jueves. 25.04.2024

El doctor Madrazo condenado a muerte I

La España de charanga y pandereta,
 

cerrado y sacristía,

devota de Frascuelo y de María,

de espíritu burlón y alma quieta,

ha de tener su mármol y su día,

su infalible mañana y su poeta.

El vano ayer engendrará un mañana

vacío y por ventura pasajero.

Será un joven lechuzo y tarambana,

un sayón con hechuras de bolero,

a la moda de Francia realista

un poco al uso de París pagano

y al estilo de España especialista

en el vicio al alcance de la mano.

Esa España inferior que ora y bosteza,

vieja y tahúr, zaragatera y triste (...).

El mañana efímero (1913) (Campos de Castilla, CXXXV), de Antonio Machado (1875-1939), que se lo dedica a Roberto Castrovido (1864-1941).

Roberto Castrovido, político y periodista, diputado por Madrid (Partido Republicano Federal), fallece a los 77 años en el exilio de México. El título que encabeza este escrito es el mismo que utilizó Castrovido en el periódico barcelonés El Diluvio, de orientación republicana, y cuya vida se extendió entre el año 1879 y el 25 de enero de 1939.

Sublevado el Ejército de África contra la II República, este participó en el golpe militar del 18 de julio de 1936. Diego-Madrazo denuncia la ilegalidad y advierte del porvenir que a España le aguarda. Sin embargo, la cabalgata de muerte no paraba hasta llegar al norte.

Ya parte el galgo terrible

a matar niños morenos.

Ya parte la cabalgata, la jauría se desata exterminando chilenos.

¡Ay, qué haremos! ¡Ay, qué haremos!

Ya parte el galgo terrible (1969). Víctor Jara, 1932 -San Ignacio, Chile- 1973, -torturado y asesinado en Santiago, Chile-.

Con la entrada a la capital de los moros, de los italianos y de aquella multitud desordenada y con nula conciencia social, de falangistas, carlistas y militaristas, se implanta el espanto y el terror que durarán cuatro décadas. Se llevaban encarcelamientos, sin cálculo, sin conocimiento de lo que hacían, sin reflexión. Y cuando terciaba, frecuentemente se cometían, consumando su propio delito y su grave culpa, ejecuciones sumarísimas, sin tramitación alguna. Un preso más fue el cirujano pasiego don Enrique Diego-Madrazo, al que se le metió primero en aquel sitio cerrado del convento del Corazón de Jesús -hoy Iglesia con el mismo nombre- habilitado como prisión, y trasladándole después al viejo hospital de San Rafael, también habilitado como presidio. En esos momentos, tiene 90 años.   

El ilustre pasiego, pese a su avanzada edad, y de su sinceridad, que siempre obró sin doblez y cuya emanación de un aura a próximos y extraños le hizo acreedor y merecedor en el país y fuera de nuestras fronteras de ser un hombre bueno y sabio. Así, en último término, este hombre clarividente, europeo y precursor aquí en España de los descubrimientos científicos y médicos, fue un encarcelado más. Se le sometió al mismo maltrato que a sus propios compañeros presidiarios, no habiendo para él trabajo alguno que se le ahorrase. Y mucho menos hubo para este pedagogo atención y sensibilidad alguna, ya acostumbrado a estas maneras desde la Restauración: dimisión de la cátedra de Patología Quirúrgica.       

Tras una larga detención provisional, fue envuelto en un procesamiento que vio su final, su vista de la causa, además de su sentencia. Sentencia estricta, y tan rigurosa que carecía de todo rigor. Qué podemos sopesar, cuando don Enrique Diego-Madrazo, a pesar de una vida cuyos 90 años consagrados al pensamiento y actuación ajustándose a la verdad, a lo que verdaderamente ocurre, persiguiendo de una manera totalmente normal el fin útil de la eugenesia, de la educación graduada, de una medicina para el hombre y científica, y de la construcción de un mundo mejor.  Se dedicó solo al bien, también siempre al estudio y a la asiduidad de todas las virtudes, así como hemos dicho al oficio del quehacer quirúrgico. Y aún así, su condena fue la pena capital. La sentencia fue dictada el 21 de abril de 1938. Sentencia a la que estuvo muy atento un sinnúmero de los que lo habían conocido.

    Sin embargo, no llegó a cumplirse el irremediable, perverso y, en el caso que nos ocupa, turbio castigo. No se llegó a cumplir gracias al escrito digno de todo encomio que envió el 30 de agosto del mismo el ministro de Estado de la República, Julio Álvarez del Hoyo, al mariscal sir Philipe Chetwode, a la sazón presidente de la Comisión británica reunida en Toulouse, cuya función era la de  canjear prisioneros entre el Gobierno republicano y los rebeldes.

    No estaba nada claro el objeto de tanta alegría contenida. Seguramente el doctor Diego-Madrazo iba a ser comprendido, según la multitud que le quería; se bisbiseaba -como no podía ser de otra manera- que se suspendería el ajusticiamiento en ese mismo mes de agosto, con el suplicio para todos sus conocidos, y para los que solo habían oído hablar de él, apesadumbrados por la saña con la que se habían enfrentado a su valía y a su sinceridad. ¿Por qué iban a dejar de ignorar que antes de los dos meses siguientes acababa el plazo para verificarse el canje por lo que comenzaría la engrasada maquinaria a moverse. Relatamos los apoyos internacionales.

    Los médicos españoles, los americanos y europeos... En Francia contacta a los 21 años con los focos o sociedades que, con sus métodos, trabajos y objetivos, elaboraban nuevas teorías científica y eran los más sobresalientes en aquel instante, interviniendo en las clínicas que dirigían Bernavilly y Richet -un adelantado a la medicina aeronáutica moderna y profesor en 1887 de Fisiología en París; finalmente con Claude Bernard llega a distinguirse al lado de los demás discípulos de este sabio fisiólogo en donde experimentará la Fisiología y su trabazón con toda la Patología. Aquí es en donde nuestro ilustre pasiego comienza el recorrido de lo que va a ser su vida científica y humanista. Su prestigio nace fuera de España.

    Conoce así el nacimiento de la Medicina experimental y siente con ello una revolución interior que le confirma la práctica educativa tan perjudicial que se hacía en España y el arduo campo del aprendizaje y enseñanza. Es profesor en el Colegio de Francia junto a Bernard en donde este publica, en 1872, Lecciones sobre Patología Experimental. Y sigue ampliando estudios, trata con Pasteur y su teoría microbiana, haciendo lo propio con las investigaciones antisépticas de Lister Dos años más tarde, Diego-Madrazo estudia en Halle -Alemania- en donde era muy conocido y querido, por ser la primera plaza de estudios y trabajo médico y de práctica quirúrgica envaneciéndose con orgullo de haber aprendido como discípulo, del insigne y distinguido Ernesto Bergmann, así como con el trabajo de investigación con el apoyo de Von Volkmann. No es difíl pensar todos los apoyos que tuvo cuando más los necesitaba y cuantos más errores de bulto tenía la causa. Puede decirse, sin error, que toda la medicina del mundo civilizado estuvo con él, con esta gloria y ejemplo de la intervención quirúrgica española.   (Seguirá)

El doctor Madrazo condenado a muerte I
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