viernes. 26.04.2024

Aznar, la sangre y las mentiras

Decir que “España no participó en ninguna guerra” porque no intervino directamente en las casi dos semanas de invasión terrestre, o porque su papel en la ocupación de Irak no fue militar sino ‘humanitario’, es volver a mentir y hacerlo a sabiendas.

El ‘informe Chilcot’ sobre la participación de Reino Unido en la guerra de Irak revela que Blair llegó a decirle a Bush “hagas lo que hagas, estaré contigo” y que la sumisión de Aznar al presidente estadounidense fue aún mayor que la del primer ministro británico, pues el presidente del Gobierno español habría llegado a ‘presionar’ a Estados Unidos para que la invasión de Irak se llevara a cabo, sin retraso alguno, en la fecha prevista por Bush y se habría comprometido a apoyarla aunque Blair –que recomendaba no invadir Irak hasta que el Consejo de Seguridad de la ONU avalara la operación– no lo hiciera. La excusa que utilizaron Bush para invadir Irak y Aznar para apoyar la invasión fue la supuesta existencia de armas de destrucción masiva en territorio iraquí.

Febrero de 2003. Mientras cientos de miles de personas se echan a las calles de todo el Estado para intentar evitar el apoyo de España a la inminente invasión de Irak, Aznar dice en televisión que “el régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva, puede estar usted seguro y pueden estar seguras todas las personas que nos ven [de] que les estoy diciendo la verdad”. Pero no sólo no estaba diciendo la verdad, sino que estaba mintiendo a sabiendas de que mentía: aseguró (no sospechó ni aventuró; aseguró) que Irak tenía armas de destrucción masiva y después se demostró que no las tenía, así que tanto si lo aseguró sabiendo que no las tenía como si lo aseguró sin saber si las tenía o no, mintió a sabiendas. Y mintió sobre algo muy grave, mintió sobre el motivo alegado por Bush para invadir Irak sin el aval de la ONU.

La guerra de Irak provocó cientos de miles de víctimas y sus consecuencias en forma de continuos atentados siguen produciendo sangre y muerte. Si España encargara un informe independiente sobre su participación, Aznar no saldría mejor parado que Blair

Cuatro años más tarde, Aznar dijo que “todo el mundo pensaba que en Irak había armas de destrucción masiva, y no había armas de destrucción masiva. Eso lo sabe todo el mundo y yo también lo sé ahora. Yo lo sé ahora. Tengo el problema de no haber sido tan listo, de no haberlo sabido antes, pero es que cuando yo no lo sabía, nadie lo sabía, todo el mundo creía que las había”. Volvía a mentir y volvía a hacerlo a sabiendas. Primero, porque no todo el mundo pensaba que en Irak había armas de destrucción masiva, y segundo, porque en febrero de 2003 él sí fue “tan listo”: no dijo –como ahora pretender hacer creer– que no sabía si las había o no, sino que aseguró que sí las había, que no es lo mismo ni parecido. Si efectivamente él no sabía si las había o no, ¿por qué mintió a “todas las personas que nos ven” asegurando que sí las había?

Pero es que a esas mentiras –y a las de marzo de 2004– Aznar suma otra más cuando dice que “España no participó en ninguna guerra”.

La guerra de Irak fue una guerra ilegal –no avalada por el Consejo de Seguridad de la ONU–, y Estados Unidos no declaró formalmente su comienzo ni su final. No obstante, tuvo un comienzo (el 16 de marzo de 2003, Bush, Blair y Aznar, reunidos en las Azores, daban un ultimátum a Irak –o entregaba ya las armas de destrucción masiva que negaba tener y que ni los inspectores de la ONU habían podido encontrar o sería invadido y conquistado– y tres días después empezaba una invasión terrestre que culminaría casi dos semanas después con la caída de Bagdad) y tuvo un final (el 18 de diciembre de 2011 se retiraban los 500 militares estadounidenses que aún permanecían en territorio iraquí).

Y España participó en esa guerra a nivel político y a nivel militar, es decir a todos los niveles: Aznar integró el ‘trío de las Azores’ junto a Bush y Blair, el Estado español cedió al ejército estadounidense su espacio aéreo y sus bases conjuntas sin restricciones ni condiciones y el ejército español mantuvo tropas en Irak desde abril de 2003 –Estados Unidos, Reino Unido y España lograron que el Consejo de Seguridad de la ONU avalara la ocupación de Irak el 22 de mayo de 2003– hasta que Zapatero ordenó retirarlas en mayo de 2004. Decir que “España no participó en ninguna guerra” porque no intervino directamente en las casi dos semanas de invasión terrestre –no lo hizo, pero sólo porque, por cuestiones operativas, a Estados Unidos y Reino Unido no les convenía que lo hiciera– o porque su papel en la ocupación de Irak no fue militar –que evidentemente sí lo fue– sino ‘humanitario’ es volver a mentir y hacerlo a sabiendas.

La guerra de Irak provocó cientos de miles de víctimas y sus consecuencias en forma de continuos atentados sobre todo con coches bomba siguen produciendo sangre y muerte prácticamente todos los días. Si –como hizo Reino Unido– España encargara un informe independiente sobre su participación en la guerra de Irak y –como acaba de hacer Reino Unido– publicara sus conclusiones (que nunca va a hacer ni lo uno ni lo otro), Aznar no saldría mejor parado que Blair.

Aznar, la sangre y las mentiras
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