jueves. 28.03.2024

Cantabria desde el tren a Madrid

Subirse a un tren tiene en cualquier cultura el doble sentido de hacerlo realmente, y además expresar un anhelo o aspiración de mejora. Igual pasa con lo contrario, es decir, perder el tren. El juego de palabras tiene que ver con la comprobación personal de lo que supone actualmente viajar en tren de Santander a Madrid, con la reivindicación de que el despegue de esta región depende de un problema secular de comunicaciones que hay que acometer de una vez por todas.

El pensamiento más habitual dentro de un tren es que el viaje se hace interminable y sientes que nunca va a llegar a su destino. Parece que la palabra tren es como la vida misma, de ahí a utilizarla para describir un buen tren de vida o para rematar una mala noticia con el dardo de haber perdido el tren de un desarrollo concreto cuya oportunidad no se volverá a repetir. Antes de la última crisis, a Alemania se la denominaba la locomotora de Europa. Como vemos, todo parece indicar que un tren y lo bien que funcione no es cuestión menor o irrelevante. En todas las culturas el tren es la vía al futuro.  Japón denomina a algunos de sus trenes como “bala” por lo rápido que circulan; en la india, hasta los techos de los vagones van atestados de pasajeros, aunque no me voy a poner a indagar si en esa parte tan a la intemperie del convoy también hay revisor pidiendo billete al viajero; y Arabia Saudita está como loca por inaugurar su AVE de Medina a La Meca, construcción por cierto que lleva implícita, con polémica incluida, la Marca España.

De Santander a Palencia da tiempo a leer “Origen”, el último libro de Dan Brown

No ha lugar por tanto a echar mano de más ejemplos, porque si no queda claro con lo dicho hasta ahora, nada puede convencer entonces sobre que un país o una región que no se identifique claramente con la buena marcha del tren con el que se comunica con el exterior, tiene un serio problema encima de la mesa. Pues bien, este es el caso de Cantabria con el tren que nos une con Madrid. Para poder escribir este artículo con conocimiento de causa, lo he tomado a primeros de este año y el resultado es de claroscuros. En la ida se averió durante una hora, y en el regreso hizo un amago semejante, pero todo quedó en un apagón total en todo el tren con lo que, a la noche cerrada, se sumó aún más oscuridad. He sacado una nítida conclusión de esta experiencia, que ahora mismo no estoy en disposición de prometer que repetiré: El tren que une a Cantabria con Madrid es solo de apariencias. El contenido, un Alvia, puede gustar más o menos, aunque he de decir que dispone de unas buenas prestaciones para satisfacer al pasaje. No es un AVE, pero su resultado seria optimo de existir continente, es decir la vía por la que circula. Con la lentitud en la que vas desde Santander a Palencia, tienes tiempo para leerte gran parte del último libro de Dan Brown, que se titula “Origen”, y cuya trama comienza en el Museo Guggenheim de Bilbao.

Y es que en este país tiene mucho que ver el origen a la hora de disponer de más, menos o igual entre territorios. Es curioso como los cántabros nos hemos acostumbrado a que nos expliquen el secular retraso de la puesta al día de nuestras infraestructuras por la especial orografía montañosa de la región, mientras asistimos a un gran impulso ferroviario a nuestro alrededor, como es el caso de Galicia, Asturias, Castilla y León y, por supuesto, el País Vasco. Parece como si nuestros vecinos tuvieran su relieve terrestre plano, y en ello va implícito el premio de contar ya con su proyecto AVE, mientras Cantabria está solo pendiente de mejoras en la vieja vía, mejoras en la vieja catenaria, y anuncios sin plazos concretos de soterramientos en viejas estaciones ferroviarias.

Nos acostumbramos al retraso por lo montañoso, y parece que nuestros vecinos tengan un relieve plano

Con buenas comunicaciones, Cantabria sería la repera. Desde mi juventud vengo oyendo lo del tren, las carreteras, puerto y aeropuerto, y he de decir que, a pesar del mucho tiempo transcurrido, hay cosas que están aún igual o parecido. El resultado es que seguimos mal en comunicaciones con el exterior, y esto nos ha hecho perder muchos trenes en el pasado y también en el presente. ¿Cómo podemos pensar en industrias nuevas con lo que cuesta traer o sacar mercancía de Cantabria? La era de Internet ha creado un desarrollo sin precedentes de la logística, que es llevarte el producto directamente a casa, y el plazo de entrega resulta esencial en toda compra y venta. Puede que Internet haya cambiado muchas cosas y muchos conceptos, pero hay algo que no ha variado, las comunicaciones. Lo de las autopistas de la información no es nada sino tienes autovías de verdad, trenes de verdad y posibilidades varias cuando se trata de comunicarte con el resto de tu país, el resto de Europa o del mundo. Dentro del vagón número nueve del tren a Madrid pude comprobar que mis pensamientos interiores sobre las condiciones del viaje no variaban nada de lo que opinaba en voz alta el pasajero sentado inmediatamente detrás de mí: “Tenemos lo que tenemos porque somos conformistas y no alzamos nunca la voz para pedir lo que otros ya tienen”. Creo ser fielmente literal a lo que este anónimo pasajero le comentaba a otro sobre el tren que une a Cantabria con la capital de España, donde uno se alegra de llegar por el motivo obvio de ser el destino final del viaje, a lo que se añade la satisfacción crítica por concluir un trayecto habituado a lentitud, averías y contratiempos.

Cantabria desde el tren a Madrid
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