y asesinatos indiscriminados. Hay que sacar, creo que estamos en ello, conclusiones de Irak, Afganistán y ahora Siria o el Líbano. Sí o sí, todo esto hay que arreglarlo, al igual que el conflicto permanente entre Israel y Palestina. Cada uno de estos escenarios bélicos lo distorsiona todo. Un par de párrafos finales: los países ricos en petróleo del Golfo deben elegir dónde y con quién quieren estar. Ha pasado a mejor vida esa vieja forma de hacer diplomacia en que se permite abarcar todos los escenarios, y estar con unos y con otros. Con el mal no puede haber ambages. Se lo debemos a los muertos y heridos de los distritos 10 y 11 de París y a los que antes como ellos perdieron también la vida por la sinrazón del terrorismo.

París - Mali
Comentarios