viernes. 19.04.2024

Omni mors aequat

Un país que no cuenta bien sus muertos, en honor a ellos, a sus familias, y en justicia para reclamar lo que les corresponda, será otra cosa, no un país.

Un país que no cuenta sus muertos con rigor será otra cosa, no un país. Es sorprendente la unanimidad matemática de la administración para hacer los números del IRPF, el impuesto de vehículos, la cuota de autónomos o el gravamen de la gasolina,  por citar sólo una minúscula porción del látigo impositivo, y lo descuadrada que sale la suma del Covid. Un país que no cuenta bien sus muertos, en honor a ellos, a sus familias, y en justicia para reclamar lo que les corresponda, será otra cosa, no un país.

Cientos, miles, se han ido sin una mano amiga, con un frío número en una etiqueta frente a la soledad del negro túnel

España precisa con urgencia un antídoto contra la indecencia, la ineptitud y la ingratitud. Necesita verse, reconocerse y huir de la ‘teoría de la vaca inerte’: ésa en la que una serie de poderes tiran cada cual de una pata hasta desmembrarla. Sin leche, sin carne, sin aliento. Como si lo hubiese dado todo y unos cuantos buitres llegaran al asalto. Un país que no cuenta sus muertos con rigor, con honor, está expuesto ante cualquier coyuntura, a los pies de un caballo llamado ‘Peor’. El mercadeo de los estados de alarma, con la situación sanitaria en segundo plano en algunos casos (y, por ende, las víctimas), es el paradigma de este escenario perverso y funesto, donde el ansia de poder de las esquinas, la ausencia de concepto global, y la falta de estadismo general y altura política, amenazan con deglutir las entrañas de la nación y devorar su corada.

Existe la creencia de que la muerte no tiene rasero: toca por igual las chozas de los pobres y las torres de los ricos: ‘Omni mors aequat’ (la muerte lo iguala todo). Pero ha tenido que llegar el Covid, la pezuña de políticos y adláteres de uno y otro signo, y la inconsistencia del término dignidad pronunciado por depende qué bocas, para arrastrar y hacer jirones dicha teoría. Cientos, miles, se han ido sin una mano amiga, con un frío número en una etiqueta frente a la soledad del negro túnel. Ni siquiera serán historia: solos, mal contados y sin reconocimiento.

Omni mors aequat
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