sábado. 27.04.2024

Sin humor, la realidad nos aniquila. II

El humor no cambia en el transcurso del tiempo. Tiene siempre sus continuos que no cesan, como durable resulta el humor de cada país, y a un tiempo diferentes

Vivimos y vamos muriendo convencidos de tal modo y manera que lo real no se trata de nosotros, sino de los demás. También el filósofo existencialista Francés Jean Paul Sartre (1905-1980) analizó una dicotomía parecida en Huis clos, 'A puerta cerrada' (1944). «El infierno son los otros», dice describiendo las tinieblas que vivimos en este tiempo que nos ha tocado vivir por la condenación que nos infiere la contemplación de nuestros propios y extraños, sintomática del horizonte entre eso que somos realmente y aquello que quisiéramos ser, pero nos es demasiado complicado.

Otra explicación ligera de la realidad de las fronteras es la obra Solo se mueren los tontos (1954) de Álvaro de la Iglesia, director de La Codorniz, la desternillante novela en la que el autor no esconde el pesimismo atroz y el total desencanto, la mayúscula desesperanza ante nuestra rara especie, estilo El Roto o Chumy Chúmez:

- "La vida en la Jenaro Benítez continuaba desarrollándose sucia y silenciosamente, como un carrete de hilo marrón". Álvaro de la Iglesia.

- "Ernesto tenía una cuñada refinadísima que debía fumar tabaco egipcio porque el aliento le olía a camello". Ib.

Si no entendemos la vida, cómo podemos ser capaces de entender la muerte, que sin duda es el mayor tabú que tiene nuestra cultura. Nos parece que se mueren siempre los demás, hasta el momento en que nos da por reflexionar. Es verdad. Lo implacable y anodino, al tiempo, es que solemos echar a nuestra trastienda cerebral nuestras emociones, el inconsciente, los deseos, que saltan cuando simplemente intentamos comprender el campo en donde jugamos, cuando reparamos en algo, inventamos o discriminamos nuestras preferencias. Y eso pasa siempre, a cada pequeño brinco de nuestra aguja segundera. Habrá momentos que, por suerte, nos acompañarán por senderos ágiles y competentes, y sin embargo en otras ocasiones nos acercarán al contrasentido, al no haber tanteado bien, con reposo, los pros como los contras en una toma de decisiones. La cabeza de turco desafortunadamente siempre será el difunto. Por eso nos creemos en la verdad de que todo esto es un tema intratable. Quién no ha asistido en un velatorio a escenarios aparentemente contradictorios, en donde el finado se encuentra totalmente solo en una habitación acristalada, y quienes han ido a mostrar sus condolencias a la familia, ríen, están contentos porque es un recurso para poder coloquiar con algún familiar que no ven hace tiempo... Eso, con humor. Que es algo muy serio, porque nos puede ayudar incluso a que pase esa desdicha.

El humor surge y avanza más en momentos de crisis, y contribuye a la huida de nuestros leviatanes y esperpentos

En esta línea, bien podría venir a propósito el epitafio falso Perdonen que no me levante. Se aseguró que estaba cincelado en el nicho de Groucho Marx en donde se encuentran sus cenizas. Aunque también pudiese haber sido un crédito del genial humorista, actor y escritor. Respecto a Mingote -experto del humor-, recordamos una viñeta suya. La escena es una turista americana, toda emperifollada, que le dice a su silente esposo ante los vestigios que han quedado de unas históricas construcciones romanas: "No comprendo cómo podían vivir así los antiguos". Sin comentarios. Estaba dicho todo. Y la sátira también hablaba.

En otra última de Mingote, en una publicación de Blanco y Negro, nos encontramos en la Plaza Mayor de Madrid a comienzos del siglo XVII. Dos señoras vestidas al uso hablan entre sí. Una de ellas le dice a la otra algo normal. Todos los días, desde siempre, se dice algo parecido: "Sí, hija, sí, en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme". Miguel de Cervantes, que pasa cerca de ellas, piensa: "¡Qué idea!" Las palabras, los títulos, salen a veces, y es así de hecho, de las más inopinadas ocasiones.

De cualquier forma, esencialmente el humor no cambia en el transcurso del tiempo. Tiene siempre sus continuos que no cesan, como durable resulta el humor de cada país, y a un tiempo diferentes. El humor que se gasta el andaluz se caracteriza por el modo de expresión, con independencia del contenido. En aquel está la gracia. El humor de los humores es el inglés. La mordacidad lo sustenta. Es el humor por antonomasia, quizás el arquetipo del humor. Debe de ser el humor más despejado, porque es difícil, no sencillo. Hablamos de un humor malicioso, exquisito y sutil.

Al ser algo que se repite a lo largo de cualquier siglo, como decíamos, podemos ver un dibujo con una fecha determinada que si cambiamos la indumentaria de sus personajes, se puede fatalmente actualizar. Eso sucede con 'La situación de Italia', de Honoré Daumier (1808-1879), por ejemplo. Es una crítica incisiva para una publicación alemana. Vemos a un militar suponemos que alemán, muy grueso, sentado encima de un campesino escuálido tendido en el suelo -pretendemos que italiano- que no puede moverse.

Importaría poco saber qué enfrentamiento trata esa parodia. Como apuntamos, otro razonamiento más de esas constantes dentro del humor no es otro que si cambiamos en esa imagen el armamento y la indumentaria podemos hacer una extrapolación actualizándola en otros temas y en el siglo XXI. Podemos advertir quién ha cogido asiento sobre quién o qué. Porque ahora, ¿quién da un golpe de mano intentando apoderarse de los dispositivos de un gobierno o Estado, para  desplazar a los dirigentes salidos de las urnas? ¿Quién da esos golpes económicos o quién sedimenta su poder en media Europa?

Sin considerar una posible historia de esta condición del humor desde sus comienzos, por el espacio y el momento, solo una alusión al dramaturgo griego Aristófanes (S. V a.C.), un notable exponente  de la capacidad para hacer llegar a la risa, anterior a las culturas egipcias, mesopotámicas o precolombinas. Así, Gaya Nuño, La caricatura, en la Enciclopedia Rialp, argumenta el hallazgo de papiros con la caracterización de varios animales como el asno, el león o el mono tocando, en un escenario suntuoso; y también ha sido encontrado un retrato en donde una rata sentada en su trono es obsequiada por un gato que le dona un loto.

Entonces, el humor tiene una larga historia. Desde que un humano asienta sus pies en el planeta, habitado tranquila y a solas en el silencio, roto únicamente por los ululatos y gritos animales y a causa de la música de los enormes sapinos fustigados por los vientos muchas veces tempestuosos. También, desde que la inteligencia quiere decir lo que no logra expresar, y lo dice indirectamente -aunque algunas veces resulte cómico comunicarse así-, dando a "entender lo contrario de lo que se dice", que así se definía la 'ironía', cuando aprendíamos en el Bachiller. La verdad, un tanto alicorta la definición. Porque no del todo, pero el niño cuando se defiende ante su madre de que él no ha probado el azúcar ilustrando una no verdad, ¿está ironizando?

Ayer o hace milenios u hoy, se hace humor. Y los humoristas y viñetistas  son censores del establishment o grupos dominantes.

Quien utiliza la ironía, entiendo, debe de reírse mucho en su fuero interno, dando por sentado que la posición del niño ante el avisado chaparrón  no va a ser de risa, de cumpleaños feliz, sino más bien de temor. O también si Tráfico te para, espetándote el agente y ayudándose de su cara de póker:

-¿Es que usted no ha visto la señal de limitación de velocidad?

La conductora responde con un llanto algo siniestro.

-Es que me daba el sol de frente.

Por su parte, atónito y un pelín desagradable y adusto, la autoridad replica:

-Pero, ¿se ha fijado bien en dónde se encuentra ahora mismo el sol? Está a su espalda…

Cautiva del terror, le intenta discutir su risa y su desorientación, descentrada por el sobresalto:

-Ay, perdón, es que me río por culpa de los nervios.

Cuando aquel empieza a dar fe de todo preparar con la suspensión del carné, el copiloto imagina, dándole un hambre a rabiar de explicarle al sargento:

-Póngale otra multa por ponerse nerviosa.

Por lo tanto, si expresó indirectamente lo distinto a lo normal, sin más, así, no puede ser ironía; es culpa por traición de sus nervios.

En suma, el humor surge y avanza más en momentos de crisis, y contribuye a la huida de nuestros leviatanes y esperpentos, se apoya aligerando fermentaciones de pelafustanes, y teniendo buenas conductas para la salud del cuerpo y, sobremanera, de la mente. Así que, ríanse amigos. Es gratuito, un regalo. No deja de ser el mejor estupefaciente, la mejor cura. Estoy seguro de ello, aunque ya ustedes lo sabían. ¿Qué hay que creer para calentar los risorios?

Sin humor, la realidad nos aniquila. II
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