viernes. 29.03.2024

El marchoso juez Marchena

Pueden apostarse dólares Trump contra galletas Fontaneda a que los independentistas serán condenados con la misma naturalidad con la que se condenaba antes el terrorismo de ETA y ahora se condena el machismo.

En el laboratorio nacional de diseño de nuevos héroes se ultima el supermodelo Marchena. Este magistrado canario tiene tanta marcha que los medios de comunicación ya le han adjudicado el marchamo de superjuez. Marchena es el magistrado presidente de Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Ni se marcha de la sala ni se ausenta siquiera de pensamiento desde el pasado 12 de febrero del solemne escenario donde se juzga el denominado “procés”.

Manuel Marchena cumplió 60 años en pleno juicio. Un par de meses antes, esta vez sí,  Marchena se marchó por su propio pie de la carrera por la presidencia del Consejo General del Poder Judicial, del que hubiese sido su más joven titular. Un incontinente senador de apellido Cosidó no cosió sus labios, sino que reenvió un whatsapp a todo el Grupo Popular donde presumió de “controlar por detrás” la Sala de lo Penal si el juez Marchena presidía el CGPJ. Y Marchena se marchó.

Marchena es el magistrado que irrumpe como Pedro por su casa en interrogatorios, testificales y periciales

Bajo su aspecto circunspecto, Marchena no pasaría por ser un tipo tan marchoso. Quizás melífluo, tal vez trémulo, siempre con voz atiplada. Marchena es el magistrado que irrumpe como Pedro por su casa en interrogatorios, testificales y periciales. Su perilla no corresponde a ningún perillán, sino a un jurista notable. O sobresaliente para algunos cronistas. Es el juez de moda.

El procés es un proceso largo y proceloso. Su futura sentencia no genera dudas. Pueden apostarse dólares Trump contra galletas Fontaneda a que los independentistas serán condenados con la misma naturalidad con la que se condenaba antes el terrorismo de ETA y ahora se condena el machismo.

Marchena no se marchitará. Al contrario. Ha nacido una estrella de voz tenue, ademanes versallescos y facundia superior. Quizás algo pedante. El cuarto de hora de gloria que le vaticinó a todo el mundo Andy Warhol está durando ya cuatro meses para Marchena. Con sus puñetas inmaculadas, su verbo encendido y su ego a prueba de amonal.

Quizás merezca la pena reflexionar sobre el hecho de que llamen más la atención las excursiones verbales de Marchena que las declaraciones de los testigos. “Usted no viene aquí a explicar su estado febril o cuánto alucinó el 1 de octubre”, le dijo esta semana a una testigo.

Pero, por el bien de los titulares periodísticos, que no se marche Marchena. De momento.

El marchoso juez Marchena
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