jueves. 28.03.2024

Qué hacer con los productos catalanes

Me sabe mal no, lo siguiente, que otros vendan que pueden levantar maravillas de espaldas a los demás, aislados. Olvidados de que lo bueno que han construido ha sido con otros.

Me he pasado el año consumiendo hasta la sacietat dos productos catalanes. Los he devorado con deleite, con enlluernament i amb fruïció. Me han gustado tanto que les he dedicado por lo menos la tercera parte de un libro de 200 páginas que acabo de publicar

Son productos culturales: esculturas y vidrieras. Las esculturas –colosales en su mayoría- las produjo Josep Maria Subirachs, de Barcelona; no están en la Sagrada Familia, sino en León. Las vidrieras, unas de pequeño tamaño, otras medianas y una de 105 metros cuadrados, son obra de Albert Ràfols Casamada, de Barcelona también; no están en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona ni en el Museu Nacional d’Art de Catalunya, están en León. 

Para llevar al bronce las obras de Subirachs, hubo que acudir a Fundiciones Ángel, de Madrid. Para hacer losetas irregulares de vidrio de 20 centímetros de grosor y unirlas con la novedosa mezcla glass beton, no hallaron en España ningún taller con el suficiente desarrollo tecnológico. Ràfols Casamada tuvo que acudir a Chartres, en Eure Francia, que mantenía renovada su tradición de construcción de vitrales que se remonta a la Edad Media. El maestro Gabriel Loire fue el que realizó en vidrio los extraordinarios diseños de Casamada.

Un equipo de creadores con diversas denominaciones de origen, pero implicados en la fabricación de un solo producto que les salió maravilloso

Subirachs es un artista famoso, sobre todo a raíz de encargarse de realizar gran parte de las esculturas de la Sagrada Familia. Ràfols Casamada no es tan conocido. Pero es uno de los grandes artistas de vanguardia de la segunda mitad del siglo XX y está considerado un referente de la abstracción lírica. A Santander lo trajo Manuel Arce a su Galería Sur hace ahora 60 años justos y volvió a invitarle de nuevo en 1993. También en el Goya hemos visto una de sus obras.

Estos dos autores barceloneses produjeron en León genialidad y belleza. Sus productos los puede degustar cualquiera a la entrada del Páramo en la ruta hacia Astorga, en el municipio de Valverde de la Virgen.

El que posibilitó esa producción fue el magnate leonés Pablo Díez, conocido entre otras muchas empresas, por la famosa cerveza mexicana Corona-Coronitas. Decidió a mediados de los cincuenta del pasado siglo destinar una parte de su inmensa fortuna a levantar un Santuario nuevo a la Virgen del Camino, patrona del viejo Reino de León y convocó para llevarlo a cabo a los que se consideraban los artistas más innovadores. Aunque el Santuario es la más conocida de las obras que patrocinó, sólo es la guinda vistosa de una ingente labor filantrópica a la que destinó inmensas cantidades de dinero, tanto en obras sociales, sanitarias y educativas, como en infraestructuras para el desarrollo. 

El proyecto del Santuario lo puso en manos de un joven arquitecto andaluz, concretamente de la provincia de Jaén, Francisco Coello de Portugal, a quien dio toda la libertad creativa; aparte de los catalanes citados, el andaluz vinculó al proyecto al aragonés-madrileño José Lapayesse y al navarro Domingo Iturgáiz.
 
Es decir, si ordenamos la secuencia que culminó en la obra maestra vanguardista del Santuario Virgen del Camino -única gran aportación de la cultura del siglo XX a la ruta Jacobea- tenemos un itinerario que empieza y termina en León, pero pasa por México, Jaén, Barcelona, Chartres, Madrid, Zaragoza y Pamplona. Con un equipo de creadores con diversas denominaciones de origen, pero implicados en la fabricación de un solo producto que les salió maravilloso. 

A mí me gustan los productos catalanes. Me sabe mal que algunos los boicoteen insensatamente. Y me sabe mal no, lo siguiente, que otros vendan que pueden levantar maravillas de espaldas a los demás, aislados. Olvidados de que lo bueno que han construido ha sido con otros y que siempre han necesitado el concurso creativo, la genialidad, el trabajo, el patrocinio y el dinero de otros. Exactamente como ocurrió en el fabuloso y todavía poco comprendido santuario de la Virgen del Camino de León.

Qué hacer con los productos catalanes
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