miércoles. 24.04.2024

Activistas climáticos, ¡loable empeño!, aunque sin atacar al arte

Una nueva cumbre del clima, y vuelta a las andadas, que en el caso del ser humano es hacer un gigantesco basurero del planeta. La prueba de que los mandatarios actuales no se lo toman en serio es la Guerra de Ucrania. Por eso hay que hacerles cambiar de actitud con respecto a la supervivencia de todos. Arrojar puré de patatas a famosos cuadros puede que no sea la mejor manera de demostrar rechazo al calentamiento global. Pero estos activistas climáticos, como se denominan, son necesarios, para recordarnos que el reloj de la destrucción de nuestro sistema ambiental sigue en marcha. Sin entrar en el cómo, lo que sienten es encomiable.  

Es sabido que lo que no aparece en los medios, no existe. En las redes sociales, con muchísimo esfuerzo y, sobre todo, suerte, puedes llegar a hacerte un nombre entre millones de usuarios, lo que conlleva que tengas fama, un mensaje escuchado o la causa que defiendes es digna de interés y apoyo. Pero como no tengas al tiempo la atención de la prensa, la televisión, la radio y los columnistas reputados, es como si no sumaras nada para aquello que estés reivindicando, defendiendo o combatiendo. 

Jorge Ramos, el presentador del Noticiero Univión, que hizo frente a Donald Trump en una rueda de prensa en la Casa Blanca, por un comentario racista de los que acostumbraba el expresidente norteamericano, es autor del libro “Sin Miedo”. En una de las presentaciones de su oportuno trabajo, dijo al público presente que su interés reside en los más jóvenes, porque van a construir una sociedad mejor, aunque suponga contradecir a muchos de los actuales políticos que forman parte de la escena electoral. Coincido con este pensamiento. 

“No hay nada más ilusionante que jóvenes movilizados frente a causas que nos incumben a todos, mientras la mayoría estamos tranquilitos en casa”

En las últimas semanas, los activistas climáticos han cobrado un total protagonismo por entrar en diferentes museos y arrojar crema pastelera a la Monna Lisa, plasmar manos en un Picasso, sopa de tomate a Los Girasoles de Van Ghot, puré de patata a un Monet, y un tartazo a una figura de cera del nuevo rey británico. Doy por sentado, que me va a ser difícil explicar que el arte, máxime las famosas obras citadas, no debe ser motivo de agresión o disputa alguna, salvo porque conocidísimos museos de importantes capitales del mundo tengan aún pendiente la devolución de obras que en su día fueron expoliadas a sus legítimos dueños. Lo que hicieron los nazis en este sentido es para no olvidarlo jamás. Al tiempo que digo esto, añado que no hay nada más ilusionante, máximo en estos tiempos tan decadentes, que ver a los jóvenes movilizados frente a las causas que nos incumben a todos, mientras la mayoría estamos tranquilitos en casa, con las zapatillas puestas, sin hacer nada. La guerra, el cambio climático, el asesinato progresivo e imparable al que estamos sometiendo al planeta, el hambre en aumento, el rearme, que va a más, el regreso al temor nuclear, la desmedida ambición de los poderosos y las multinacionales que poseen, y la actitud presente de los gobiernos del mundo que miran para otro lado, se ponen de perfil, o directamente no hacen nada, respecto a todos estos problemas.

Resumiendo, por una parte, no se puede aprobar lo que se hace con estos cuadros, porque ya está suficientemente enferma nuestra sociedad, como para que se nos prive o ponga en riesgo la cultura y, en este caso, el arte, a través de algunos de los mejores cuadros pintados a lo largo de la historia. Pero, de otro lado, si nos quedamos sin planeta, no habrá museos que visitar. Será el fin de todo. Por eso los activistas climáticos han de existir. Porque sus fines resultan fundamentales para que sigamos disfrutando del ecosistema, al menos como ahora. Naciones Unidas mantiene que tenemos una decena de años, para reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero, y evitar así las graves consecuencias del Cambio Climático. En este otoño casi inexistente de 2022 estamos viviendo lo que pasa. Con un verano absolutamente prolongado (el octubre de temperaturas más altas, desde 1961). 

¿Cómo cortamos tanta destrucción, y la falta de consenso entre las grandes potencias para dejar atrás tan innecesaria contaminación, apostando por la sostenibilidad? Desde luego, no con los anuncios estúpidos que se emiten por televisión, sobre si compramos un producto, se plantarán tantos árboles. O con la reutilización de los muebles o la ropa, lo que está generando nuevas industrias concentradas en los de siempre. Hay una crisis energética estrechamente relacionada con otra económica, y las multinacionales relacionadas con los sectores más contaminantes están dando unos resultados financieros de escándalo. No parece pues que las escasas medidas que toman los gobiernos y las grandes instituciones mundiales en pro de evitar el cambio climático estén reduciendo las agresiones al medio ambiente, más bien lo contrario, ambición sin límites. 

No tengo demasiada confianza de que nos tomemos todo lo serio que es este problema, y que ya no sea tarde. Pero, desde luego, si confío en alguien que pare esta locura de arrasar con todo, esos son los jóvenes, su empuje, y su influencia en el conjunto de la sociedad y las decisiones que se tomen, y quiero ser con esta última expresión claro y tajante: ¡ya mismo!

“El clima tiene poderosos enemigos, como Trump, Putin o Xi Jinping, de ahí el buen contrapeso de lo que piensan los activistas de Just Stop Oil”

El clima tiene a poderosos enemigos. Desde Donald Trump, el más peligroso a mí juicio, a Vladimir Putin, que mete al mundo en una guerra, con lo que esto añade a la destrucción medioambiental, Xi Jinping, como corresponsable del ruso, y todos los países que están jugando al gato y al ratón con respecto a cambiar el actual sistema por una industria limpia, tal es el caso de Brasil o la India. Muchos de ellos son grandes países extractores de materias primas y no quieren oír hablar de rebajar gases. Visión diferente, y de ahí el buen contrapeso que supone, resulta el fresco pensamiento de activistas del clima. Personas como Greta Thunberg (Suecia), India Logal-Riley (Nueva Zelanda), (Uganda), Luisa Neubauer (Alemanía), Ridhima Pandey (India), Shalvi Sakshi (Fiji), Isra Hirsi (Estados Unidos), Brianna Fruean (Samoa), Marinel Ubaldo (Filipinas), Winnie Asiti (Kenia), Rayaane Cristine Maxim (Brasil) u Oladosu Adenike (Nigeria). Entre las asociaciones de más empuje y acción, nacidas para que se tomen las medidas que precisa el cambio climático, destacan los activistas de Just Stop Oil y Climate Emergency Fund. Bien por todos ellos. Por el compromiso que han adquirido en beneficio de todos los demás.

Activistas climáticos, ¡loable empeño!, aunque sin atacar al arte
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