jueves. 28.03.2024

La cultura que vale hace banquillo

Cuando hablamos del bienestar, percibo una brecha generacional respecto a la trascendencia que ha de tener la cultura en nuestras vidas. La irrupción de tecnologías y su aplicación al ocio, no debiera ser excusa para que los jóvenes no sean participes de la oferta cultural de las instalaciones públicas. En tiempos tan cambiantes, las programaciones culturales basadas en la cantidad deben mutar a una calidad persuasora. Es lo que marca la diferencia y mejor engancha a la cultura.

Al menos es lo que mantenía Andy Warhol, el genial artífice de ese Pop Art que reproducía en 32 cuadros individuales latas de sopa Campbell. Pensaba que hay que hacer cosas que la gente común no entienda, porque esas son las únicas cosas buenas. Añoro a aquel loco maravilloso del pelo blanco, que apostaba, efectivamente, por marcar siempre la diferencia, nada parecido a la mediocridad imperante hoy, en todo. Es una lástima que también intuyera el futuro, ósea ahora, donde todo quisqui desea la fama, aunque sea por un minuto, algo que se manifiesta a diario en la prensa de papel o digital, atada de pies y manos por los trending topic de las redes sociales, y evidentemente por los reality shows que se ponen y se imponen en las televisiones de todo el mundo. La cultura auténtica queda, entretanto, sentada en el banquillo.

Representada esencialmente por los libros y su lectura, el arte y su exposición al público o los espectáculos aplaudidos, parece que la cultura se halle en un segundo plano en esta era del wasap, memes, y las Apps, esas aplicaciones para tener en el móvil tu ocio particular. Las máquinas ya nos controlan, y no me refiero precisamente a los robots dentro de las fábricas, sino al móvil que hemos hecho compañero inseparable. Con él dormimos, despertamos y comemos, atrapados por Internet, redes sociales y tuits que nos escribimos con conocidos y desconocidos. ¿Y la cultura?, ¿dónde queda la cultura?

“Este escenario de Internet ha pillado con el pie cambiado a los poderes públicos, guardianes de la cultura a través de ministerios y consejerías”

Este nuevo escenario, tan de Internet, digital y tecnológico, unido a la falta de ambición cultural, ha pillado con el pie cambiado a los poderes públicos, tanto en cuanto siguen siendo guardianes de la cultura a través de ministerios nacionales y consejerías territoriales, entre las que se encuentra también la educación, que inexorablemente debe llevar a lomos la cultura general. 

El impulso oficial del saber ha de moverse siempre dentro de una máxima: nunca hay que rendirse frente a que la gente no lea, vea cine, escuche música, vaya a conciertos, exposiciones, teatro o la opera (disculpen si me olvido de algo). Si bien defiendo que la educación principal se aprende esencialmente en casa (seguramente es en el hogar donde escuchas por vez primera música clásica), la cultura es algo mucho más ambicioso, frente a lo que no puede haber flaquezas en colegios, institutos, universidades o las mencionadas consejerías. Una realidad: ¿cómo se ha llegado a que las universidades enseñen, sin tener a los libros como referencia? Pues por falta de exigencia, y que ahora todo son plataformas digitales y PowerPoint como resumen de los apuntes. Antiguamente, se era analfabeto por no haber recibido estudios, pero actualmente puedes tener un título y ser igualmente analfabeto, incapaz de mantener una conversación, y analizar las cosas desde la perspectiva cultural que proporciona ser persona instruida y leída. Pero esto, un país o una región, lo debe impulsar.

Cuando hablamos del mundo presente, de lo cambiante que está todo, de que no salimos de conflictos, broncas, y la falta de acuerdos políticos, desde mis entendederas es debido a que ya no hay predominio de la cultura, y la cercana, que es la más valiosa como mantengo, hace banquillo, porque no está alineada. Otro ejemplo son las programaciones culturales de hoy, en las que podríamos profundizar mediante las mismas 5 preguntas claves de la noticia en el periodismo: qué, quién, dónde, cuándo y por qué. No ambicionan mucho más allá de cubrir el expediente de estar hechas con presupuesto público. Pero el dinero invertido no lo es todo. Más nos valdría apoyar de lleno a los creadores, creen lo que creen, como lo decimos de los emprendedores, emprendan lo que emprendan. En este país se habla mucho de este hacer necesario, para luego ponerlas poco en práctica o, directamente, olvidarlas, y vuelta a empezar (cada nuevo Gobierno impone su cultura e incluso hay alguno que la utiliza para adoctrinar).

“Un país que no invierte adecuadamente en su cultura, puede tener una economía próspera, pero nunca será verdaderamente rico”

Por eso, al frente de la cultura deberían estar los que la conciben tal cual, por encima de cuestiones ideológicas o propagandísticas. Son los grandes nombres de las artes los más posibilitados para que los jóvenes sigan los mismos pasos de mostrar interés por todo lo que se mueve (las corrientes artísticas y musicales). Dos cuestiones, cultura y preparación, deberían ser una misma cosa. Alguien que no conoce las noticias que acontecen a diario no puede pretender ser periodista, al igual que alguien que es responsable de la cultura de una ciudad o una región debe ser constante los doce meses del año en impulsar la calidad artística de sus protagonistas, lo que a la vez atrae seguidores en taquilla. Un país que no invierte adecuadamente en su cultura, puede tener una economía próspera, pero nunca será verdaderamente rico. Aquel creador genial del pelo blanco, nos enseñó que hay que evitar un mundo en discordia, de ahí que Warhol quisiera contribuir a hacerlo mejor. Eso, como se logra, es a través de la cultura, agitándola sin cesar.
 

La cultura que vale hace banquillo
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