José Ortega y Gasset. Su pensamiento incluyente. I

El ensayista es consciente de que lo más expuesto o arriesgado de la definición de lenguaje no es que sea el instrumento que tenemos para expresar nuestros pensamientos

"(...) practicar la obra de caridad más propia de nuestro tiempo: no publicar libros superfluos. Yo he hecho todo lo posible en este sentido -va para cinco años que la casa Stock me propuso su versión-; pero se me ha hecho ver que el organismo de ideas enunciadas en estas páginas no consta al lector francés y que, acertado o erróneo, fuera útil someterlo a su meditación y a su crítica".

El filósofo se refiere a su libro La rebelión de las masas (1929), previamente publicado en forma de folletones en el diario El Sol, desde dos años antes. Es un ensayo de investigación filosófica, objetivista, vitalista y con un trasunto e imagen perspectivista.

Todo concierto y resolución de voluntades precisa e implica, previamente y solo con anterioridad, la existencia y esencia de inexorablemente una sociedad y de personas que coexisten y cohabitan

El ensayista es consciente de que lo más expuesto o arriesgado de la definición de lenguaje no es que sea el instrumento que tenemos para expresar nuestros pensamientos. Es más complejo. No siempre es así. No siempre es seguro el resultado para ese compromiso de la definición anterior, siendo incapaces además de ver sincera y realmente la verdad rigurosa y exacta: 

(...) que siendo al hombre imposible entenderse con sus semejantes, estando condenados a radical soledad, se extenúa en esfuerzos por llegar al prójimo (José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas, El País, 2002, 8).

Por lo que incluso cuando una conversación versa sobre temas más trascendentales que por ejemplo los matemáticos o de física, es decir, más solidarios o más 'tópicos', geométricamente va agrandándose su indeterminación, su aturdimiento y confusión.

Dóciles al prejuicio inveterado de que hablando nos entendemos, decimos y escuchamos tan de buena fe que acabamos muchas veces por malentendernos mucho más que si, mudos, procurásemos adivinarnos.

(Ib., 9).

Ortega cree que nos hemos radicado estribándonos en "el abuso" del "uso" despreocupadamente, sin entender las limitaciones del lenguaje y haciendo ejercicio del hablar por hablar. Por ejemplo cuando nos dirigimos a la tan concurrida Humanidad; y para ello sale al paso:

Esta costumbre de hablar a la Humanidad, que es la forma más sublime y, por lo tanto, más despreciable de la demagogia, fue adoptada hacia 1750 por intelectuales descarriados, ignorantes de sus propios límites y que, siendo, por su oficio, los hombres del decir, del logos, han usado de él sin respeto ni precauciones, sin darse cuenta de que la palabra es un sacramento de muy delicada administración. (Ib., 11)

Él, para hacer uso de sus cualidades objetivas, vitales y perspectivas, trae a colación su filosofía acerca de la historia y piensa que los pueblos occidentales, desde la Edad Media, siempre tuvieron "una forma dual de vida". Conforme cada cual iba moldeando su carácter propio y representativo, entre ellos mismos y sobre ellos también se constituía un conjunto general de temas, propósitos y convicciones, de métodos, procederes y estilos y, sobre todo, de emociones, arrebatamientos o enardecimientos.

Por ello, todo concierto y resolución de voluntades precisa e implica, previamente y solo con anterioridad, la existencia y esencia de inexorablemente una sociedad y de personas que coexisten y cohabitan, y sus tratados y consentimientos no pueden basarse o residir sino en establecer y detallar -de ahí su obligación- la configuración para esa relación de convivencia suya, para ese pueblo previo y anterior a los acuerdos y voluntades posteriores:

La idea de la sociedad como reunión contractual, por tanto, jurídica, es el más insensato ensayo que se ha hecho de poner la carreta delante de los bueyes. (Ib., 14)

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