martes. 23.04.2024

Los jóvenes y las nuevas adicciones, ¿por dónde empiezo?

Todos entendemos de adicciones si lo vemos desde el punto de vista del alcohol, las drogas o el juego. Todo ello aumenta, aunque como nuevas adicciones patológicas, llamadas así por el Ministerio de Sanidad, están Internet, el móvil y, por supuesto, las redes sociales. Muchos críos han hecho de estas tres cuestiones su vida. Adictos a eso, y nada más. Hubo un tiempo en que primaban cuestiones más útiles, como la educación, la formación personal, la cultura y el emprendimiento. Además del buen ejemplo propiciado por el Estado, el colegio y la familia, bajo ningún concepto se debería potenciar la superficialidad en todo que impera hoy

Hasta la decisión de escribir este artículo, les reconozco que no sabía de la existencia del Plan de Acción sobre Adicciones 2021-2024, dependiente del Ministerio de Sanidad. Tampoco conocía - y mira que me empapo de noticias y anuncios gubernamentales, tantísimos como se emiten con la ayuda de los fondos europeos-, que este proyecto estatal supera el ámbito de las drogas, para abordar lo que se pueden considerar de facto nuevas adicciones de la población infantil y juvenil. Me allana el camino una noticia que leo aquí, en El Diario Cantabria, y que dice que en cinco años se ha disparado, en un 800 %, la atención a nuevas adicciones por parte de niños y jóvenes.

Pero, ¿cuáles son estas nuevas adiciones? Sin perder de vista jamás las drogas y el alcohol como epicentros de este plan nacional, la preocupación se ha extendido al abuso con el móvil, los videojuegos, el consumo de hipnosedantes, la salud mental, las bebidas energéticas en temprana edad, las imágenes y vídeos de contenido pornográfico o de violencia y, como no, el juego, donde todo lo online y el móvil se llevan la palma de poder apostar a lo que sea. Menuda relación de adicciones, que está bien meterlas todas juntas dentro de un plan, aunque cada una requiere de equipos y ayudas específicas dentro de un país, el nuestro, conocido en todo el mundo como permisivo en todos los aspectos (lo tenemos ahora con los okupas).

La juventud no es debidamente educada;  los hogares tampoco son el ejemplo de rigor que requieren estas delicadas situaciones, y los principales valores de comportamiento son puestos a diario en cuestión, bien sea por malas decisiones, polémicas absurdas, programas televisivos inaceptables, o directamente enfrentamientos políticos y sociales. Creo yo que, así, no de extrañar que el Ministerio hable de la preocupación social (no debe ser tanta) ante el uso patológico de Internet, de los medios digitales y de las redes sociales, que, para bien o para mal, son las grandes protagonistas en esta primera parte del siglo XXI. Hablando de ellas, se las critica desde el ámbito público y privado, pero todo el mundo saca tajada, y nadie está dispuesto a instaurar normas en las redes que eviten el insulto, la difamación, la mentira, la manipulación, las fake news, o el acoso en cualquiera de sus formas.

Se las critica desde el ámbito público y privado, pero nadie está dispuesto a instaurar normas en las redes que eviten el insulto, la difamación o el acoso

A priori, no veo por ninguna parte que se cite también entre las nuevas adicciones las series televisivas, y el acceso de los más jóvenes a los nuevos canales, estilo Netflix. En todas las épocas se ha entretenido a los niños con la televisión, para que no dieran guerra. Hoy se hace, desde bien pequeños, dejándoles un móvil. Estamos en la sociedad que, entre todos, hemos creado. ¿Cómo se sale de esta alocada espiral? Tarea difícil, porque los tiempos no están a favor de encauzar nada de nada. Cuando tengo ocasión, y esta lo es, me gusta recordar a Mandela. Como cuando pronunció aquello de que la educación es el arma más poderosa que podemos utilizar para cambiar el mundo.

Pienso que hoy, por interés, no se potencia la buena educación, la de los libros, el esfuerzo, la superación alcanzando las metas porque las has logrado (estudiado y aprobado), y no porque el sistema político-educativo lo pone cada vez más fácil para pasar curso. Es como ese otro pensamiento de mucha juventud que repite lo de ¡para qué trabajar, si el Gobierno te lo pone todo al alcance!, sin necesidad de jornada laboral alguna. A esto hay que sumar que, si los padres piden que sus hijos tengan menos deberes y exámenes, resulta que es ponérselo bien fácil a los que cada vez que cambian la Ley de Educación sea para hacerla peor.

Los niños, definidos así por su corta edad, deben tener reglas que no les aparten en un futuro de la conducta y los valores que deben primar a lo largo de su vida. Hablo de la educación, la libertad a través de la democracia, el trabajo, respeto, honestidad, tolerancia, justicia y solidaridad. Desde pequeños han de percibirlo. Si todo se vive en el ámbito de un móvil, de Internet o de las redes sociales, lo que impera es desbarajuste. Por eso la sociedad actual no va bien, y no es solo el caso español. Hay mucha decadencia, y no se da el valor debido a lo que siempre nos ha rentado de verdad: la formación personal, la cultura, el emprendimiento, el respeto al medio ambiente y el trabajo bien hecho, que no busca excusas como esta nueva de vivir bien, que te lo den todo hecho, sin implicarse en nada que demande visión de conjunto (país, unión, comunidad, diálogo, debate, consenso, crítica constructiva…).

Los niños deben tener reglas que no les aparten de valores como la educación, democracia, trabajo, respeto, honestidad, tolerancia y solidaridad

Las nuevas adicciones, que se suman a las que ya existían antes, son el producto de nuestros propios errores, en los que incidimos y nos reiteramos. Con las políticas de adicciones en España, sobre el papel se escribe que lo que se pretende es hacer de nuestro país un entorno más saludable y con mayor calidad de vida. Suena muy bien. Ahora, cuando sigo leyendo ya no entiendo nada más, al encontrarme con el siguiente texto: “Asimismo, y para conseguir una sociedad más segura, el Plan se centra en la reducción y control de la oferta, en la revisión de normativa y en el fomento de la cooperación judicial y policial a nivel nacional e internacional. También toma en consideración como áreas transversales: la coordinación, la gestión del conocimiento, legislación, cooperación internacional y comunicación para las que define objetivos específicos”. Lo dicho, sin ejemplo de arriba hacia abajo, es decir, de los mayores a los pequeños, cambiar el rumbo actual de las cosas no es posible.

 

 

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